Es activista en Rusia, tiene 27 años y ya estuvo dos veces preso por protestar: su mensaje para Alberto Fernández
El joven violinista Arshak Makichyan fue perseguido y detenido por manifestarse sobre el cambio climático, la crisis en Kazajistán y la liberación de Alexei Navalny
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Arshak Makichyan sabe que pone en riesgo su vida al hablar con LA NACION. Pero no le importa. Él quiere difundir su mensaje: “¡Libertad para Rusia!”. “Esto no se trata de mí, ni de mis amigos. Esto es algo mucho más grande”, dice en una llamada por Telegram el joven violinista, que abandonó su carrera como músico para dedicarse al activismo político y climático.
Ser activista en Rusia es extremadamente peligroso. Basta con conocer la historia del líder opositor Alexei Navalny, que permanece detenido desde hace un año en el centro penitenciario IK-2 en la región de Vladimir, luego de ser envenenado en un vuelo que iba desde la ciudad siberiana de Tomsk hacia Moscú. O el caso de Maxim Vernikov y Yana Antonova, que fueron condenados a cientos de horas de trabajo obligatorio por su asociación con el Movimiento Cívico Rusia Abierta. Sin embargo, Arshak afirma que “lo más peligroso es no hacer nada”.
Rusia obtuvo un puntaje de 8,90 en el Índice de Derechos Humanos y Estado de Derecho de 2021 del Fondo para la Paz, lo que lo coloca en el puesto 14 de los países peor clasificados. También está ubicado 150 en el ranking de libertad de prensa de 2021 de 180 países de Reporteros sin fronteras (RSF).
En este contexto, el joven ruso de 27 años dice que en cualquier momento pueden arrestarlo -ya estuvo preso durante seis días en 2019-. Por eso ha tomado algunas precauciones: como un espía, lleva siempre dos teléfonos. Uno es un señuelo para entregar a la policía en caso de que lo detengan.
Así y todo, Arshak es osado, habla con los medios y se anima a desafiar abiertamente en redes sociales ante sus miles de seguidores al presidente Vladimir Putin. “La gente dice que Putin teme a Navalny, pero no es correcto. Putin teme a la verdad. Y la verdad es que es solo un anciano. Lo más probable es que no tenga a nadie que lo ame, no tenga amigos. Él no tiene ningún poder. Su poder y dinero no son reales. Miserable…”, publicó el 29 de enero en Twitter.
People say that Putin fears Navalny, but it's not correct. Putin fears the truth. And the truth is, that he is just an old man. Most likely he doesn't have anyone who loves him, doesn't have friends. He doesn't have any power. His power and money aren't real. Miserable... pic.twitter.com/5ja05QK7kS
— Arshak Makichyan (@MakichyanA) January 29, 2022
Incluso ha confesado que si bien es inseguro ser activista en Rusia, si lo arrestan “es mejor porque gana más empatía, apoyo internacional y poder”.
De Greta Thunberg a la prisión
El primer acercamiento de Arshak con el activismo fue en 2018, cuando leyó sobre Greta Thunberg y su lucha contra el cambio climático. “No sabía nada acerca de este fenómeno. En Rusia no había información por lo que comencé a estudiar sobre el tema en los medios internacionales, me contacté con científicos de otros países y comencé a seguir a grandes figuras como Al Gore”, cuenta.
A raíz de las protestas de la joven sueca, Arshak se involucró cada vez más y comenzó su propio movimiento de “Viernes por el Futuro” en Moscú. Todos los viernes se sentaba solo en la Plaza Púshkinskaya con el reconocido cartel de “Huelga por el clima”.
“Al principio tenía miedo porque no tenía ningún apoyo. Era frustrante porque nadie entendía sobre el tema”. Pero al cabo de unas semanas, Arshak logró reunir más personas y fundó la filial local del movimiento de Thunberg.
En octubre de 2019, Arshak mandó una solicitud para organizar una manifestación al gobierno local pero fue denegada. De acuerdo con una ley rusa introducida en 2014, se puede imponer una multa o detención de hasta 15 días por realizar una manifestación sin el permiso de las autoridades y se pueden imponer penas de prisión de hasta cinco años por tres infracciones. Los piquetes de una sola persona han resultado en multas y en sentencias de prisión de hasta tres años, según informó Amnistía Internacional.
Contra las órdenes de las autoridades, el joven activista llevó a cabo la protesta bajo el argumento de que el rechazo era “inconstitucional” ya que la libertad de reunión en la Federación Rusa está garantizada por el artículo 31 de la Constitución aprobada en 1993: “Los ciudadanos de la Federación Rusa tienen derecho a reunirse pacíficamente, sin armas, y a celebrar reuniones, concentraciones, manifestaciones, marchas y piquetes”.
Pero su argumento no fue suficiente para evitar que lo detuvieran ese día y que lo arrestaran dos meses más tarde, cuando volvió de la COP 25 en Madrid, donde conoció a Thunberg. “Estuve preso durante seis días. No fue una buena experiencia, fue aterrador. Las condiciones en los centros de detención son terribles, hace frío, está lleno de cucarachas, y solo te permiten bañarte una vez a la semana”, cuenta. “Por suerte recibí un gran apoyo de otros activistas rusos y de otros países, que pidieron mi liberación, y eso evitó que recibiera cualquier tipo de maltrato”.
La llegada de la pandemia
La pandemia de Covid-19 sirvió de pretexto a las autoridades rusas para restringir los derechos humanos en muchos ámbitos e introducir nuevas restricciones, escribió Human Rights en su último informe.
“La reforma constitucional fue un acontecimiento clave en 2020. Varias leyes abusivas encontraron un mayor arraigo legal en las enmiendas constitucionales. Tras un controvertido plebiscito sobre la reforma celebrado en el verano de 2020, las autoridades emprendieron una campaña de represión de las voces disidentes, con nuevos procesamientos por motivos políticos y redadas en domicilios y oficinas de activistas y organizaciones políticas y cívicas. Hacia finales de año, el gobierno presentó una serie de nuevos proyectos de ley que ampliaban la ‘ley de agentes extranjeros’ de Rusia y reducían el ya escaso espacio que quedaba para el activismo cívico”, dice el informe.
El deterioro de la situación con la llegada del coronavirus y el endurecimiento de las restricciones dificultó las actividades de Arshak y sus compañeros, que tuvieron que trasladar su activismo principalmente a las redes sociales. La labor resulta igual de insegura, dice el joven, porque el gobierno monitorea de cerca sus cuentas de Instagram y Twitter. “Sé que (las autoridades) me pueden hacer lo que quieran a mí o a cualquier activista en cualquier momento. La situación en mi país es calamitosa. Pero no tengo miedo. Mi deseo es vivir en un país libre en donde pueda hacer lo que quiera”, asegura.
Las crisis de Kazajistán y de Ucrania
En los últimos meses, Arshak se involucró en otras causas que trascienden el ámbito del cambio climático. Participó de las protestas de abril de 2021 para exigir la liberación de Navalny y organizó una manifestación en diciembre para denunciar la represión en Kazajistán a raíz del alza del precio del gas licuado de petróleo, por la cual fue detenido nuevamente.
Aún no se ha manifestado en público por la crisis en Ucrania pero condena categóricamente las acciones de su gobierno. “Hay una guerra que se ha prolongado durante años y nadie en Rusia habla de ello. Pero es terrible, la gente está muriendo. Estoy completamente en contra de la violencia ejercida por las tropas de mi país. Tengo muchos amigos de Ucrania y siento mucha pena por ellos”, dice el joven violinista.
También contó que organizó una petición en contra del Nord Stream II, el gasoducto de la discordia, que ha generado discusión política prácticamente desde su gestación justamente por el temor, sobre todo en el este de Europa, de que la Unión Europea (UE) llegase a tener una excesiva dependencia energética de Rusia. “Debemos invertir nuestro dinero en energías renovables”, espetó.
Por último, cuestionó la visita del presidente argentino Alberto Fernández a su país. “Creo que los políticos de otros países deben hablar con la sociedad civil rusa y no reunirse con el gobierno corrupto”.
En la misma línea se manifestó la ONG Amnistía Internacional, que en una carta dirigida al propio presidente le pidió que plantee las preocupaciones que generan los informes de violaciones a los derechos humanos en China y Rusia a los gobiernos de ambos países durante su gira.
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