Entrevista a Josep Borrell: “Está claro que Putin no puede conquistar Ucrania y por eso la destruye”
De visita en la Argentina para participar en la cumbre Celac-UE, el jefe de la diplomacia europea dialogó con LA NACION
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Por momentos Josep Borrell parece aliviado de hablar de las relaciones de Europa con América Latina, pero el fantasma de la guerra en Ucrania aparece en cada momento. El jefe de la diplomacia europea ha tenido un año marcado a fuego por las ambiciones del Kremlin. “Está claro que Putin no puede conquistar Ucrania y por eso la destruye”, sentencia.
De visita en Buenos Aires para participar mañana de la cumbre de cancilleres de la Celac y la Unión Europea (UE), el funcionario español aprovecha cada oportunidad para destacar el rechazo de la región a la guerra de Putin. “América Latina, con muy contadas excepciones, ha estado del lado correcto de la historia. Ha sido la región del mundo, aparte de Europa, que más claramente ha demostrado su rechazo”, dice en una entrevista con LA NACION en un salón del Palacio Duhau.
Durante su paso por el país, el Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad mantuvo reuniones con el presidente Alberto Fernández y el canciller Santiago Cafiero, con quienes dialogó sobre los avances del trabado acuerdo entre la UE y el Mercosur.
—¿Qué perspectivas tiene de que avance el acuerdo UE-Mercosur en base a lo que conversó en estos últimos días y cuáles son los principales obstáculos?
—Yo sigo creyendo que es un acuerdo bueno para las dos regiones que tiene una importancia estratégica porque pondría a una parte importante de América Latina en los circuitos del comercio internacional, que les permitiría exportar sus productos agroalimentarios más fácilmente con menores trabas aduaneras, naturalmente también a cambio de la mayor apertura de sus economías. Pero también hay que tener en cuenta los problemas ambientales. En Europa hay a veces un sentimiento de que una expansión del comercio internacional se hace en detrimento o del medio ambiente. La protección del medio ambiente no es una obligación solo de los latinoamericanos, todos tenemos que hacerlo. Esperemos que de aquí a fin de año podamos avanzar y desde luego el gran momento de oportunidad debería ser la presidencia española de la UE y la presidencia de Brasil del Mercosur, en el segundo semestre del año que viene.
—Ya que menciona a Brasil, este domingo hay elecciones y sabemos que ha habido reparos con la política ambiental de Jair Bolsonaro. ¿Piensa que un triunfo de Lula da Silva ayudaría a encarrilar más el proceso?
—Con uno o con otro habrá que negociar. Los brasileños son dueños de su destino democrático. No soy yo quien tiene que decirles lo que deben hacer. Trabajaremos con el gobierno brasileño que elijan.
—¿De que habló con Alberto Fernández? ¿Recibió algún compromiso concreto?
—Fue una conversación larga y amistosa, yo le agradezco mucho el Presidente que me haya dedicado tanto tiempo. Nos conocemos desde hace algún tiempo ya y podemos hablar francamente de los problemas del mundo porque de eso hablamos. El impacto de la guerra de Ucrania nos llevó mucho tiempo, las perspectivas del Mercosur también, de qué manera puede impactar a la economía de la región y en particular en la Argentina. Antes lo había hablado ya con el canciller [Cafiero]. Hemos pensado que sería bueno actualizar el acuerdo bilateral que tienen la UE y la Argentina que data de 1990. Ha llovido mucho y hay que ponerlo al día. El Presidente dio su visto bueno para que lo hagamos. También tenemos el acuerdo sobre energía, hemos hecho acuerdos parecidos con otros países. De eso también hablamos, sobre de qué manera el potencial que tiene la Argentina no solo en energías fósiles no convencionales, sino también en energías renovables, puede ser utilizado en un momento en el que el mundo necesita más energía. Y Europa en particular.
—En las últimas semanas usted tuvo que clarificar una metáfora que había usado sobre que Europa parece un jardín y algunas regiones, una selva. Ya explicó que se refería a países que se rigen según principios internacionales y que hay regiones más caóticas. ¿Dónde ubicaría a América Latina en este espectro?
—No, lo que es caótico, lo que es la ley de la jungla, no son los Estados o los países, sino las relaciones internacionales, las relaciones entre Estados, que cada vez están menos regulados y se rigen cada vez menos por normas aceptadas por todos y hay cada vez más conflictos, y cada vez más guerras, más vetos en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. A eso me refería.
—¿Y a América Latina cómo la ve?
—América Latina es una región que hace una contribución muy positiva a la paz, es una región que defiende la paz en el mundo. No presenta ningún problema para nadie.
—Pero hay países con registros de derechos humanos cuestionables.
—Por cierto, América Latina es como cuando hablamos de África. Estamos hablando de una realidad heterogénea compuesta por multitud de Estados que tienen comunes denominadores, pero que no son idénticos. Ciertamente en Nicaragua hay dificultades sobre derechos humanos y ciertamente en otros países vivimos y percibimos democracias plenas y desarrolladas. La Argentina, por ejemplo, lleva 40 años viviendo en democracia y ha superado lo que fueron los años de la dictadura combinando a la vez una reconciliación y una exigencia de responsabilidades.
—La UE ha tenido un rol muy activo en intentar buscar una negociación en Venezuela con la oposición, pero ahora lo vemos a Nicolás Maduro que está apoyando abiertamente la guerra de Putin…
—No es una sorpresa para nadie que Maduro esté del lado de Rusia, sería sorprendente que no fuera así. Como sería sorprendente que no lo estuviera Nicaragua. Vamos a ver, sí, Venezuela es un problema en el que hemos invertido mucha energía política y últimamente pensábamos que las negociaciones en México iban a retomarse. Seguimos esperando, deseando y propiciando que se retomen, pero se retrasan demasiado.
—Ahora Maduro parece más enfocado en negociar con Estados Unidos.
—Estados Unidos también ha cambiado su posición con respecto a Venezuela y también está propiciando estas negociaciones gobierno-oposición, que son la única manera de resolver el problema de Venezuela.
—Volviendo al tema de la guerra, parecía al principio que iba a ser una guerra corta, por lo menos era la idea de Putin. Ahora es difícil ver una salida. ¿Qué perspectiva tiene?
—Esa era sin duda la perspectiva de Putin, una guerra rápida que le permitiera en dos semanas colocar en Kiev un régimen prorruso al estilo de Bielorrusia. Ha sido un enorme error de cálculo. Ahora está claro que no puede conquistar Ucrania y en vez de conquistarla la destruye. Lo que estamos viendo es la destrucción sistemática de un país. Y con las armas modernas no hace falta ocuparlo para destruirlo, puedes hacer a distancia, con artillería y drones de distinto tipo. Estamos asistiendo, como te decía, a la destrucción sistemática de un país empezando por su sistema eléctrico, que es un punto neurálgico del funcionamiento de cualquier sociedad. Un tercio de las infraestructuras eléctricas de Ucrania ya están destruidas y el objetivo de Putin es que durante el invierno no tengan electricidad, ni calor ni luz, y provocar una situación de estrés social que debilite su resistencia y provoque una oleada migratoria hacia Europa.
—Hasta ahora la política de la UE ha sido apoyar a Ucrania con sanciones económicas y apoyo militar, ¿está funcionado?
—Han sido tres cosas: el apoyo militar, las sanciones económicas y la tarea diplomática. La tarea diplomática para explicar al mundo qué es lo que está pasando, aislar diplomáticamente a Rusia y hacer que la comunidad internacional rechace esta invasión, cuyas consecuencias pagan primero los ucranianos dramáticamente, después los países más inmediatos, porque la seguridad se ve afectada, y después del resto del mundo. En este momento hay 120 barcos cerealeros haciendo cola para pasar el estrecho de los Dardanelos cargados de trigo, y ese trigo no ha llegado hasta ahora y no está llegando a la velocidad suficiente. Y eso se traduce en términos de gente que va a morir de hambre. Siento utilizar esa palabra, pero se trata de eso, de las consecuencias que tiene para una buena parte del mundo, especialmente el mundo más frágil, economías más débiles, más afectadas por el cambio climático. Este corte en los suministros de cereales provenientes de Ucrania es una oportunidad para otros países productores, pero es un drama para una parte importante de la humanidad.
—Usted hablaba recién de la cercanía del invierno, cómo Putin quiere usarlo como estrategia en Ucrania, pero también eso afecta en alguna medida a los países europeos con recortes en el suministro de gas. ¿Esto puede generar nuevas tensiones o divisiones?
—Desde el principio de la guerra nos dimos cuenta de que Putin iba a utilizar nuestra dependencia para condicionarnos. Seguramente él pensaba que esta dependencia sería lo bastante fuerte como para obligarnos a cambiar de actitud. Y aquí también él se ha encontrado con una sorpresa, que es que en menos de cinco meses hemos pasado de que las importaciones de gas ruso representen un 40% de total a una cifra que debe estar hoy por debajo del 8%. Esto lo hemos hecho ahorrando. Veremos los stocks llenos, podemos pasar este invierno. Vamos a suprimir nuestra dependencia energética de carbón, petróleo y gas de Rusia. Y eso será un problema para Rusia, porque tendrá que buscar otros clientes para su gas y no la tendrá fácil.
—Una de las consecuencias que estamos viendo en la guerra es una UE más armada, con más proyectos bélicos, algo que nunca había sido uno de los objetivos centrales.
—Hemos tomado conciencia, y no quiero que se me interprete mal porque la UE era y es un proyecto de paz, pero hemos tomado conciencia de que en el mundo en el que vivimos es un mundo peligroso y hay que estar preparado para hacer frente a problemas. Y eso requiere ser capaz de utilizar los instrumentos del poder blando, es decir el derecho, el comercio, la influencia política, pero también necesitas tener capacidades defensivas.
—Hemos visto algunas tensiones en el eje franco-alemán que es central para la UE, con divergencias en cuestiones energéticas y de defensa. Algunos piensan que Alemania está tomando decisiones importantes sin tener en cuenta al resto del bloque.
—Oigo hablar con frecuencia sobre las disensiones entre los países europeos. Los países europeos son 27 Estados soberanos, que tienen cada uno sus intereses políticos, sus intereses económicos, sus estructuras industriales y que a pesar de todo tiene unos niveles de cooperación entre ellos impensables, mayores que entre ninguna otra región. Que hay disensiones, discrepancias, punto de vista diferentes cada día en muchos temas, sí, lógicamente. Sino, no serían 27 Estados soberanos, sería un único Estado. Y aun así habría disensos entre las regiones de las comunidades que lo conformarán.
—En el caso de Hungría parece más que disenso. El fin de semana Viktor Orban comparó a las instituciones europeas con las tropas soviéticas. ¿Es una posibilidad que salga del bloque?
—Mi tarea no es encontrar puntos de discrepancia, sino construir acuerdos. Ya sé que hay puntos de vista diferentes. Mire, una de las ventajas de la UE es que es una unión regional que no es una unión ideológica. Y dentro de ella caben diferentes posiciones ideológicas según lo que los electores de cada país escogen y está claro que hay gobiernos en un país que no tienen la misma visión de las cosas de gobiernos socialistas en España y gobiernos que se califican a sí mismos de iliberales en otros países. Bueno, la gracia de esta unión es que no es una unión ideológica, donde los que forman parte de ella no tienen que estar todos cortados en el mismo patrón.
—Italia hoy calificaría en esta lista de países a los que hace alusión. Estos días hemos visto a Silvio Berlusconi, un socio de la nueva coalición de gobierno de Giorgia Meloni, ufanándose de su relación cercana con Putin.
—En este momento tan sensible yo tengo que escuchar a la jefa del gobierno Italia, lo que digan otros actores políticos me interesa menos. Y la jefa del gobierno de Italia ha dicho claramente, y hoy ha vuelto a decirlo, que está comprometida con la Alianza Atlántica, con la UE, y ha añadido que la mejor manera de conducir a la paz es apoyar a Ucrania para que se pueda defender. Eso es lo que dice Meloni y eso es lo que cuenta.
—Hemos visto el fin de semana a Xi Jinping acceder a un tercer mandato y queda cada vez más claro que sus valores son bastante opuestos a los de la UE. Dada la última experiencia con Putin, ¿se empezó a ver a China más como una amenaza que como un socio confiable?
—No podemos poner en la misma bolsa o juzgar de la misma manera a China que a Rusia. Sería un error hacer una amalgama entre estos países, no representan lo mismo y hasta ahora China no ha invadido a ninguno de sus vecinos.
—Pero sí hay una amenaza latente sobre Taiwán.
—Sí, no digo que no tengamos cuestiones que nos preocupan y lo hemos dicho muchas veces. Supongo que su tarea es buscar los puntos conflictivos, la mía es intentar encontrar soluciones a los problemas. Y los problemas que hoy tenemos con China son de una magnitud y de una naturaleza radicalmente distinta de los que tenemos con Rusia.
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