Entre Teherán y EE.UU., las cosas se pueden volver muy explosivas
WASHINGTON.- Lo último que necesitamos es otra guerra en Medio Oriente. Tanto el presidente norteamericano, Donald Trump , como el líder supremo iraní, el ayatolá Ali Khamenei, dicen no querer una guerra. Pero al alimentarse mutuamente ambos se comportan con una inconsciencia que potencia el riesgo de un conflicto bélico.
Así que estamos frente a una crisis muy real: ni Trump ni Khamenei tienen una salida elegante que les permita salvar las apariencias. Las cosas se pueden poner muy feas.
Si la escalada sigue, los grupos aliados de Irán podrían atacar a Estados Unidos en Irak, Siria y otros países, y también existe el riesgo de que Hezbollah lance cohetes sobre Israel, para desatar una nueva Guerra del Líbano. El flujo de petróleo podría cortarse, y la economía mundial, verse afectada. Las cosas podrían complicarse mucho.
En Estados Unidos, la línea dura tiene una peligrosa obsesión con Irán desde hace años, fogoneada por Arabia Saudita e Israel. Trump y sus colaboradores tienen razón al decir que Irán es represivo, desestabilizador y poco digno de confianza, y que no debería contar con armas nucleares. Y por supuesto que lo mismo puede decirse de Arabia Saudita al mando del amigote de Trump, el príncipe heredero Mohammed ben Salman.
En 2015, el presidente Barack Obama alcanzó un acuerdo nuclear que, de manera verificable, impedía que Irán desarrollase un arma nuclear durante 15 años o incluso más. Fue un acuerdo imperfecto, pero lograba que Irán no fuese un motivo de preocupación tan grande.
Luego llegó Trump, detonó el acuerdo y arrancó con su campaña de "máxima presión" económica sobre Teherán. Como era previsible, Irán respondió de dos maneras.
Primero, advirtió que violaría los términos del acuerdo nuclear de 2015. Espantados y a lo loco, esta semana desde Washington tuvieron el descaro de pedirle a Irán que se atenga al pacto nuclear que el propio Trump despedazó.
En segundo lugar, Irán probablemente estuvo detrás de los ataques contra buques petroleros en el Golfo de Omán. No es imposible que Irán haya sido incriminado, pero hasta los demócratas bien informados creen que el gobierno de Trump acierta al atribuirle responsabilidad a Teherán.
Tanto la producción de material nuclear como los ataques a buques petroleros evidencian que el retroceso de Trump de la arena diplomática hizo del mundo un lugar más peligroso. Pero ambas son provocaciones muy bien sopesadas: si alguien quiere destruir un carguero, coloca la mina lapa debajo de la línea de flotación, y no por encima, y la violación del pacto que tiene pensada Irán no lo acerca en lo inmediato a la fabricación de una bomba.
Trump dijo que los daños a los buques eran "muy menores", y parece darse cuenta de los peligros de una escalada. Pero también envió 2500 militares adicionales a la región, y se escucharon voces que piden que ataque a Irán. De hacerlo, Irán obviamente responderá.
Brett McGurk, experto en seguridad nacional, advirtió que dado el fracaso de la política de Washington hacia Irán hasta el momento, "muy pronto Trump quedará arrinconado: o recula o recurre a las herramientas militares".
Fiel reflejo de la tendencia de la actual Casa Blanca a vivir en Fantasilandia, el secretario de Estado, Mike Pompeo, presentó un ridículo plan de 12 puntos que básicamente pide que Irán se entregue atado de pies y manos. Fue durante el fin de semana pasado en París, durante el encuentro anual de la Comisión Trilateral, y es muy triste ver la pérdida de confianza de los aliados hacia Washington. En vez de lograr que Irán se someta, lo que logró el incompetente bullying de Washington sobre Europa y Asia para que se sumen a las sanciones contra Irán es enojar a los más viejos amigos de Estados Unidos, empujar a Irán nuevamente al camino nuclear y aumentar el riesgo de una guerra.
Estuve en Irán, fui corresponsal desde Irán y estuve detenido en Irán, así que no me hago ilusiones. La línea dura de Washington tiene razón al decir que el régimen es impopular por su corrupción, su incompetencia y su represión. Pero Irán también tiene una fuerte vena nacionalista y lo que hace Trump es fortalecer a la línea dura de Teherán.
Seis meses antes de la Guerra de Irak, informé desde Bagdad que el presidente George W. Bush y sus colaboradores se engañaban si creían que los iraquíes celebrarían la invasión: los iraquíes odiaban a Saddam Hussein, pero odiaban todavía más la idea de que los imperialistas yanquis atacaran su país. Irán es parecido, pero más poderoso.
Ahora las buenas opciones son pocas, pero una fuerza internacional que proteja a los cargueros podría ayudar, junto con un esfuerzo diplomático secreto para ver si el acuerdo nuclear puede ser emparchado de forma tal que ambos bandos lo acepten. Lo dudo, pero vale la pena intentarlo.
The New York Times
Traducción de Jaime Arrambide
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