Entre dos gigantes: China y la India se miden, Bután contiene la respiración
El pequeño país del Himalaya está en el epicentro de una tensa disputa territorial entre las dos grandes potencias de Asia
HAA, Bután.- La principal guarnición de la India en el reino de Bután se encuentra a menos de 20 kilómetros de la frontera en disputa con China. Cuenta con una academia de entrenamiento, un hospital militar y una cancha de golf, todos ellos un testamento del perdurable rol de la India en la defensa de esta diminuta nación del Himalaya.
A principios de este verano boreal, China empezó a construir un camino no pavimentado en el terreno en disputa, y la India envió tropas y maquinarias para impedir el avance de las obras. La incursión resultó en un tenso punto muerto que ya lleva más de 50 días, con soldados indios enfrentando a las tropas chinas atrincheradas a pocos metros de distancia.
En momentos en que Corea del Norte y Estados Unidos intercambian amenazas de guerra, China e India -los dos países más poblados del mundo- también se han lanzado a un creciente intercambio belicoso por esta remota frontera en disputa, un enfrentamiento que evoca el recuerdo del sangriento conflicto de 1962, cuando la atención del mundo estaba puesta en la crisis de los misiles en Cuba.
Se teme que la ambición y el nacionalismo puedan desencadenar nuevamente una guerra entre ambos países, pero ahora con más poder de fuego a su disposición.
Atrapada entre esas dos potencias nucleares que buscan el predominio regional se encuentra Bután, una nación montañosa de 800.000 habitantes famosa como lugar místico.
La India dice actuar en nombre de Bután en este enfrentamiento, pero su intervención no despierta demasiada gratitud por estas latitudes. Por el contrario, muchos butaneses sienten que el abrazo protector de la India se ha vuelto asfixiante.
"En caso de guerra entre la India y China, podríamos convertirnos en el jamón del sándwich", dice Pema Gyamtsho, líder del partido de oposición en la Asamblea Nacional de Bután. "No deberíamos ser obligados a optar -dice Gyamtsho en referencia a los vínculos de su país con India y con China-. Pero en este momento, ésa es la situación."
Durante décadas, Bután eligió la India. Hace más de un siglo, Bután observó atemorizada cómo los comunistas chinos tomaban el poder y eventualmente terminaron ocupando el vecino Tíbet, con el que tiene profundos lazos étnicos, culturales y religiosos. La India se ofreció a defender el reino y Bután aceptó.
Pero esta reciente escalada de la hostilidad ha fogoneado resentimientos incubados por la influencia india en el país. En particular, muchos sospechan que la India siempre buscó bloquear los intentos de Bután por establecer relaciones diplomáticas con Pekín y ampliar su intercambio comercial con los chinos, temiendo que ese acercamiento pudiera privarlos de esa estratégica zona neutral que les garantiza el territorio de Bután, un verdadero "Estado colchón".
"Bután tiene pleno derecho a su soberanía, ése es el punto crucial -dice Wangcha Sangey, ex editora, directora de la Cámara de Comercio e Industria de Bután, y una de las críticas más acérrimas de la injerencia india en el país-. Tenemos derecho a vivir como queremos vivir y a mantener relaciones diplomáticas con quien queramos."
En la superficie, el conflicto gira en torno a 88 kilómetros cuadrados de territorio reclamado tanto por Bután como por China. La India acusa a China de extender una ruta para ampliar su control sobre el territorio, y algunos comparan la jugada con los intentos de Pekín de fortalecer su reclamo sobre el Mar de la China Meridional transformando los arrecifes en islas.
La zona en disputa es estratégicamente relevante porque sus laderas descienden hacia un estrecho valle en territorio indio que conecta la India central con sus inaccesibles estados del Nordeste. La India llama esa zona "Cogote de Pollo" y hace tiempo que teme que China la ocupe por medio de la fuerza y deje partido en dos el territorio del país.
Pero el 16 de junio, cuando la India ordenó a sus tropas que cruzaran la frontera, al parecer lo hizo sin que Bután lo solicitara. Aunque Bután ha condenado la construcción de la ruta por parte de China, ha evitado cuidadosamente decir si le pidió o no a la India que interviniera. Nueva Delhi también evitó el tema.
La retórica de China se ha endurecido con advertencias casi diarias hacia la India. El comodoro Liu Tang, subcomandante de la Flota del Mar de la China Meridional, advirtió la semana pasada en el diario The People's Liberation Army Daily que la moderación de China "tiene plazo de vencimiento".
En los últimos días, la India ha puesto más tropas en estado de alerta, señal de que tampoco está dispuesta a echarse atrás.
En Haa, una pequeña aldea a un arduo día de viaje del lugar donde están apostadas las tropas, el conflicto es como un trueno lejano, la advertencia de una tormenta que podría llegar, pero que aún no preocupa.
Del lado de los funcionarios butaneses, el silencio es atronador: prefieren la ambigüedad a correr el riesgo de ofender a China o a la India. La cancillería no respondió a la requisitoria periodística, como tampoco el premier Tshering Tobgay.
Muchos butaneses se manifiestan más preocupados por las acciones de la India que por las de China. Algunos señalan que uno de los efectos de la jugada de Nueva Delhi -intencional o no- ha sido el de complicar las negociaciones sobre conflictos limítrofes con China, que podrían haber allanado el camino para estrechar las relaciones económicas entre ambos países.
Para Bután, parte del atractivo de mejorar sus relaciones con China son económicas. Además del intercambio comercial, también está el turismo, una de las principales actividades económicas de Bután. Los indios no necesitan visa para ingresar a Bután, pero los chinos deben pagar 250 dólares diarios en concepto de adelanto por los paquetes vacacionales. Sin embargo, el año pasado, y por primera vez, ingresaron a Bután más visitantes chinos que de ningún otro país, salvo la India.
Pema Tashi, que dirige la agencia Happiness Kingdom Travel y promociona "una temporada en el paraíso", tiene orientado su negocio a clientes chinos y cuenta con ocho guías turísticos que hablan mandarín. Tashi se queja de que no hay vuelos directos entre Bután y China, y dice sospechar que Nueva Delhi obstaculiza la normalización de las relaciones entre ambos países, que permitiría la apertura de esa ruta aérea.
"Tratamos de proteger los intereses de nuestro gran hermano -dice Tashi en referencia a la India-. Pero la India siente que si nos acercamos demasiado a los vecinos del Norte, tal vez dejemos de depender tanto de ella."
Traducción de Jaime Arrambide
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