¿Entonces los talibanes ganaron? Biden podría tener razón a pesar de todo
El Afganistán de hoy es muy distinto al que el grupo extremista gobernó a fines de los 90; los desafíos que enfrentan son inmensos
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WASHINGTON.- Para describir el objetivo de su presencia en Afganistán, los militares norteamericanos recurrieron durante años a la misma frase guionada: estamos ahí para enseñarle al ejército afganos a luchar por su propio gobierno.
Esa salida fácil siempre me molestó. Cada vez que algo salía mal con la misión norteamericana, apelaban a esa idea de que los afganos no sabían pelear y que con un cursito más de contrainsurgencia la cosa iba a mejorar. ¿Estaban hablando en serio? Pensar que los afganos necesitan que les enseñen a luchar es como creer que a los polinesios hay que enseñarles a pescar. Los hombres afganos saben perfectamente cómo luchar. Vienen luchando entre ellos, contra los británicos, los soviéticos y los norteamericanos desde hace mucho, mucho tiempo.
La misión nunca tuvo que ver con la forma de luchar de los aliados afganos de Estados Unidos. El tema es que estuvieran dispuestos a luchar por los corruptos gobiernos pronorteamericanos y proccidentales que nosotros ayudamos a sostener en Kabul. Y desde un principio, las fuerzas talibanas —que no eran entrenadas por ninguna superpotencia— tuvieron más voluntad de lucha, además de contar con la ventaja de considerados los defensores de los principios del nacionalismo afgano: independencia de los extranjeros y preservación del islam fundamentalista como base de la religión, la cultura, la ley y la política.
En los países que son ocupados repetidamente, como Afganistán, mucha gente en realidad prefiere que los gobierno uno de los suyos —por horrible que sea—, que un extranjero —por buenas intenciones que tenga—.
“Lo que aprendemos nuevamente en Afganistán es que aunque Estados Unidos puede detener las cosas malas que pasan en el extranjero, no puede hacer que ocurran cosas buenas”, dice Michael Mandelbaum, experto norteamericano en política internacional y autor de Misión fracaso: Estados Unidos y el mundo de la Post Guerra Fría. “Las cosas buenas tienen que surgir del propio país.”
Todo eso nos lleva a una pregunta central y dolorosa: ¿Entonces la misión de Estados Unidos en Afganistán fue un fracaso total? Y para responder esto voy a apelar a una de mis reglas infalibles para analizar lo que ocurre en Medio Oriente: cuando ocurre un acontecimiento importante, siempre hay que distinguir entre la mañana siguiente y la mañana después de la mañana siguiente. Todo lo realmente importante ocurre la mañana siguiente de la mañana siguiente, cuando todo el peso de los hechos y los implacables equilibrios de poder ya se han asentado.
Lo mismo pasará en Afganistán, y es igualmente cierto para los talibanes como para el presidente Biden.
La responsabilidad de los talibanes
Empecemos por los talibanes. Hoy tienen su gran primera mañana de celebración. Pueden jactarse de haber derrotado a otra superpotencia más.
¿Pero los talibanes piensan retomar simplemente donde dejaron hace 20 años, dando refugio a Al-Qaeda, imponiendo estrictamente la ley islámica y sojuzgando y abusando de las mujeres y las niñas? ¿Intentarán atentar contra objetivos de Estados Unidos y Europa en sus propios territorios?
No lo sé. Lo que sé es que acaban de heredar la responsabilidad sobre todo Afganistán. Más pronto que tarde sentirán la presión descomunal de tener que ordenar y dar trabajo a los afganos. Y necesitarán ayuda e inversiones extranjeras de países donde Estados Unidos tiene mucha influencia: Qatar, los Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita, Pakistán, y los miembros de la Unión Europea.
Tras la partida de Estados Unidos, los talibanes también tendrán que arreglárselas para sobrevivir mientras nadan solos en las aguas de algunos tiburones reales: Paquistán, India, China, Rusia e Irán. Si yo fuera el flamante gobernante talibán, mantendría el número de teléfono de la Casa Blanca en discado rápido.
“El movimiento talibán posterior a 2001 ha demostrado ser una organización más consciente y política, más abierta a la influencia de factores externos”, escribió Thomas Ruttig en un informe para el Centro de Lucha contra el Terrorismo en West Point.
Ya veremos. Las primeras señales —todo tipo de abusos de parte de los talibanes—, no son para nada prometedoras. Pero hay que ver qué pasa si logran restablecen por completo el control. El principal problema de los talibanes con Estados Unidos es que estábamos en su país. Veamos qué pasa ahora que no estamos más.
El principal problema de los talibanes con Estados Unidos es que estábamos en su país. Veamos qué pasa ahora que no estamos más.
Tampoco hay que olvidar que en 2001, cuando Estados Unidos invadió Afganistán, no existían ni los celulares inteligentes, ni Facebook, ni Twitter. Avancemos hasta el día de hoy: Afganistán no solo está mucho más conectado con el mundo, sino también mucho más conectado internamente. A los talibanes ya no les será tan fácil ocultar sus abusos al mundo, pero tampoco a sus propios compatriotas.
En 2001, prácticamente nadie tenía celular en Afganistán. Hoy en día, más del 70% de los afganos tienen un teléfono móvil, y la mayoría son teléfonos inteligentes con acceso a Internet. Si bien no hay nada intrínsecamente liberador en poseer un teléfono, según un estudio de 2017 de Internews, las redes sociales de Afganistán “son impulsoras del cambio, ya que se han convertido en una plataforma para denunciar casos de corrupción e injusticia, generando consciencia sobre problemas hasta ahora nunca abordados en los medios tradicionales y dejando que cualquier usuario de las redes sociales exprese púbicamente su opinión.”
Tal vez los talibanes cierren y cancelen todo. O tal vez no puedan hacerlo.
Además, en el informe sobre Afganistán de su edición del 7 de julio, la revista Time señala: “Cuando las fuerzas norteamericanas derrocaron a los talibanes, en 2001, en Afganistán prácticamente ninguna niña asistía a la escuela. Actualmente, son millones, y hay decenas de miles de mujeres que van a la universidad a estudiar de todo, desde medicina hasta pintura en miniatura.”
Tal vez la mañana siguiente de la mañana siguiente, de pronto los talibanes les ordenen a todas que se calcen el burka y cierren todas las escuelas para niñas. Pero también podrían encontrarse con una resistencia hasta ahora desconocida de parte de madres, esposas e hijas, precisamente gracias a las semillas de cambio social, educativo y tecnológico sembradas por Estados Unidos durante los últimos 20 años. Quién sabe.
¿Y si todos los afganos con mejor formación deciden emigrar —incluidos los funcionarios públicos, los plomeros, los electricistas, los expertos en reparación de computadoras y los mecánicos de automóviles— y a la mañana siguiente de la mañana siguiente al país lo tiene que gobernar una banda de matones talibanes casi iletrados? ¿Qué van hacer? Me lo pregunto sobre todo porque Afganistán, desde el punto de vista del medio ambiente, es un país mucho más castigado que hace 20 años.
Según un informe publicado el año pasado por National Geographic, “Afganistán es uno de los países más vulnerables del mundo al cambio climático, y uno de los menos equipados para manejar lo que está por venir”, como las sequías, inundaciones, aludes, deslizamientos de tierra, clima extremo y desplazamiento poblacionales masivos.
Cómo será juzgado Biden
En cuanto al gabinete de Biden, cuesta imaginar una peor “mañana después de mañana” para ellos en Kabul. Su ineptitud para garantizar un perímetro de seguridad y un proceso de transición en el cual los afganos que arriesgaron sus vidas por colaborar con las fuerzas norteamericanas en las últimas dos décadas tengan la garantía de un traslado seguro a Estados Unidos —por no mencionar la salida ordenada de diplomáticos extranjeros, activistas de derechos humanos y trabajadores de organizaciones humanitarios— es espantosa e inexplicable.
Pero en última instancia, el equipo de Biden será juzgado por cómo empiece a manejarse a partir de la mañana siguiente a la mañana siguiente. Biden hizo una afirmación que fue compartida por el equipo de Trump: que Estados Unidos estaría en mejores condiciones para lidiar con cualquier amenaza terrorista estando fuera de Afganistán que incrustado ahí adentro, con el consiguiente costo humano y de recursos. Y en su discurso a la nación del lunes por la tarde volvió a sugerir lo mismo.
Estamos frente a uno de los mayores desafíos geopolíticos que jamás haya enfrentado el mundo moderno. Ahora hay una gran cantidad de países — Libia, Líbano, Yemen, Afganistán, Somalia— que han desalojado a las grandes potencias coloniales que una vez los controlaron —y que llevaron tanto orden como desorden— pero que ahora también han fracasado ostensiblemente en gobernarse a sí mismos. ¿Qué hacer? ¿Cómo sigue la historia?
Cuando el presidente francés Emmanuel Macron visitó el Líbano, en julio de 2020, a su llegada le entregaron una petición firmada por unos 50.000 libaneses donde reclamaban que Francia tome el control del Líbano, debido a la “total incapacidad del gobierno libanés para dar seguridad y administrar el país”.
Es probable que ese tipo de peticiones empiecen a ser moneda corriente.
Durante los últimos 20 años, Estados Unidos intentó defenderse del terrorismo que emanaba de Afganistán tratando de fomentar su estabilidad y prosperidad, mediante la promoción del pluralismo de género, religioso, educativo, el pluralismo de los medios de comunicación y, en última instancia, el pluralismo político.
La teoría no era equivocada, pero se basaba en que hubiese suficientes afganos dispuestos a sumarse a ese pluralismo. Muchos lo hicieron. Pero muchos otros no. Así que Biden decidió que ya era hora de detener ese esfuerzo, salir de Afganistán y reajustar nuestra estrategia de defensa. Ojalá tenga razón. Porque será juzgado por lo que ocurra la mañana siguiente de la mañana siguiente.
Traducción de Jaime Arrambide
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