¿Ensayo antes del cónclave? El Papa designó nuevos cardenales y define al grupo que elegirá a su sucesor
Francisco creó 20 cardenales en el octavo consistorio de su papado; de los actuales 132 purpurados electores, 83 fueron creados por él, es decir, casi dos tercios
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ROMA.- En una jornada de calor africano –más de 33 grados de sensación térmica y humedad- y cuando la ciudad eterna sigue medio vacía porque los romanos aún no volvieron de las vacaciones, la Basílica de San Pedro se tiñó hoy de rojo y se llenó de delegaciones de todo el mundo.
Convocados por el papa Francisco, casi 200 purpurados de cinco continentes asistieron a la ceremonia solemne de creación de 20 nuevos cardenales (16 de ellos electores, es decir, menores de 80 años), que dio comienzo al octavo consistorio del exarzobispo de Buenos Aires, considerado por muchos una suerte de “ensayo general” del próximo cónclave.
Este consistorio, en efecto, tal como quiso el Papa, no terminó, sino que continuará este lunes y martes cuando los cardenales volverán a juntarse con él para oficialmente reflexionar sobre la constitución apostólica Predicad el Evangelio, documento que, después de siete años de trabajo, reformó radicalmente la curia romana, pero -en realidad- será para hablar de muchos otros temas.
Se trata de una ocasión extraordinaria, sobre todo después de la pandemia, para que los cardenales de todo el mundo, menores y mayores de 80 años y procedentes de todos los rincones del planeta, no solo puedan discutir sobre los desafíos actuales de la Iglesia, sus preocupaciones, la situación complicada y crítica del mundo, sino, sobre todo, para conocerse en forma personal. Mirarse a los ojos, escucharse, teniendo presente, inevitablemente, que entre ellos podría estar el sucesor de Francisco. Y esto sin contar que, al margen de la reunión en sí, en la que los 197 cardenales se dividirán en grupos y luego en discusiones generales, los llamados “príncipes de la Iglesia” podrán luego verse en restaurantes, cocktails de embajadas, recepciones, forjando amistades, alianzas y “cordadas”, como suele ocurrir antes de un cónclave.
“Creo que hay una gran necesidad de que los cardenales nos conozcamos los unos a los otros y en ese sentido es legítimo decir que es una suerte de ensayo [de cónclave], sobre todo para los cardenales electores”, dijo a LA NACION uno de los flamantes cardenales de la nueva tanda, el arzobispo británico Arthur Roche, prefecto de la Congregación del Culto Divino, quien en la ceremonia saludó al Santo Padre en nombre de los demás.
Las versiones de renuncia
De 85 años y con dificultades de movilización por problemas en su rodilla derecha, el Papa dijo en los últimos meses en sendas entrevistas, como hizo desde el principio de su pontificado, que la opción de la renuncia al trono de Pedro es para él una “puerta abierta”. Aunque también dejó en claro que, si bien no descarta una jubilación en el futuro, no lo está pensando en este momento. Quienes lo vieron recientemente dicen que, más allá de la rodilla, que somete a tratamiento y fisioterapia a diario, el exarzobispo de Buenos Aires está muy bien, lúcido como nunca, de buen humor y muy lejos de tirar la toalla.
En meses pasados, lo que desató especulaciones de un paso al costado, siguiendo el ejemplo de su antecesor, Benedicto XVI -quien renunció el 11 de febrero de 2013, gesto que ningún jefe máximo daba desde la Edad Media-, fue el anuncio de la visita que mañana el Papa hará a la ciudad de L’Aquila, justo en medio del consistorio.
La ciudad de L’Aquila, en los Abruzos, a unos 100 kilómetros de esta capital, no solo es famosa en el mundo por el terrible terremoto que la destruyó en 2009, sino también porque es allí que en 1294 renunció el papa Celestino V. Jorge Bergoglio rezará mañana sobre su tumba cuando participará de la tradicional fiesta de la “perdonanza” (del perdón), que instituyó ese pontífice, a quien Dante en La Divina Comedia decidió poner entre los “ignavos” (cobardes), en el Infierno.
Más allá de esto, a través de la creación de esta nueva tanda de cardenales –ningún argentino, cuatro latinoamericanos, ocho europeos, cinco asiáticos, dos africanos y un estadounidense-, el Papa terminó de moldear la configuración del próximo cónclave.
De los actuales 132 cardenales electores de 69 países, 83 fueron creados por él, es decir, casi dos tercios de los purpurados que ingresarán el día de mañana en la Capilla Sixtina para elegir a su sucesor, después de su renuncia o muerte.
Será un contexto totalmente distinto al del último cónclave, de marzo de 2013 porque en sus casi diez años de pontificado Francisco internacionalizó como nunca el colegio cardenalicio, donde perdieron peso los países del Norte –disminuyeron los italianos y europeos- y ganaron los del Sur, los de las periferias. Según las estadísticas del Vaticano, de los 132 electores, 53 son de Europa, 38 del continente americano, 21 de Asia, 17 de África y 3 de Oceanía.
Los nuevos cardenales
Fiel reflejo de esta apertura al mundo y como vino haciendo desde el principio de su pontificado, en este octavo consistorio el Papa decidió darles el birrete a prelados de lugares del mundo remotos y donde jamás hubo cardenales.
Por primera vez recibieron el birrete Paraguay –el arzobispo de Asunción, Adalberto Martínez Flores, algo que hizo que viajara a la ceremonia el presidente Mario Abdo Benítez-, Mongolia , Singapur, Timor Oriental y un pastor de la Amazonía.
“Es un mensaje de apertura a las periferias muy claro del Santo Padre”, comentó a LA NACION el sacerdote misionero italiano Giorgio Marengo, prefecto apostólico de Ulan Bator, Mongolia que con apenas 48 años se convirtió en el prelado más joven del colegio cardenalicio.
En una ceremonia sobria pero solemne, al margen del antes mencionado Roche, de la curia romana también recibieron los símbolos del cardenalato el arzobispo español Fernando Vérgez Alzaga, muy cercano al Papa y en cierta forma medio argentino, ya que fue secretario privado del cardenal argentino Eduardo Pironio, hoy presidente tanto de la Pontificia Comisión para el Estado de la Ciudad del Vaticano y del Governatorato; y el titular de la Congregación para el Clero, el arzobispo coreano Lázarus You Heung-sik.
De las márgenes del mundo, en cambio, se sumaron dos africanos, el arzobispo de Ekwulobia, Nigeria, Peter Okpaleke y al arzobispo de Wa, Ghana, Richard Kuuia Baawobr; y dos prelados de la India, el arzobispo de Goa y Damão, Filipe Neri António Sebastião de Rosário Ferrão y Anthony Poola, arzobispo de Hyderabad.
Los flamantes cardenales fueron a saludar al papa emérito, Benedicto XVI.
Como en otras ocasiones, el Papa, que ante cada nuevo máximo colaborador pronunció una tradicional fórmula en latín, no cumplió con la regla de que merecen la púrpura diócesis grandes, tradicionales, como las de Los Ángeles o Turín. En cambio, premió con los símbolos color sangre –que deben estar dispuestos a derramar los cardenales, hasta la muerte- a pastores con “olor a oveja” como el arzobispo de San Diego, Robert McElroy, considerado por algunos una figura análoga a la que tuvo el reconocido cardenal italiano Carlo Maria Martini.
“Un cardenal ama a la Iglesia, siempre con el mismo fuego espiritual, ya sea tratando las grandes cuestiones, como ocupándose de las más pequeñas; ya sea encontrándose con los grandes de este mundo, como con los pequeños, que son grandes delante de Dios”, les recordó Francisco en su homilía a los nuevos integrantes del Colegio Cardenalicio. Y evocó como ejemplo a seguir al del cardenal Agostino Casaroli, diplomático famoso por su Ostpolitik, una política de apertura hacia los países del Este Europeo durante la Guerra Fría. “¡Dios no quiera que la miopía del ser humano cierre de nuevo aquellos horizontes que él abrió!”, dijo, aludiendo, sin mencionar, a la guerra en Ucrania que trastocó a Europa y al mundo.
Francisco destacó, por otro lado, el hecho de que, más allá de su gran diplomacia, Casaroli (que también tuvo un importante papel en la firma del tratado de paz entre la Argentina y Chile por el conflicto del canal de Beagle en 1985) visitaba en forma habitual a jóvenes detenidos en una cárcel de menores de Roma, donde lo llamaban “don Agostino”.
“Queridos hermanos y hermanas, volvamos a mirar a Jesús: sólo Él conoce el secreto de esta magnanimidad humilde, de este poder manso, de esta universalidad atenta a los detalles”, pidió Francisco, quien recordó asimismo que Jesús “nos llama por nuestro nombre, nos mira a los ojos y nos pregunta: ¿Puedo contar contigo?”.
En un silencio solemne y clima de pre-cónclave, lo escuchaban, serios, casi 200 prelados vestidos color sangre, entre los cuales podría estar su sucesor, o no. Varios vaticanistas esperan, de hecho, que pueda haber otro consistorio el año que viene, ya que varios electores cumplirán 80 años y en septiembre del año próximo el total se reducirá a 120, el techo máximo. Se liberarán, así, lugares para que designe a nuevos cardenales. Pero habrá que esperar.
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