Steve Ellis, editor de una revista de Londres, recibió una carta de su madre contándole lo sucedido hacía 39 años
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En el verano de 1988, Steve Ellis recibió una noticia impactante que repercutiría durante más de 30 años y daría lugar a una amistad inesperada. Steve Ellis estaba en el trabajo, en las oficinas de la revista Bella en Londres, cuando llegó la carta. El sobre tenía una estampilla de Halifax y Steve reconoció la letra de inmediato: era de su madre.
“Querido Stephen, no he estado orgullosa de mi pasado y, a veces, todavía me duele mucho”, comenzaba la carta. “Créeme, nadie sabe la angustia que he pasado durante muchos años. La gente nos perdonó a mí y a él por lo que hicimos, y te puedo decir que lo más difícil es perdonarse a uno mismo”.
Steve, uno de los editores fundadores de la revista femenina, tenía 37 años y su madre soltera, Dorothy, lo había criado como hijo único.
Pero en su carta, Dorothy reveló que también había dado a luz a otro hijo, una niña nacida dos años después que él. Steve y su hermana tenían el mismo padre, escribió Dorothy, pero él estaba casado y tenía su propia familia.
“Era la primera vez que mencionaba que había tenido otro hijo”, dice Steve. “Rompió una burbuja de silencio, de algo que no se había hablado entre madre e hijo”.
Secreto a medias
“Stephen, por favor, perdóname por el pasado, porque no puedo explicar la angustia que ha sido para mí”, escribió Dorothy. “Te quiero muchísimo.”
Aunque la carta de su madre lo había sorprendido, a Steve no le extrañó saber que tenía una hermana. De hecho, había descubierto el secreto de su madre hacía más de 25 años, cuando un día se topó con un montón de cartas en su dormitorio.
Entre ellas había un certificado de nacimiento de alguien llamada Susan Ellis, nacida en diciembre de 1953, dos años después que él.
“Estaba tan sorprendido, no era la única persona en el mundo”, dice Steve. Allí también había cartas de la Sociedad de Adopción de Ashton-under-Lyne, un pueblo en las afueras de Manchester, que decían cosas como: “Lamentamos mucho su acción”, “Este es un acto muy pecaminoso” y “Espero que su familia la perdone”.
Steve, que entonces tenía 10 años, sabía lo que significaba adopción, pero había otras palabras que no entendía, y descubrir los secretos de su madre le hizo sentir culpable. Steve nunca le dijo una palabra sobre lo que había encontrado.
Otra boca para alimentar
El día después de recibir su carta, Steve fue a ver a su madre en su apartamento en Halifax. Entre lágrimas, Dorothy le contó cómo había amamantado a su hijita durante 10 semanas y dos días en casa, antes de que se la llevaran.
“Un segundo hijo ‘ilegítimo’, nacido en una casa pequeña de dos habitaciones con siete, a veces ocho, ocupantes era demasiado”, dice Steve.
En ese momento, él y su madre vivían con los padres de Dorothy y tres o cuatro de sus hermanos. La abuela de Steve era trabajadora de la limpieza, mientras que su abuelo alimentaba calderas en una fábrica de alfombras.
Dorothy no tenía trabajo y no podían permitirse otra boca que alimentar. Había vivido con una “culpa horrenda”, le dijo, además de tener que soportar el estigma de ser una madre soltera que había “regalado” a uno de sus hijos.
Había sido difícil encontrar trabajo porque muchos empleadores no aceptaban madres solteras, y algunos de los amigos de Dorothy no le hablaron durante años.
“La gente cruzaba la calle y se negaba a hablar con ella porque había tenido un hijo ilegítimo”, dice Steve. “Era una mujer perdida”. Steve siempre se había preguntado por Susan. Le preguntó a Dorothy si le gustaría que él tratara de encontrarla, y su madre dijo: “Sí”.
Búsqueda
En cuestión de días, Steve estaba llenando formularios en la Oficina de Registro General. Se puso en contacto con abogados, habló con una agencia de detectives privados e incluso colocó un anuncio en el Manchester Evening News porque tenía la corazonada de que Susan vivía en esa zona.
“No hubo respuesta”, dice Steve. No importa dónde buscara, no obtenía resultados. A medida que pasaban los años, Steve a menudo se preguntaba si su hermana era la extraña que se cruzaba con él en la calle. Anhelaba encontrar a Susan, no solo por su propio bien, sino también por el de su madre.
“No puedo imaginar que haya pasado un día sin que ella pensara en su hija”, dice. “De alguna manera, es peor que la muerte. Alguien a quien diste a luz está ahí afuera, pero no sabes cómo se ve, si sus padres fueron amables o desagradables, si tuvo éxito. Ella está ahí, pero no está”.
“Mi hermana estaba viva”
Para 2019, Steve tenía más de 60 años y se resignó al hecho de que quizás nunca encontraría a su hermana. Pero a lo largo del tiempo, la ley cambió para permitir que las agencias intermediarias ayudaran a localizar a las personas separadas por adopción antes del 30 de diciembre de 2005.
Cuando Steve se dio cuenta de que esta ayuda estaba disponible, se puso en contacto con una agencia y les contó todo lo que pudo sobre Susan Ellis. A los pocos meses, un investigador especializado tuvo noticias para él.
“Mi hermana estaba viva”, cuenta Steve. El intermediario le advirtió que tendrían que andar con cuidado: era posible que Susan ni siquiera supiese que había sido adoptada. Enviaron una carta escrita con mucha delicadeza y esperaron, pero la respuesta de Susan no fue lo que Steve había deseado.
“Estaba muy enojada y conmocionada”, recuerda.
Susan, a quien le habían dicho que había sido entregada a los servicios sociales después de la muerte de su madre biológica, y que no tenía idea de que tenía parientes vivos, dijo que necesitaba tiempo para considerar el acercamiento de su hermano.
Steve esperaba que Susan aceptara la situación y finalmente pudieran construir una relación de hermanos, pero cuando pasaron más de cinco meses y no hubo noticias, comenzó a perder la esperanza.
Muerte
Un soleado día de abril, apenas un par de semanas después del primer confinamiento por covid en 2020, llamó el intermediario. Pero no eran buenas noticias. Susan había muerto tres días antes.
“Me senté en el jardín a llorar”, dice Steve, “me había perdido a mi hermana”. El intermediario le dijo a Steve que al esposo de su hermana, Graham, le gustaría hablar con él, y más tarde esa noche los dos hombres conversaron.
A Sarah, cuyo nombre se cambió de Susan cuando fue adoptada, se le había ocurrido la idea de ponerse en contacto con Steve, dijo Graham, pero su salud se había deteriorado después de una complicada operación del corazón y había sido ingresada en el hospital.
“A medida que se iba poniendo más enferma, se mostraba más conciliadora y quería establecer contacto”, explica Steve. “Pero luego su salud se deterioró hasta el punto que se hizo demasiado tarde”.
Sarah murió en aislamiento. En la parte superior de su certificado de defunción dice covid-19.
Ironías de la vida
Aunque estaba en medio de su propio dolor, Graham respondió las preguntas de Steve sobre Sarah y creó una imagen de la hermana que Steve nunca había conocido. Era jovial, cálida y sociable, le dijo Graham, y disfrutaba de la vida.
“Fueron 66 años de historia condensados en 90 minutos”, dice Steve, “fue asombroso”. Sarah había sido criada por padres adoptivos amorosos: su padre era director de escuela y vivían en una casa grande.
“Hay una maravillosa ironía ahí, de estos contrastes en su vida y la mía”, dice Steve. “Me dejaron en esta casucha callejera llena de gente en Halifax, mientras que mi hermana se fue a una vida bastante grandiosa”.
Después de asistir a una escuela privada, Sarah pasó tres años como oficial de la Real Fuerza Aérea británica y luego manejó su propia cafetería. Unos días después, Graham le envió por correo electrónico a Steve una fotografía de Sarah, la primera que había visto.
“Cuando apareció en la pantalla, me derrumbé”, dice Steve. “Creo que fueron 60 años de emoción reprimida. Fue el sentimiento más asombroso, nunca lo había tenido antes y nunca lo he tenido desde entonces”.
“Ella cobró vida, a pesar de que estaba muerta”. Steve y su esposa vieron a Graham parado solo en el crematorio el día del funeral de Sarah, a través de un enlace de video desde su casa. A partir de ahí, los dos hombres comenzaron a hablar por teléfono todos los días y un vínculo creció entre ellos.
Un cuñado extremadamente generoso
Eventualmente, Graham invitó a Steve a quedarse en la casa que él y Sarah habían compartido. Al pasar tiempo con su esposo, examinar fotografías y visitar lugares en los que ella había estado, Steve se sintió más cerca de su hermana que nunca.
También descubrió paralelismos interesantes: ambos tocaban el piano de oído y les encantaba hornear, y cuando Steve vio algunas de las pinturas de Sarah, quedó impresionado por lo similar que era su estilo de acuarela con el suyo.
“No serías capaz de decir si los pintó ella o lo hice yo”, dice.
Dorothy, la madre de Steve, murió dos años antes de que Steve encontrara a su hermana, llevándose la culpa a la tumba. Steve siente tristeza por no haber podido tranquilizar a su madre sobre cómo habían resultado las cosas para la bebé que tuvo que entregar.
“Hubiera sido maravilloso hacerle saber que se había ido con padres buenos y amorosos”, dice. Steve está agradecido por la relación con su recién encontrado cuñado, quien cumplió los últimos deseos de Sarah al hacer posible la “peregrinación” de Steve para aprender sobre su hermana.
“Nunca podré conocerla, nunca podré hablar con ella, y eso será una fuente de arrepentimiento para siempre”, dice Steve, que ahora tiene 70 años. “Sin embargo, conocí a Sarah después de su muerte, porque su esposo Graham abrió su corazón y su hogar para permitirme descubrir todo lo posible sobre mi hermana perdida hace mucho tiempo, un acto de una generosidad asombrosa”.
Todas las fotos son cortesía de Steve Ellis.
Por Sarah McDermott
BBC News
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