En una tajante decisión, Rusia corta sus vínculos con la OTAN
El Kremlin suspenderá indefinidamente su misión en Bruselas ante la OTAN, así como la misión de la organización internacional basada en la embajada de Bélgica en Moscú
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PARIS – En una nueva ilustración de las tensiones que oponen desde hace varios años a Rusia y Occidente, Moscú suspendió ayer su misión de representación ante la Organización del Tratado del Atlántico Norte en Bruselas, así como la de la OTAN en Moscú. Esa tajante decisión, que tiene un rancio perfume de guerra fría, responde al reciente retiro por parte de la Alianza de las acreditaciones de ocho emisarios rusos, acusados de espionaje.
“Después de ciertas medidas adoptadas por la OTAN, las condiciones básicas para un trabajo en común han dejado de existir”, indicó ayer el ministro de Relaciones Exteriores ruso, Serguei Lavrov, precisando que la decisión de Moscú entrará en vigor el 1° de noviembre.
En concreto, Rusia suspenderá indefinidamente su misión en Bruselas ante la OTAN, así como la misión de la organización internacional basada en la embajada de Bélgica en Moscú, cuyo rol es asegurar el contacto entre la Alianza —basada en la capital belga— y el ministerio ruso de Defensa.
Lavrov también anunció el cierre de “la oficina de información de la OTAN” en Moscú, que tiene por misión oficial “mejorar el conocimiento y la compresión mutua”. Según el ministro ruso, a partir de 2014 —cuando Rusia anexó Crimea— “la OTAN redujo sensiblemente los contactos con nuestra misión. En el plano militar, no hubo ningún contacto desde entonces”.
El ministro ruso insistió además en que la Alianza “no tiene interés en dialogar y promover un trabajo de igual a igual”. No viendo ninguna perspectiva de mejora “en un futuro próximo”, en caso de “urgencia” la OTAN podrá contactar al embajador ruso en Bélgica”, concluyó Lavrov.
Este nuevo enfrentamiento ruso-occidental se produce en un marco de repetidas sanciones, expulsiones cruzadas de diplomáticos, acusaciones de injerencia electoral, espionaje y ciberataques atribuidos a Moscú. El último de esos episodios se produjo a comienzos de octubre, cuando la OTAN anunció el retiro de acreditaciones a ocho miembros de la misión rusa en Bruselas, acusados de ser “agentes de inteligencia rusos no declarados”. Simultáneamente, el secretario de la organización, Jens Stoltenberg, había culpado a Moscú de practicar crecientes “actividades malintencionadas” en Europa.
Moscú recibió ese mensaje estimando que la alianza político-militar fundada en 1949 por los adversarios de la Unión Soviética había demostrado su negativa a normalizar relaciones. En resumen, Rusia reprocha a la OTAN su ambición de extender sus fronteras, incluyendo a Ucrania y Georgia, dos repúblicas exsoviéticas que el Kremlin considera aún como parte integrante de su esfera de influencia.
Y no es casual que, en el mismo momento del anuncio ruso, el secretario estadounidense de Defensa, Lloyd Austin, se encontrara reunido en Tiflis con el primer ministro georgiano, Irakli Garibashvili, donde firmaron una nueva iniciativa para ayudar a esa nación del Cáucaso a “ser más eficiente, efectiva y más interoperable con la OTAN”, según el comunicado posterior a la reunión.
Esa iniciativa es una extensión de un acuerdo pre-existente, el Georgia Defense Readiness Program, cuyo objetivo es “ayudar a Georgia a defender su soberanía”, después que Rusia invadió Osetia del sur y Abjasia en 2008. Esas dos provincias, que representan el 20% del territorio georgiano, siguen ocupadas por Rusia. La gira de Austin también lo llevará a Ucrania, Rumania y a la sede de la OTAN en Bruselas.
En 2018, la Alianza Atlántica ya había retirado sus acreditaciones a siete miembros de la misión rusa, haciéndolos expulsar de Bélgica, tras el envenenamiento en Gran Bretaña de Sergueï Skripal, un ex agente doble ruso, y de su hija Iulia. En aquel momento, el número de acreditaciones de la misión rusa en Bruselas fue reducido de 30 a 20. El 7 de octubre de este año, esa cantidad fue nuevamente recortada a diez.
Sin embargo, a pesar de las fuertes tensiones que enfrentan a Moscú y Occidente, los contactos no cesan completamente. El alto comando militar ruso se reunió en numerosas ocasiones desde 2014 con jefes militares de la OTAN o del Pentágono en terceros países. En febrero de 2020, por ejemplo, el jefe de estado mayor Valéri Guerassimov se reunió en Azerbaiyán con el comandante supremo de la OTAN en Europa, el general estadounidense Tod Wolters. En septiembre de este año, Guerassimov mantuvo una reunión con su homólogo norteamericano, Mark Milley, en Helsinki, tras una precedente entrevista en diciembre de 2019.
En el terreno político, los intercambios bilaterales también habían dado signos de distensión en los últimos meses. El encuentro en junio pasado entre los presidentes Vladimir Putin y Joe Biden, el primero desde la llegada del demócrata a la Casa Blanca, fue calificado de “cordial” por los observadores y permitió el retorno de embajadores en ambos países.
Más recientemente, la visita la semana pasada a Moscú de la número tres de la diplomacia norteamericana, Victoria Nuland, consagrada sobre todo al control de armamentos y la ciberseguridad, fue calificada de “útil” por el Kremlin.
La primera reacción occidental a la decisión de Moscú llegó ayer por parte del ministro de Relaciones Exteriores de Alemania, Kaiko Maas, que la calificó de “inquietante”.
“Es más que lamentable. La decisión adoptada por Moscú afectará seriamente la relación bilateral”, declaró Mass.
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