En una fábrica, la quinta esencia de la Venezuela de hoy
Una huelga en Sidor es el símbolo de las crecientes divisiones, incluso en el chavismo
CIUDAD GUAYANA, Venezuela.– La semana pasada, grupos sindicales rivales montaron guardia frente a la mayor siderúrgica del país para discutir si mantenían la huelga en la planta manejada por el gobierno, que finalmente fue levantada ayer, luego de 22 días.
Cada una de la facciones hizo escuchar su mensaje a todo volumen por los altoparlantes, tratando de taparse una a la otra. Después llegaron los empujones y las peleas, acompañados de un duelo de versiones del himno nacional.
La principal demanda de los huelguistas era que la empresa estatal Siderúrgica del Orinoco (Sidor), que era propiedad del grupo Techint y fue nacionalizada por Hugo Chávez, les pagara los millones de dólares en bonos y otros beneficios que, según aseguran, fueron mal liquidados.
Las escenas que se vieron aquí desde que comenzó la huelga hasta que terminó, ayer a la mañana, fueron la quintaesencia de lo venezolano: descontrol, divisiones, gritos y nadie que escuchase a nadie. Pero eso es algo que nunca hubiese ocurrido bajo el gobierno de Chávez, mentor del actual presidente Nicolás Maduro.
"Sidor es como una pequeña Venezuela, con sus elites y sus divisiones, con su gente a favor del gobierno y sus opositores, y donde se producen cambios", dijo Leonel Grisett, miembro del comité ejecutivo del sindicato. "Los obreros advierten que el gran líder ya no está."
Chávez, ex soldado y figura paternal adorada por muchos, mantenía la disciplina e infundía respeto, algo que Maduro no logró, mientras intenta continuar la autoproclamada revolución de su predecesor. La huelga era un problema difícil para él, que se define como un presidente trabajador y que suele hacer referencia a su pasado como líder sindical del sistema de tránsito de Caracas.
Ciudad Guayana, unos 700 kilómetros al sudeste de Caracas, fue creada en la década de 1960 como una ciudad planificada y hogar de la industria pesada de Venezuela. Hasta hoy conserva las amplias avenidas y los bloques de departamentos modernistas soñados por los planificadores urbanos de Harvard y del MIT, pero también tiene grandes villas miseria. Y aunque la gigantesca siderúrgica manejada por el gobierno emplea a decenas de miles de personas, los habitantes de la ciudad sufren por la corrupción, la baja inversión y la caída de la producción.
Sidor fue creciendo al ritmo de la ciudad. Fundada por el gobierno en la década de 1960, fue privatizada en la década de 1990, antes de ser nacionalizada de nuevo en 2008. Pero la producción se hundió cerca de 60% desde entonces, y los analistas lo atribuyen a la mala administración, la corrupción y la falta de inversiones y mantenimiento.
La duración de la huelga y su origen –trabajadores rasos– son indicios destacables en un país donde la mayoría de los sindicatos tienen una estrecha relación con el gobierno y el partido oficialista, especialmente en empresas estatales como Sidor.
Una vez que la suspensión de actividades se extendió, la mayoría de los líderes sindicales hizo suya la causa de los trabajadores. Pero una de las facciones se opuso a la huelga y cerró filas detrás de Maduro y los gerentes de Sidor, desatando una pelea política entre el sindicato y una inusual división de opiniones en el chavismo.
Así fue que se gestó la guerra de altoparlantes del viernes pasado. Alrededor de las seis de la mañana, según la rutina de los últimos días, los líderes sindicales de las fuerzas huelguistas dieron discursos por los altoparlantes mientras se congregaban cientos de trabajadores. Pero ese día la facción disidente instaló sus propios parlantes a unos diez metros de distancia. Con el volumen al máximo de decibeles, empezaron con su diatriba contra la huelga.
En determinado momento, el contingente antihuelga pasó una grabación de Chávez en la que cantaba el himno nacional, mientras sus seguidores acompañaban la tonada.
No bien terminó la grabación, los sindicalistas huelguistas, que superaban ampliamente en número a sus adversarios, arrancaron a viva voz con su propia versión. Y justo cuando parecía que las cosas iban a calmarse, un camión llegó trayendo a Carlos Osorio, presidente de la Corporación Venezolana de Guayana, una especie de holding del Estado que controla Sidor y otras empresas públicas. "Todos los que estamos acá estamos acá gracias a Chávez", arengó el funcionario.
Osorio instó a los trabajadores a volver a sus puestos de trabajo: la empresa estaba dispuesta a pagar algunos beneficios adicionales, dijo, pero se negó a conceder la principal exigencia de los huelguistas, el recálculo de los bonos, al insistir en que fueron correctamente liquidados.
Los huelguistas respondieron con cánticos y abucheos: querían su dinero. Más tarde, Maduro calificó por televisión la huelga de ilegal y advirtió que si se extendía podría tomar "medidas drásticas".
Esas palabras expusieron la distancia que separa el palacio presidencial de los portones de la siderúrgica. "Ese tipo no conoce la realidad de acá", dijo Eduardo Brito, operario de un montacargas en Sidor. Pasados los días, Osorio anunció ayer un acuerdo para pagar la deuda con los trabajadores de manera escalonada.
Acercamiento con paraguay
Los cancilleres de Paraguay, Eladio Loizaga, y de Venezuela, Elías Jaua, anunciaron en Asunción que normalizarán las relaciones diplomáticas de ambos países, congeladas en junio de 2012 tras la destitución de Fernando Lugo. Venezuela propuso a Paraguay la designación de un nuevo embajador en Asunción como muestra de "voluntad política". Loizaga dijo que corresponderán de la misma forma cuando el presidente Horacio Cartes elija al representante.
Traducción de Jaime Arrambide
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