Borodyanka, la ciudad destruida al norte de Kiev, donde podría haberse repetido la pesadilla de Bucha
La retirada rusa habría dejado también gran cantidad de muertos en Borodyanka, al noroeste de la capital ucraniana, aunque todavía no se confirmó el número de víctimas
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KIEV.- Borodyanka está destruida. Los edificios están quemados, y dejan caer pedazos de su estructura sobre las copas de los árboles. Un viaje por la larga carretera que atraviesa esta modesta ciudad ucraniana se parece mucho a una procesión lúgubre y absurda.
Un bloque de departamentos se ve perforado por una explosión. Un colchón carbonizado cuelga a cielo abierto. Un tanque calcinado está estacionado en las entrañas de un edificio arrasado. Los juguetes de los chicos están desperdigados por toda la calle. Son demasiados para contarlos.
Nada está donde debería estar. Los detalles de la devastación son infinitos, en una escala abrumadora. Algunas casas simplemente ya no existen.
Mykola Kazmyrenko, que avanza por la calle principal empujando un carrito con paquetes de ayuda, no puede entender qué paso.
“No puedo ni mirarlo, me dan ganas de llorar”, dice este hombre de 57 años. “La gente perdió por completo sus hogares”.
Aunque los periodistas que pasaron por el lugar no vieron ningún cadáver, los lugareños sostienen que muchos de sus vecinos fueron asesinados en la localidad.
“Sé que cinco civiles fueron asesinados”, dice Rafik Azimov, de 58 años. “Pero no sabemos cuántos más quedan en los sótanos de los edificios en ruinas tras los bombardeos”.
“Nadie trató de sacarlos todavía, así que no se sabe”.
“Ama a tu Ucrania”
En la ciudad de Bucha -entre Borodyanka y Kiev-, un periodista de la agencia AFP vio el sábado último 20 cadáveres en una sola calle y después se confirmó un gran número de muertos
Pero el Fiscal General de Ucrania anunció hoy que Borodyanka, de 12.000 habitantes, situada a 25 kilómetros al noroeste de Bucha, es la ciudad liberada con más víctimas de la región de Kiev, según el medio The Kyiv Independent.
Aunque el costo en vidas humanas en Borodyanka aún no está confirmado, la devastación es completa. Cada dirección presenta un panorama nuevo e insondable.
La mayoría de las ventanas están destrozadas y desde la calle se pueden ver el interior de los departamentos. Una heladera llena de imanes, una alfombra oriental marrón colgada en una pared, un bloque de cuchillos de cocina que, de alguna manera, logró mantenerse en su lugar.
En la parte superior del bloque de departamentos de nueve pisos, desaparecieron habitaciones enteras, que quedaron desparramadas a nivel del suelo.
Solo queda el papel de revestimiento: marrón en el cuarto piso, azul en el quinto, dorado en el sexto.
A través de un agujero en el edificio se ve el cielo. Estas viviendas son ahora un amasijo de ladrillos caídos y metal, sacudido por el duro viento ucraniano.
Los cristales rotos tintinean y los gatos callejeros maúllan entre los restos. El césped de la rotonda que da acceso a la ciudad ha sido arrasado por los tanques.
La señal de los celulares ha colapsado, pero puede verse a dos personas subidas en lo alto de un edificio en busca de recepción.
Otros residentes se aventuran en las casas para sacar fardos de pertenencias. Pero los equipos de desactivación de explosivos aún no han actuado: sería una apuesta arriesgada.
En la plaza central sigue en pie un imponente busto del poeta Taras Shevchenko, icono de la cultura ucraniana. Pero sobre su frente y en la parte superior de su cabeza hay dos agujeros de bala.
El verso inscrito debajo implora: “Ama a tu Ucrania, ámala. En los tiempos feroces y en los últimos momentos difíciles”.
Bajo las ruinas
Pasando por el puente demolido en las afueras de la ciudad, Valentyna Petrenko viajó desde su pueblo cercano para dar testimonio.
“Cuando llegaron los rusos, nos quitaron los celulares y saquearon las casas. Intentamos comportarnos con normalidad con ellos para no provocarlos”, dice esta mujer de 67 años.
“Un misil cayó en nuestro pueblo, mi casa quedó en ruinas, todo quedó arruinado”, dijo. “Los rusos cometieron atrocidades, muchas atrocidades”.
Volodimir Nahornyi sale de Borodyanka en bicicleta, pero debe abandonarla obligatoriamente por el puente destruido.
Baja y sube por la ruina a la que se volvió intransitable para los vehículos, probablemente para impedir el avance de los blindados rusos.
Se une a Petrenko al otro lado y mira hacia atrás, hacia el lugar por el que ha venido: la ciudad donde nada es como debería ser.
“Todos los departamentos fueron robados y vandalizados”, dice. “Todo está arruinado, todo está dañado”.
“He enterrado a seis personas”, añade. “Hay más gente bajo las ruinas”.
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