En sus 220 años de historia, el Capitolio fue escenario de violencia, pero nunca como lo que vimos ayer
WASHINGTON.- En más de 220 años de historia, el Capitolio de Estados Unidos nunca había visto nada como esto: una turba furiosa que se abrió camino entre las majestuosas columnas de mármol, interrumpió el traspaso del poder ¡ y profanó la sede de la democracia más grande del mundo.
Pero no fue ni por asomo la primera vez que el Capitolio se vio marcado por la violencia.
En 1814, apenas 14 años después de la inauguración del edificio, las fuerzas británicas intentaron incendiarlo durante la guerra anglo-estadounidense de 1812. Los invasores primero saquearon el edificio, y luego prendieron fuego las alas sur y norte, quemando a su paso la Librería del Congreso. Una repentina tormenta evitó su destrucción total, pero según el arquitecto Benjamin Henry Latrobe, el edificio pasó a ser "una ruina más esplendorosa".
Desde entonces, y durante siglos, los acontecimientos más de una vez han dejado en ridículo la inscripción que luce del estrado de la Cámara de Representantes: "Unión, Justicia, Tolerancia, Libertad, Paz". El edificio fue bombardeado en varias oportunidades. Se han producido tiroteos. Y un legislador casi mata a otro.
El episodio más conocido ocurrió en 1954, cuando cuatro nacionalistas puertorriqueños desplegaron la bandera de la isla, y al grito de "Libertad para Puerto Rico", desataron una descarga de unos 30 disparos desde la galería de visitantes de la Cámara de Representantes. Hubo cinco congresistas heridos, uno de ellos de gravedad.
"¡No vine a matar a nadie, vine a morir por Puerto Rico!", gritó la líder, Lolita Lebrón, cuando fue arrestada junto con sus cómplices.
El edificio ha sido blanco de ataques desde siempre. En 1915, un alemán plantó tres cartuchos de dinamita que estallaron poco antes de medianoche en la sala de recepción del Senado, cuando no había nadie en las inmediaciones.
El perpetrador –que previamente había asesinado con veneno a su esposa embarazada, había baleado al financista J.P. Morgan Jr., y había puesto una bomba en un barco a vapor cargado de municiones con destino Gran Bretaña– se mató antes de ser arrestado.
Más recientemente, en 1971, la organización de izquierda radical Weather Underground detonó un explosivo en protesta por el bombardeo estadounidense en Laos, y en 1983, la Organización Comunista 19 de Mayo bombardeó el Senado en respuesta a la invasión de Granada. Ninguno de esos ataques causó muertes ni heridos, pero ambos implicaron cientos de miles de dólares de daños e hicieron que se tomaran medidas de seguridad más estrictas.
El ataque más letal que se haya perpetrado en el edificio del Congreso norteamericano ocurrió en 1998, cuando un enfermo mental disparó en un puesto de control y mató a dos oficiales de la Policía del Capitolio. Moribundo, uno de los oficiales logró herir al atacante, que fue arrestado y luego internado. Una estatua cercana del vicepresidente John C. Calhoun todavía luce la marca de una bala del incidente.
En 2013, una mecánica dental con su hija de 18 meses intentó acceder en auto al predio de la Casa Blanca, y fueron perseguidas hasta el Capitolio, donde la mujer murió baleada por la policía.
También se conocen otros ataques. En 1835, fuera del edificio, un pintor de brocha gorda demente intentó disparar con dos pistolas contra el presidente Andrew Jackson. Las balas fallaron, y Jackson azotó al atacante.
Y en 1856, en un episodio muy conocido, el representante Preston Brooks atacó al senador abolicionista Charles Sumner a bastonazos en el suelo del Senado luego de que el senador diera un discurso contra la esclavitud.
Sumner recibió tantos golpes que tardó tres años en recuperarse por completo y volver al Congreso. La Cámara de Representantes no logró expulsar a Brooks, que renunció por iniciativa propia… pero fue reelecto inmediatamente.
Agencia AP
Traducción de Jaime Arrambide
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