En su tradicional discurso navideño a la curia, el papa Francisco pidió no ”laberintear” en la mediocridad y rigidez
El Pontífice también lamentó que siga habiendo un debate sobre la división entre “progresistas” y “conservadores”, mientras que la diferencia central está entre “enamorados” y “acostumbrados”
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ROMA.- No caer en la tentación de “laberintear” –nuevo neologismo de Jorge Bergoglio-, sino escuchar, discernir y caminar. Fue la recomendación que el papa Francisco les dejó hoy a sus máximos colaboradores en su tradicional discurso de felicitaciones navideñas a la curia romana, un evento todos los años puesto bajo la lupa de los vaticanistas, en el que aseguró que “la dificultad, hoy, consiste en transmitir la pasión a quienes hace tiempo la perdieron”. “Sesenta años después del Concilio, seguimos debatiendo sobre la división entre ‘progresistas’ y ‘conservadores’, mientras que la diferencia central está entre ‘enamorados’ y ‘acostumbrados’. Esta es la diferencia. Y sólo caminan los que aman”, subrayó.
Esta definición fue destacada más tarde en un tuit por el cardenal cordobés Víctor Manuel “Tucho” Fernández, prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe y primera persona cercana que este año el Papa quiso traer a la curia romana como uno de sus máximos colaboradores.
"Hace falta coraje para amar... la verdadera diferencia es entre acostumbrados y enamorados".
— Víctor Manuel Fernández, Tucho, obispo, monseñor (@Tuchofernandez) December 21, 2023
Son palabras que nos dijo hoy el Papa Francisco a los que trabajamos con él. Pero valen para todos. pic.twitter.com/9uRqIAgo4j
Justo el lunes pasado, con el aval de Francisco, el dicasterio de Fernández publicó un nuevo documento -la declaración “Fiducia supplicans”- que por primera vez en la historia le abrió las puertas a las bendiciones pastorales a parejas irregulares y del mismo sexo, siempre y cuando quede claro que no se trate de un matrimonio. Algo considerado histórico y que enseguida fue rechazado por los sectores ultraconservadores.
Aunque no hubo mención alguna a este cambio, como hace dos años otro documento vaticano había tajantemente prohíbido las bendiciones a parejas gay, en el discurso pareció aludir a esta nueva apertura cuando condenó en varias oportunidades la rigidez y cuando advirtió “contra el fijismo de la ideología que, a menudo, bajo la apriencia de buenas intenciones, nos separa de la realidad y nos impide caminar”. “En cambio, estamos llamados a ponernos en camino y avanzar, como hicieron los Magos, siguiendo la Luz que siempre quiere llevarnos más allá y que a vaces nos hace buscar senderos inexplorados y nos lleva por caminos nuevos”, aseguró.
A diferencia de años anteriores en los que “retó” a la curia al enumerar sus enfermedades, remedios y resistencias, en esta ocasión el discurso ante cardenales, obispos, monseñores y laicos, que tuvo lugar en el Aula de las Bendiciones del Palacio Apostólico -decorada para la ocasión con dos magníficos árboles de Navidad-, tuvo un tono distinto.
Francisco, que cumplió el domingo pasado 87 años, llegó en silla de ruedas al espectacular salón, aunque luego caminó con un bastón hasta su asiento, en medio de aplausos. Comenzó su discurso hablando de la importancia de la escucha y advirtió de una curia que cree que ya lo sabe todo. “A veces, inclusive cuando nos comunicamos entre nosotros, corremos el riesgo de ser como lobos rapaces. Enseguida intentamos devorar las palabras del otro, sin escucharlo realmente, e inmediatamente vertemos sobre él nuestras impresiones y nuestros juicios”, lamentó.
“En cambio, la escucha requiere silencio interior, pero también un espacio de silencio entre la escucha y la respuesta. Primero escuchamos, luego en silencio acogemos, reflexionamos, interpretamos, y sólo entonces podemos dar una respuesta. Todo esto lo aprendemos en la oración, porque ensancha el corazón, baja de su pedestal a nuestro egocentrismo, nos educa a la escucha de los demás y genera en nosotros el silencio de la contemplación”, recomendó.
“Hermanos y hermanas, también en la Curia es necesario aprender el arte de escuchar. Antes de nuestros deberes cotidianos y de nuestras actividades, pero sobre todo antes de los roles que desempeñamos, necesitamos redescubrir el valor de las relaciones, y tratar de despojarlas de formalismos, para animarlas con espíritu evangélico, ante todo escuchándonos recíprocamente. Con el corazón y de rodillas. Escuchémonos más, sin prejuicios, con apertura y sinceridad”, pidió, al recordar que “escuchar es diferente que oír”.
Habló luego de la importancia del discernimiento, que definió “ese arte de la vida espiritual que nos despoja de la pretensión de saberlo ya todo, del riesgo de pensar que es suficiente aplicar las reglas, de la tentación de proceder, incluso en la vida de la Curia, repitiendo simplemente esquemas, sin considerar que el Misterio de Dios nos supera siempre y que la vida de las personas y la realidad que nos rodea son y siguen siendo siempre superiores a las ideas y a las teorías”. “Necesitamos practicar el discernimiento espiritual, escrutar la voluntad de Dios, cuestionar las mociones interiores de nuestro corazón, y luego evaluar las decisiones que hay que tomar y las elecciones que hay que hacer”, indicó.
En tercer lugar, recordó la importancia de “caminar”, como en tiempo navideño hicieron los Magos. Fue entonces cuando estrenó un nuevo neologismo porteño: “laberintear”. “También en el servicio aquí en la Curia es importante permanecer en camino, no dejar de buscar y profundizar en la verdad, superando la tentación de permanecer paralizados y de ‘laberintear’ dentro de nuestros cercados y temores. Los miedos, las rigideces y la repetición de esquemas generan inmovilidad, que tiene la aparente ventaja de no crear problemas ―quieta non movere―, nos llevan a vagar ociosamente en nuestros laberintos, perjudicando el servicio que estamos llamados a ofrecer a la Iglesia y al mundo entero”, recalcó.
Francisco pidió no olvidar que el viaje de los Reyes Magos ―como todo itinerario del que habla la Biblia― comienza siempre “desde lo alto”, por una llamada del Señor, por una señal que viene del cielo o porque Dios mismo se convierte en guía que ilumina los pasos de sus hijos. “Por eso, cuando el servicio que realizamos corre el riesgo de aplanarse, de ‘laberintear’ en la rigidez o en la mediocridad, cuando nos encontramos enmarañados en las redes de la burocracia y del ‘salir del paso’, acordémonos de mirar hacia lo alto, de recomenzar desde Dios, de dejarnos iluminar por su Palabra, de encontrar siempre el valor para volver a empezar”, explicó.
“De los laberintos se puede salir sólo ‘desde arriba’. Hace falta valor para caminar, para avanzar más allá. Es una cuestión de amor. Me gusta recordar la reflexión de un celoso sacerdote sobre este tema, que también puede ayudarnos en nuestro trabajo en la Curia. Dice que es difícil volver a encender las brasas bajo las cenizas de la Iglesia. La dificultad, hoy, consiste en transmitir la pasión a quienes hace tiempo la perdieron”, agregó. Fue entonces cuando lamentó que sesenta años después del Concilio Vaticano II (1962-1965), siga habiendo un debate sobre la división entre “progresistas” y “conservadores”, “mientras que la diferencia central está entre ‘enamorados’ y ‘acostumbrados’. Esta es la diferencia”, advirtió. “Y sólo caminan los que aman”, subrayó, al agradecer finalmente la labor de los presentes y augurar sus mejores deseos de una santa Navidad para ellos y sus seres queridos. “Y, delante del belén, hagan una oración por mí”, concluyó.
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