En su primer discurso oficial en Colombia, Francisco pidió huir de toda "tentación de venganza"
El Papa habló desde la Casa de Nariño, sede del gobierno, donde se encontró con el presidente Juan Manuel Santos
BOGOTÁ.- “La búsqueda de la paz es un trabajo siempre abierto, una tarea que no da tregua y que exige el compromiso de todos”. Después de ser recibido con fervor por unas 750 personas presentes en la Plaza de Armas de la Casa de Nariño, el centro político de Colombia, en su primer discurso al país el Papa fue directo al por qué de su visita de cuatro días y medio.
“Es mucho el tiempo pasado en el odio y la venganza... La soledad de estar siempre enfrentados ya se cuenta por décadas y huele a cien años; no queremos que cualquier tipo de violencia restrinja o anule ni una vida más”, dijo Francisco, en un discurso en el que citó al Premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez , pronunciado ante las máximas autoridades. “Quise venir hasta aquí para decirles que no están solos, que somos muchos los que queremos acompañarlos en este paso. Este viaje quiere ser un aporte que en algo allane el camino hacia la reconciliación y la paz”, aseguró.
En un esperado discurso, que fue interrumpido varias veces por aplausos y tocó todos los grandes temas, el Papa llamó asimismo a la unidad más allá de las diferencias, a “construir un país que sea patria y casa para todos los colombianos” y a “resolver las causas estructurales de la pobreza, que generan exclusión y violencia”.
Consciente de la polarización que reina en este país desgarrado por 53 años de enfrentamientos -que dejaron más de 200.000 muertos, secuestros, violaciones a los derechos humanos, desplazados y rencor-, el Papa evitó mencionar con todas las letras el aquí cuestionado acuerdo de paz firmado el año pasado por el presidente Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia ( FARC ), la guerrilla más antigua de América latina, que hoy dejó las armas.
Así lo recordó el presidente Santos, que en su discurso agradeció al Papa su visita de cuatro días -que también lo llevará a Villavicencio, Medellín y Cartagena-, una visita "que nos estimula a ser instrumentos de paz".
Francisco, que tras bambalinas impulsó ese acuerdo, destacó el “momento particularmente importante de la historia” que vive Colombia. Y elogió los esfuerzos hechos en las últimas décadas “para poner fin a la violencia armada y encontrar caminos de reconciliación”.
“En el último año ciertamente se ha avanzado de modo particular; los pasos dados hacen crecer la esperanza, en la convicción de que la búsqueda de la paz es un trabajo siempre abierto, una tarea que no da tregua y que exige el compromiso de todos”, dijo. “Trabajo que nos pide no decaer en el esfuerzo por construir la unidad de la nación y, a pesar de los obstáculos, diferencias y distintos enfoques sobre la manera de lograr la convivencia pacífica, persistir en la lucha para favorecer la cultura del encuentro, que exige colocar en el centro de toda acción política, social y económica, a la persona humana, su altísima dignidad, y el respeto por el bien común”, siguió.
“Que este esfuerzo nos haga huir de toda tentación de venganza y búsqueda de intereses sólo particulares y a corto plazo. Cuanto más difícil es el camino que conduce a la paz y al entendimiento, más empeño hemos de poner en reconocer al otro, en sanar las heridas y construir puentes, en estrechar lazos y ayudarnos mutuamente”, afirmó.
Francisco, que ponderó la gran biodiversidad, belleza, cultura y tesón de los colombianos y destacó la "riqueza de la diversidad" del país, en su discurso también subrayó la necesidad de “leyes justas” y de “resolver las causas estructurales de la pobreza, que generan exclusión y violencia”.
“Los animo a poner la mirada en todos aquellos que hoy son excluidos y marginados por la sociedad, aquellos que no cuentan para la mayoría y son postergados y arrinconados. Todos somos necesarios para crear y formar la sociedad. Esta no se hace sólo con algunos de «pura sangre», sino con todos”, dijo, al recordar las diversas etnias, los habitantes de las zonas más lejanas y los campesinos de Colombia. Aludió así a las enormes desigualdades que aún persisten en este país de 48 millones de habitantes.
Concluyó recordando el discurso que pronunció el “gran compatriota”, Gabriel García Márquez, al aceptar en 1982 el Premio Nobel de Literatura. Cuando el reconocido “Gabo” aseguró que es posible una “nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”.
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