En su primer discurso en Indonesia, el papa Francisco reiteró la importancia de la justicia social
El sumo pontífice enfatizó en que hace falta un “efectivo compromiso” para equilibrar las diferencias sociales y elogió al país como ejemplo de “una realidad multiforme de pueblos que son diversos, pero firmemente integrados en una sola nación”
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YAKARTA.- En su primera jornada completa en Indonesia, primera escala de su maratón por el sudeste asiático y Oceanía, el papa Francisco reiteró la importancia de la justicia social, necesaria no sólo en este pujante país ejemplo de diversidad, pero lleno de contrastes, sino en todo el mundo.
“A pesar de las persuasivas declaraciones políticas, hay muchas situaciones en las que falta un efectivo compromiso, de amplias miras, para construir la justicia social”, dijo Francisco, en su primer discurso oficial, y mencionó así uno de los conceptos más cuestionados por el presidente argentino Javier Milei, por el que el mandatario libertario lo criticó en el pasado.
“Como consecuencia, una parte considerable de la humanidad queda relegada al margen, desprovista de los medios adecuados para una existencia digna, y sin defensas para afrontar los graves y crecientes desequilibrios sociales, causantes de graves conflictos”, agregó el Papa, y llamó a evitar la polarización, a insistir en la “unidad en la diversidad” -el lema de Indonesia -, y a contrastar el extremismo y la intolerancia.
Francisco habló de esta forma ante el presidente saliente Joko Widodo y su sucesor, Prabowo Subianto, que lo recibieron con alfombra roja y todos los honores en el Palacio Presidencial.
Después de una ceremonia de bienvenida oficial que incluyó guardia de honor, izamiento de banderas e himnos -mientras el termómetro marcaba 33 grados y la humedad tropical se hacía sentir- hubo un encuentro privado entre los dos jefes de Estado.
Más tarde, a la hora de los discursos el mandatario indonesio, Widodo, le agradeció al Papa, de 87 años, haber aceptado la invitación a viajar a Indonesia “en el vuelo más largo jamás realizado” por el Pontífice.
“Esta visita tiene un importante mensaje sobre la importancia de celebrar las diferencias”, subrayó Widodo, que estuvo durante dos mandatos al frente de Indonesia y que en octubre le pasará el timón de mando a Subianto, electo en febrero pasado. Widodo recordó que en Indonesia, el cuarto país más poblado del mundo, conviven más de 700 grupos étnicos y religiosos diversos en 17.000 islas, algo que representa un ejemplo de “armonía en la diversidad”, destacó.
A su turno el Papa, que habló en italiano en un salón del Palacio Presidencial ante autoridades políticas, representantes religiosos y diplomáticos, entre los cuales el embajador argentino, Gustavo Coppa, también elogió a Indonesia como ejemplo de “una realidad multiforme de pueblos que son diversos, pero firmemente integrados en una sola nación”.
Subrayó luego que ese “sabio y delicado” equilibrio entre la multiplicidad de culturas “debe ser defendido continuamente contra cualquier desajuste”, a través de “un trabajo artesanal” que corresponde a todos, pero especialmente a la política. Y aseguró que la Iglesia católica, que representa el 3% de una población de más de 275 millones de habitantes no está aquí para hacer proselitismo -eso “nunca”, clamó-, sino para fortalecer su cooperación con las instituciones, para incrementar el diálogo interreligioso y para ayudar, a través de la asistencia, a una sociedad aun dramáticamente marcada por una brecha terrible entre ricos y pobres. Solo a pocas cuadras de los hoteles de lujo del centro de la ciudad, en efecto, puede palparse la indigencia y ver escenarios muy parecidos a villas miserias, donde la gente sobrevive en virtuales cloacas a cielo abierto. Según cifras oficiales, hay 25 millones de personas bajo el umbral de la pobreza.
No por nada el Papa habló de la importancia de “vencer desequilibrios y bolsas de miseria” y recordó que en el preámbulo de la Constitución de esta excolonia holandesa, que logró su independencia en 1945, la palabra “justicia social” aparece dos veces.
Por otra parte, así como el presidente Widodo en su discurso mencionó “los conflictos y las guerras que sacuden a diversas partes del mundo, incluyendo a Palestina, donde se perdieron más de 40.000 vidas” -la guerra en Gaza aquí es vista con pavor por la opinión pública-, el Papa a su turno también aludió al actual contexto de convulsión, pero sin mencionar ningún país en especial.
“En diversas regiones vemos surgir conflictos violentos, que a menudo son el resultado de la falta de respeto mutuo, del deseo intolerante de hacer prevalecer a toda costa los propios intereses, la propia posición o visión parcial de la historia, aunque eso suponga un sufrimiento interminable para comunidades enteras y dé lugar a auténticas guerras sangrientas”, lamentó el exarzobispo de Buenos Aires. “A veces también surgen tensiones violentas en el interior de los mismos estados, porque los que detentan el poder quieren uniformarlo todo, imponiendo su visión incluso en asuntos cuya decisión debería dejarse a la autonomía de cada individuo o de los grupos asociados”, denunció asimismo.
Terminada la recepción, aclamado por niños que lo vivaron mientras ondeaban banderas de Indonesia y del Vaticano, a bordo de una camioneta Toyota blanca, el Papa regresó a la nunciatura -su residencia en esta capital-, donde tenía previsto un encuentro privado con jesuitas.
Baño de multitud
Tras un descanso, por la tarde, tuvo su primer contacto con la pequeña, pero muy vivaz minoría católica de Indonesia en la catedral de Nuestra Señora de la Asunción, y su primer baño de multitud.
Llegó @Pontifex_es y estalló la catedral de Yakarta 🇮🇩🇻🇦 pic.twitter.com/SLLwAp4kyl
— Elisabetta Piqué (@bettapique) September 4, 2024
Cuando llegó frente a esta iglesia neogótica del centro de esta capital -que queda frente a la mezquita Istiqlal, la más grande del sudeste asiático-, pese al calor, el Papa quiso dar una vuelta en su silla de ruedas para saludar a quienes lo habían esperado entonando cantos típicos. Entonces, sonriente y saludando a todos con el pulgar hacia arriba, no defraudó a quienes querían una bendición, besarle la mano o hacerse una selfie. Esas imágenes transmitidas adentro de la catedral por pantallas, provocaron una ovación entre los varios centenares de católicos que lo esperaba: obispos, sacerdotes, diáconos, consagrados y consagradas, seminaristas y catequistas, que estallaron en júbilo cuando finalmente ingresó al templo. Algunos de ellos, dando su testimonio, le agradecieron haber viajado miles de kilómetros para venir a alentarlos.
A su turno, en su segundo discurso de la jornada, el Papa reflexionó sobre fe, fraternidad y compasión, las tres palabras elegidas para el lema de esta visita apostólica. En línea con su discurso de la mañana, reiteró que “anunciar el Evangelio no significa imponer o contraponer la propia fe a la de los demás, sino dar y compartir la alegría del encuentro con Cristo, siempre con gran respeto y afecto fraterno por cada persona”. “Y en esto, los invito a mantenerse siempre así: abiertos y amigos de todos, tomados de la mano, profetas de comunión en un mundo donde, sin embargo, parecería que crece cada vez más la tendencia a dividirse, imponerse y provocarse mutuamente”, aseguró.
Advirtió, por otro lado, que la compasión “no consiste en dar limosna a hermanos y hermanas necesitados mirándolos de arriba hacia abajo, desde la ‘torre’ de las propias seguridades y privilegios, sino al contrario, en hacernos cercanos unos a otros, despojándonos de todo lo que puede impedir inclinarnos para entrar realmente en contacto con quien está caído, y así levantarlo y devolverle la esperanza”.
“Y no sólo eso, significa además abrazar sus sueños y sus deseos de redención y de justicia, ocuparnos de ellos, ser sus promotores y cooperadores, involucrando también a los demás, extendiendo la ‘red’ y las fronteras en un gran dinamismo comunicativo de caridad”, explicó.
“Hay quien le teme a la compasión, porque la considera una debilidad, y en cambio exalta, como si fuera una virtud, la astucia del que sigue sus propios intereses marcando las distancias con todos, sin dejarse ‘tocar’ por nada ni por nadie, creyéndose más listo y libre como para conseguir sus propios objetivos”, denunció.
El exarzobispo de Buenos Aires se mostró de buen humor y en buena forma. De hecho, se salió del disucurso preparado e improvisó algunas palabras, como cuando advirtió que “diablo siempre entra por el bolsillo” -creando risas- y subrayó que ser compasivo “no es ser comunista”, sino que significa amor. Y, como en otras oportunidades, recordó que la Iglesia católica debe ser inclusiva y que debe recibir a “todos, todos, todos: ¡buenos y malos, todos!”. Al final, pidió al clero presente, “por favor, recen por mí, pero a favor, no en contra”, haciendo estallar un mar de aplausos.
Dentro de la Iglesia reinaba gran entusiasmo. “No puedo explicar lo que siento, es un momento maravillosos para nosotros”, comentó a LA NACION sor Aurelia, monja de la congregación de las Hijas de Nuestro Sagrado Corazón, de 47 años, que había conseguido una entrada junto a otras quince hermanas. “No venía un papa desde hace 15 años”, destacó, aludiendo a la visita de Juan Pablo II en 1989.
“¿Qué espero de esta visita de Francisco? Creo que su presencia física, acá en Indonesia, es más que importante para el diálogo interreligioso”, dijo sor Aurelia. Como muchos otros presentes, esta religiosa aseguró que la minoría católica de Indonesia no tiene miedo de vivir entre la mayoría musulmana porque “hay diálogo interreligioso entre nosotros”. “Es más -destacó-, muchos musulmanes nos ayudaron a preparar esta visita: trabajamos juntos”.
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