En su mensaje pascual, el Papa llamó a promover el reparto de vacunas, especialmente en los países más pobres
Recordó que “todos estamos llamados a combatir la pandemia y las vacunas son una herramienta esencial en esta lucha” y urgió a la comunidad internacional a un compromiso común, en un espíritu de “internacionalismo de las vacunas”
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ROMA.- Como en Navidad, en su segunda Semana Santa confinada por el coronavirus –sin masas de fieles y sin clima de fiesta-, el drama de una peste que aflige todo el mundo marcó el mensaje pasacual “urbi et orbi”, a la ciudad y al mundo, del papa Francisco. Al margen de asegurar que Cristo resucitado “es esperanza para todos los que aún sufren de la pandemia”, reclamó que todos tengan acceso a los tratamientos, especialmente los más frágiles y, al recordar que “las vacunas son una herramienta esencial en la lucha, en el “espíritu de un internacionalismo de las vacunas”, llamó a la comunidad internacional a “un compromiso común para superar los retrasos en su distribución y para promover su reparto, especialmente en los países más pobres”.
Como el año pasado, el Papa no pronunció su mensaje pascual “urbi et orbi” desde el balcón central de la Basílica de San Pedro, visto que debido al confinamiento nadie puso ir a la Plaza, sino desde el interior, al final de la Misa de Resurrección. En la esta celebración –que normalmente tiene lugar en un clima festivo y es al aire libre, en una Plaza de San Pedro decorada con cientos de tulipanes y repleta de fieles y peregrinos de todo el mundo-, hubo apenas 200 fieles, todos con barbijo y distanciados. Sí decoraban el altar de la Cátedra, que queda al fondo de la Basílica –semi-vacía como en toda la Semana Santa, flores blancas donadas por Holanda. La ceremonia, a la que también asistieron una treintena de cardenales, comenzó con el tradicional rito del “Resurrexit”, acto de devoción del Pontífice ante un ícono y la aspersión. Concelebraron jel cardenal Giovanni Battista Re, decano del colegio cardenalicio y el argentino Leonardo Sandri, vicedecano.
Terminada la ceremonia solemne, como hizo anoche en la Vigilia Pascual, en su mensaje “urbi et orbi” a los 1300 millones de católicos del mundo, el Papa invitó a no perder la esperanza en un momento más que difícil en todo el mundo. “El anuncio de la Pascua no muestra un espejismo, no revela una fórmula mágica ni indica una vía de escape frente a la difícil situación que estamos atravesando”, dijo. “La pandemia todavía está en pleno curso, la crisis social y económica es muy grave, especialmente para los más pobres; y a pesar de todo —y es escandaloso— los conflictos armados no cesan y los arsenales militares se refuerzan. Ante esto, o mejor, en medio a esta realidad compleja, el anuncio de Pascua recoge en pocas palabras un acontecimiento que da esperanza y no defrauda: “Jesús, el crucificado, ha resucitado”. No nos habla de ángeles o de fantasmas, sino de un hombre, un hombre de carne y hueso, con un rostro y un nombre: Jesús”, evocó.
“Cristo resucitado es esperanza para todos los que aún sufren a causa de la pandemia, para los enfermos y para los que perdieron a un ser querido”, aseguró, al exhortar que el Señor dé consuelo y sostenga a médicos y enfermeros. Acto seguido, recordó que “todas las personas, especialmente las más frágiles, precisan asistencia y tienen derecho a acceder a los tratamientos necesarios. Esto es aún más evidente en este momento en que todos estamos llamados a combatir la pandemia, y las vacunas son una herramienta esencial en esta lucha”. “Por lo tanto, en el espíritu de un ‘internacionalismo de las vacunas’, insto a toda la comunidad internacional a un compromiso común para superar los retrasos en su distribución y para promover su reparto, especialmente en los países más pobres”, pidió.
También mencionó a quienes “han perdido el trabajo o atraviesan serias dificultades económicas y carecen de una protección social adecuada”. E hizo un llamado a las autoridades públicas “para que todos, especialmente las familias más necesitadas, reciban la ayuda imprescindible para un sustento adecuado”. “Desgraciadamente, la pandemia ha aumentado dramáticamente el número de pobres y la desesperación de miles de personas”, lamentó, al evocar palabras de san Juan Pablo II, que en su viaje a Haití de 1983 había dicho que “es necesario que los pobres de todo tipo recuperen la esperanza”.
“Y precisamente al querido pueblo haitiano se dirige en este día mi pensamiento y mi aliento, para que no se vea abrumado por las dificultades, sino que mire al futuro con confianza y esperanza”, afirmó. “Jesús resucitado es esperanza también para tantos jóvenes que se han visto obligados a pasar largas temporadas sin asistir a la escuela o a la universidad, y sin poder compartir el tiempo con los amigos. Todos necesitamos experimentar relaciones humanas reales y no sólo virtuales, especialmente en la edad en que se forman el carácter y la personalidad”, dijo. Y evocó que en el conmovedor Vía Crucis hecho por chicos del viernes pasado, también hablaron de esta “cruz”. Afirmó luego sentirse cercano a los jóvenes de todo el mundo y, en este momento, de modo particular a los de Myanmar, “que están comprometidos con la democracia, haciendo oír su voz de forma pacífica, sabiendo que el odio sólo puede disiparse con el amor”.
En un mensaje con el que suele hacer un repaso de los conflictos del mundo, Francisco también pidió por el “renacimiento para los emigrantes que huyen de la guerra y la miseria” y agradeció la generosidad de países como el Líbano y Jordania, que en los últimos años recibieron a miles de refugiados desde la “atormentada” y amada Siria. Al respecto de este país que cumplió el décimo aniversario de una terrible guerra civil, reclamó que cese el clamor de las armas y denunció las “condiciones inhumanas” en las que viven millones de personas. Algo que también sucede en Yemen, “cuyas vicisitudes están rodeadas de un silencio ensordecedor y escandaloso”, criticó y en Libia, “donde finalmente se vislumbra la salida a una década de contiendas y enfrentamientos sangrientos”.
Reclamó asimismo que en la Tierra Santa “israelíes y palestinos vuelvan a encontrar la fuerza del diálogo para alcanzar una solución estable, que permita la convivencia de dos Estados en paz y prosperidad”. Habló después a Irak, donde estuvo en marzo pasado, en una visita histórica, para quien auspició seguir “el camino de pacificación que ha emprendido, para que se realice el sueño de Dios de una familia humana hospitalaria y acogedora para todos sus hijos”.
No ocultó su preocupación por pueblos de África que ven su futuro amenazado por la violencia interna y el terrorismo internacional, mencionando especialmente el Sahel y Nigeria, así como la región de Tigray y Cabo Delgado. En este marco, deploró que”¡todavía hay demasiadas guerras y demasiada violencia en el mundo!”. " Que el Señor, que es nuestra paz, nos ayude a vencer la mentalidad de la guerra”, clamó. “Que conceda a cuantos son prisioneros en los conflictos, especialmente en Ucrania oriental y en Nagorno-Karabaj, que puedan volver sanos y salvos con sus familias, e inspire a los líderes de todo el mundo para que se frene la carrera armamentista”, exhortó.
Recordó, además, que hoy se celebra el Día Mundial contra las minas antipersona, “artefactos horribles que matan o mutilan a muchos inocentes cada año”.
Y, finalmente, volvió a referirse a la pandemia, al subrayar que también este año, en diversos lugares, “muchos cristianos han celebrado la Pascua con graves limitaciones y, en algunos casos, sin poder siquiera asistir a las celebraciones litúrgicas”. “Recemos para que estas restricciones, al igual que todas las restricciones a la libertad de culto y de religión en el mundo, sean eliminadas y que cada uno pueda rezar y alabar a Dios libremente”, dijo. “En medio de las numerosas dificultades que atravesamos, no olvidemos nunca que somos curados por las llagas de Cristo. A la luz del Señor resucitado, nuestros sufrimientos se transfiguran. Donde había muerte ahora hay vida; donde había luto ahora hay consuelo. Al abrazar la Cruz, Jesús ha dado sentido a nuestros sufrimientos”, resaltó. “Y ahora recemos para que los efectos beneficiosos de esta curación se extiendan a todo el mundo. ¡Feliz Pascua a todos!”, auguró.
Después de que el cardenal Mauro Gambetti, arcipreste de la Basílica San Pedro, anunció la concesión de la indulgencia plenaria, finalmente el Papa impartió la bendición “urbi et orbi”, a la ciudad y al mundo, en otra Pascua extraña, solitaria, pero vivida intensamente en todo el mundo.
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