En su mensaje navideño, el papa Francisco volvió a destacar la importancia del diálogo como “solución de los conflictos”
Llamó a la paz y reiteró su pedido de vacunas para todos, especialmente para los pobres; pidió también por las mujeres víctimas de violencia, aún más difundida en tiempos de pandemia y por los niños que sufren bullying y abusos
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ROMA.- En otra Navidad marcada por la pandemia en todo el mundo, en su tradicional mensaje navideño “Urbi et orbi”, a la ciudad al mundo, al margen de volver a reclamar asistencia y vacunas para todos, especialmente para los pobres, el papa Francisco recordó que, en un mundo marcado por crisis y contradicciones, el único camino para resolver el conflicto es el diálogo.
“En este tiempo de pandemia nos damos cuenta de esto todavía más. Se pone a prueba nuestra capacidad de relaciones sociales, se refuerza la tendencia a cerrarse, a valerse por uno mismo, a renunciar a salir, a encontrarse, a colaborar. También en el ámbito internacional existe el riesgo de no querer dialogar, el riesgo de que la complejidad de la crisis induzca a elegir atajos, en vez de los caminos más lentos del diálogo; pero son estos, en realidad, los únicos que conducen a la solución de los conflictos y a beneficios compartidos y duraderos”, dijo al pronunciar su mensaje navideño desde el balcón central de la Basílica de San Pedro ante unos 20.000 fieles que, con barbijo y paraguas, llenaron la plaza, pese a la lluvia. Se trató de un escenario muy distinto al del año pasado, cuando, debido al confinamiento estricto en el que se encontraba Italia, el Papa se vio obligado a pronunciar el “Urbi et orbi” y a impartir luego la bendición desde el Aula de las Bendiciones del Palacio Apostólico, por streaming y sin fieles.
Como siempre ocurre en este tipo de ocasión, que comenzó y concluyó con los himnos del Vaticano e Italia tocados en forma solemne por bandas de guardias suizos y fuerzas del orden de Italia, el Papa hizo un repaso de una situación mundial preocupante, marcada por una cantidad de conflictos que se arrastran desde hace años, olvidados y sin solución a la vista.
“Mientras el anuncio del nacimiento del Salvador, fuente de la verdadera paz, resuena a nuestro alrededor y en el mundo entero, vemos todavía muchos conflictos, crisis y contradicciones. Parece que no terminan nunca y casi pasan desapercibidos”, constató. “Nos hemos habituado de tal manera que inmensas tragedias ya se pasan por alto; corremos el riesgo de no escuchar los gritos de dolor y desesperación de muchos de nuestros hermanos y hermanas”, lamentó.
Mencionó entonces al pueblo sirio, “que desde hace más de un decenio vive una guerra que ha provocado muchas víctimas y un número incalculable de refugiados”; Irak, “que después de un largo conflicto todavía tiene dificultad para levantarse” y el conflicto en Yemen, que definió como una “enorme tragedia, olvidada por todos”. Aludió luego a las continuas tensiones entre israelíes y palestinos “que se prolongan sin solución, con consecuencias sociales y políticas cada vez mayores” y, en este marco, pidió no olvidar a Belén, “el lugar en el que Jesús vio la luz, que vive tiempos difíciles, también a causa de las dificultades económicas provocadas por la pandemia, que impide a los peregrinos llegar a Tierra Santa, con efectos negativos en la vida de la población”.
El Papa reclamó asimismo por el Líbano, que sufre una crisis sin precedentes con condiciones económicas y sociales muy preocupantes y al destacar el signo de esperanza que representa el nacimiento del Niño Jesús, reclamó al mundo “la fuerza de abrirnos al diálogo”. “En este día de fiesta le imploramos que suscite en nuestros corazones anhelos de reconciliación y de fraternidad. A Él dirijamos nuestra súplica. Niño Jesús, concede paz y concordia a Oriente Medio y al mundo entero”, imploró.
Acto seguido, recordó al pueblo afgano, que desde hace más de cuarenta años es duramente probado por conflictos que obligan a muchos a dejar el país; a Myanmar, donde la intolerancia y la violencia también golpean frecuentemente a la comunidad cristiana y los lugares de culto; el “conflicto gangrenoso” de Ucrania; y el de varios países de África, como Etiopía, Sudán y Sudán del Sur, así como a los pueblos de la región del Sáhel, que padecen la violencia del terrorismo internacional.
“Haz que en los corazones de los pueblos del continente americano prevalezcan los valores de la solidaridad, la reconciliación y la pacífica convivencia, a través del diálogo, el respeto recíproco y el reconocimiento de los derechos y los valores culturales de todos los seres humanos”, siguió Francisco al mencionar a su continente, pero sin nombrar a ningún país.
Tras ello habló de “la violencia contra las mujeres que se difunde en este tiempo de pandemia”; así como de los niños y los adolescentes víctimas de bullying y de abusos, y rogó por los ancianos, sobre todo los que se encuentran solos, por los enfermos, por los prisioneros de guerra y los encarcelados por razones políticas. Fue entonces que rezó para que se encuentren “las soluciones más adecuadas que ayuden a superar la crisis sanitaria y sus consecuencias”. “Haz que los corazones sean generosos, para hacer llegar la asistencia necesaria, especialmente las vacunas, a las poblaciones más pobres”, suplicó.
El Papa, que cumplió el 17 de diciembre 85 años y que a principio de mes viajó por segunda vez a la isla de Lesbos, símbolo del drama de los migrantes, no dejó de mencionar la urgencia de resolver esta tragedia. “No nos dejes indiferentes ante el drama de los emigrantes, de los desplazados y de los refugiados. Sus ojos nos piden que no miremos a otra parte, que no reneguemos de la humanidad que nos une, que hagamos nuestras sus historias y no olvidemos sus dramas”, sentenció.
Finalmente Francisco, autor de la encíclica Laudato Sí, sobre el cuidado de la Tierra, volvió a llamar la atención sobre este tema al recordar que “nuestra casa común también sufre por la negligencia con la que frecuentemente la tratamos” y al pedir a las autoridades políticas llegar a acuerdos eficaces “para que las próximas generaciones puedan vivir en un ambiente respetuoso para la vida”.
“Queridos hermanos y hermanas: muchas son las dificultades de nuestro tiempo, pero más fuerte es la esperanza, porque ‘un niño nos ha nacido’. Ha querido aprender a hablar, como cada niño, para que aprendiésemos a escuchar a Dios, nuestro Padre, a escucharnos entre nosotros y a dialogar como hermanos y hermanas. Oh Cristo, nacido por nosotros, enséñanos a caminar contigo por los senderos de la paz”, concluyó y auguró a la multitud presente y a la que lo seguí en directa televisiva en todo el mundo: " ¡Feliz Navidad a todos!”.
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