En silencio, desde distintos rincones de Europa arman una brigada internacional para ir a combatir a Ucrania contra los rusos
Las embajadas ucranianas reconocen una inesperada afluencia de candidatos
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PARIS.– “No necesito un taxi, necesito armas”, fue la respuesta de Volodymyr Zelensky, cuando Estados Unidos le propuso montar una operación para sacarlo del país. La frase probablemente quede en los libros de historia como ejemplo del coraje de un hombre transformado por su función. Pero, en su llamado a Occidente, el presidente ucraniano fue aun más lejos, lanzando la creación de una brigada internacional, que acogerá a todos los ciudadanos del mundo que deseen participar “en la defensa territorial de Ucrania”.
Ese dramático llamado no ha caído en oídos sordos. En numerosos países de Europa, las embajadas ucranianas reconocen una inesperada afluencia de candidatos. Así lo afirmó el embajador ante Gran Bretaña, Vadym Prystaiko, calificando de “overwhelming” (arrollador) el número de extranjeros que “solicitan autorización para ir a pelear” por Ucrania, país que prometió armar a todos los voluntarios.
Naturalmente no hay pruebas —y no las habrá en el futuro próximo— pero las declaraciones oficiales de algunos de sus líderes políticos permiten pensar que, a defecto de enviar tropas regulares junto a otras medidas de apoyo militar, los europeos han decidido ayudar en la creación de esas brigadas.
“Con toda seguridad apoyo a aquellos británicos que quieran ir a Ucrania a pelear”, reconoció el domingo la ministra de Relaciones Exteriores de Gran Bretaña, Liz Truss, durante una entrevista en la BBC.
“Los ucranianos están peleando por la libertad y la democracia. No solo de Ucrania, sino de toda Europa. Porque Vladimir Putin las amenaza”, precisó.
Las declaraciones de Truss sorprendieron a los especialistas. Como la mayoría de los países europeos, Gran Bretaña no suele autorizar la participación de sus nacionales en conflictos externos. Italia es otro país que prohíbe a sus ciudadanos ir a combatir al extranjero aunque, naturalmente “deben ser primero descubiertos”, ironiza un diplomático italiano.
“Y aún queda por ver si la posición de nuestro gobierno y del Parlamento cambiará en el caso ucraniano, sobre todo después del llamado del presidente Zelensky”, agrega.
Ningún debate se produjo en Francia, por el contrario, cuando cantidad de sus ciudadanos decidieron viajar en 2015 al Kurdistán iraquí para apoyar a esa minoría asediada por el Estado Islámico. Mercenarios o idealistas, sin mandato de las autoridades de París, la autodenominada “Task Force Lafayette”, integrada por ex miembros del ejército, la marina y la aviación francesa permaneció en aquella región también a partir de 2019, cuando Estados Unidos decidió retirarse, dejando así las manos libres a Turquía, enemigo jurado de la minoría kurda.
Esta no será la primera vez que Ucrania reciba en su suelo combatientes extranjeros. Cuando en 2014 estalló la guerra en la región separatista prorrusa del Donbass, cerca de 17.000 extranacionales participaron en el conflicto enviados por el Kremlin: 15.000 de ellos llegaron directamente de Rusia y fueron disfrazados oficialmente en “milicias de voluntarios”, aunque financiados y controlados por Moscú. Otra minoría de voluntarios foráneos viajó a la región para combatir junto a las fuerzas regulares ucranianas.
Los servicios de inteligencia occidentales señalaron entonces la presencia del temible grupo Wagner. Presente en unos 20 países, esa milicia de mercenarios que responde directamente a Vladimir Putin, lleva a cabo operaciones militares de gran envergadura que Rusia, por razones políticas, no puede asumir abiertamente. La denominada “sociedad” Wagner también actuó en Siria, en Libia y ahora en Malí, donde la nueva junta golpista paga fortunas por su presencia en el país y sigue ciegamente sus instrucciones. Primer objetivo logrado: obtener el retiro de Francia y de su operación militar Barkhane que, desde 2014, perseguía a los grupos terroristas afiliados al Estado Islámico en esa región.
En todo caso, tras el llamado de Volodymyr Zelensky, ¿cómo no hacer memoria? ¿Cómo no pensar en los años de la feroz y desesperada guerra civil española, entre 1936 y 1938, cuando miles de hombres y mujeres se presentaban en la zona defendida por los republicanos y se ofrecían como voluntarios para afrontar las tropas golpistas de Francisco Franco? Llegados de 52 países diferentes, se estima que entre 32.000 y 35.000 voluntarios se incorporaron en las llamadas Brigadas Internacionales durante la guerra. Más de 15.000 murieron en combate.
Esas brigadas, que tenían su cuartel general en la base aérea de Los Llanos, en Albacete, y participaron en la batalla de Madrid, en los combates de Jarama, de Guadalajara, de Brunete, de Belchite y de Teruel, en el frente de Aragón y del Ebro, fueron disueltas por el gobierno español a partir de septiembre de 1938, oficialmente para suscribir a las exigencias del comité de no-intervención. La guerra civil concluyó un año después, cuando comenzó la dictadura fascista de Franco, que duró hasta su muerte, en 1975.
Aquellas Brigadas Internacionales no integraron, sin embargo, a todos los voluntarios extranjeros que pelearon junto a los republicanos españoles: muchos, por anti-estalinismo, se incorporaron a las filas del POUM. Otros, como los franceses e italianos de la Columna Durruti o los militantes de la AIT, lo hicieron en las milicias confederales anarco-sindicalistas de la CNT.
Numerosos personajes famosos participaron en ese movimiento. Por ejemplo el escritor George Orwell, que en su libro “Homenaje a Cataluña” hizo el relato de su experiencia como combatiente. O Ernest Hemingway, que se inspiró para una de sus novelas más importantes, “¿Por quién suenan las campanas?”.
Sumidos en el protector confort de la libertad y de la democracia, los occidentales terminamos por creer que aquellos años de espanto habían quedado atrás para siempre. Ahora, Ucrania nos recuerda brutalmente que la historia suele repetirse.
El más desmemoriado, sin embargo, podría ser Vladimir Putin. Obsesionado por restablecer el supuesto esplendor del imperio ruso a cualquier precio, el autócrata del Kremlin parece olvidar al mismo Karl Marx, cuando en su libro El 18 Brumario, advertía que “sí, la historia se repite dos veces: la primera como tragedia, (pero) la segunda como una farsa”.
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