Según los especialistas, estamos frente a una ilusión estadística; si bien no se trata de datos falsos es necesario ponerles en contexto
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Guatemala tiene un desempleo tan bajo como el de Suiza o Estados Unidos y El Salvador es el país con la menor desigualdad de toda América Latina.
¿Suena un poco raro, no? La explicación no tiene que ver con datos falsos, sino más bien, con la mala pasada que nos pueden jugar las cifras cuando no las ponemos en contexto.
A partir de algunos datos que parecen difíciles de creer -pero que son ciertos-, aprovechamos para darle una mirada a la situación económica y social de una región que está pasando por dificultades tan duras como la escasez de alimentos.
1. El escaso desempleo de Guatemala
En Suiza el desempleo disminuyó a un 2%, mientras que en Estados Unidos está en un 3,4%.
A esos niveles tan bajos, en los países desarrollados se habla de pleno empleo, porque el porcentaje es tan mínimo que, a final de cuentas, casi no hay desocupados.
En Latinoamérica, Guatemala tiene una desocupación similar a los países ricos: 3%
Pero, ¿cómo es posible si Guatemala es uno de los países más pobres de la región?
Lamentablemente, explican los expertos, estamos frente a una ilusión estadística. En Guatemala hay muy poco desempleo porque la mayoría de la población hace trabajos de pocas horas en condiciones precarias pero desde un punto de vista estadístico da la impresión de que se trata de personas que forman parte de la fuerza laboral.
“El problema en Centroamérica es el subempleo”, dice Ricardo Castaneda, investigador del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales, ICEFI. Y especialmente en Guatemala.
“Las personas sí que trabajan, pero lo hacen usualmente sin acceso a seguridad social, sin un sistema previsional, con salarios sumamente bajos o con jornadas laborales sumamente extensas”.
En estas condiciones, “el indicador de desempleo te invisibiliza la realidad del mercado laboral”, apunta.
Hugo Beteta, director de la Sede Subregional en México de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), dice que se trata de una “estadística engañosa”.
No porque sea falsa, sino porque habitualmente el desempleado es una persona que tiene que estar activamente en busca de trabajo y que no lo consigue.
“Si usted tiró la toalla y no sigue buscando, entonces no está desempleado, según las encuestas”, explica.
Luego, si la persona contesta que trabajó al menos una hora a la semana, entonces se considera como empleado.
“Yo prefiero mirar el subempleo y especialmente el subempleo en las mujeres porque su participación laboral es aún más baja”, agrega.
En el terreno de la macroeconomía, Guatemala tiene la deuda pública más baja de toda América Latina, con un 30,7% del PIB.
¿Cómo se explica una salud fiscal tan sana en un país con tantas carencias? En este caso, dicen los expertos, no se trata de una cifra engañosa, sino de un modelo económico que privilegia mantener las cuentas fiscales en orden por sobre cualquier otra cosa.
“Guatemala ha tenido una gestión económica muy conservadora. El país nunca ha tenido una crisis de pago y el país siempre se ha preciado mucho de tener una deuda baja”, dice Beteta.
Pero “esa baja deuda pública es a costa de una gran deuda social”, apunta.
El gasto social de los gobiernos centrales en Guatemala es muy bajo, agrega, ubicándose en un 7% del Producto Interno Bruto.
2. La escasa desigualdad en El Salvador
Tal como el desempleo en Guatemala es desconcertante, también lo es la bajísima desigualdad de ingresos en El Salvador que, medida por el Índice de GINI, le asigna un puntaje de 42, de acuerdo a los últimos datos disponibles basados en las encuestas de hogares que se realizan periódicamente en cada país.
Esa clasificación deja a El Salvador como uno de los países más iguales de América Latina, es decir, con la menor brecha entre ricos y pobres, sólo superado por Uruguay y Argentina.
Pero una vez más, dicen los expertos, se trata de un espejismo.
Lo que ocurre en El Salvador, explica Beteta, es que las encuestas de hogares no recopilan los datos necesarios para hacer el cálculo.
“Tienen un problema que técnicamente se le llama un truncamiento, que es una forma elegante de decir que las personas ricas no abren la puerta para contestar la encuesta”, señala el economista.
En la práctica, lo que acumula el 1% más rico del ingreso nacional es tan alto, dice Beteta, que se produce una subestimación de la desigualdad cuando se usa el GINI a partir de encuestas.
Por eso, se ha propuesto hacer análisis a partir de los datos fiscales o la estimación a través de las cuentas nacionales.
“El Salvador no es el país con la menor desigualdad”, afirma Castaneda, quien coincide con el problema de los datos que recogen las encuestas de hogares.
“Es un espejismo y eso te lo confirma la gran inseguridad alimentaria en el país o la baja cobertura de educación. Si el país fuera tan igualitario, nadie debería estar padeciendo hambre”, agrega.
3. La sexta economía de América Latina
Aunque individualmente los seis países centroamericanos son pequeños, al tomarlos como un solo bloque, conforman la sexta mayor economía de América Latina.
Es por eso que durante décadas los países de este subcontinente han tratado de ponerse de acuerdo para tener una mejor posición negociadora en el sistema de comercio internacional y aumentar su competitividad. Sí, es cierto, ha sido muy complicado. Con las diferencias políticas entre seis países y las agendas de cada gobierno de turno, no es sencillo que se pongan de acuerdo en una misma mesa.
Con todo, el 28,8% del comercio que hacen los países centroamericanos es entre ellos mismos, una cifra muy superior al comercio intrarregional del Cono Sur, que solo llega al 9%.
“Para mí es sorprendente el alto nivel del comercio intrarregional”, dice Beteta, considerando que después de la pandemia la economía global se ha movido hacia la regionalización y eso le da una ventaja a los países centroamericanos.
“En la actual coyuntura geopolítica, las regiones importan mucho en la economía internacional. Ahora todos hablan de bloques económicos en el mundo después de los efectos del covid”, dice el economista.
Otra cosa que le llama la atención al experto es que Centroamérica exporta al resto del mundo materias primas, pero el comercio intrarregional incluye manufactura y cierto nivel de contenido tecnológico.
Suelen ser partes de equipos que terminan incorporadas en una cadena de producción más grande y que, a final de cuentas, le abre más oportunidades a una región que históricamente ha vendido productos con poco valor agregado.
Los países del subcontinente también comparten electricidad, un recurso muy valioso que en pocas partes del mundo funciona de manera integrada entre varios países.
Se trata del Sistema de Interconexión Eléctrica de los Países de América Central, SIEPAC.
“Es un sistema único en América Latina. Es una línea física de transmisión que conecta desde Guatemala hasta Panamá”, comenta Beteta.
Así por ejemplo, apunta, cuando falta electricidad en El Salvador, se despacha energía desde Guatemala. Entonces, los países pueden comprar o vender energía a través del sistema interconectado.
Un momento económico extremadamente difícil
Después de las secuelas que dejó la pandemia de covid y los efectos económicos de la guerra en Ucrania a nivel global, Centroamérica está pasando por una profunda crisis económica.
“La contracción económica de la última década es peor que la que vivimos en la década perdida”, de los años 80, dice Beteta, el economista de CEPAL.
A partir de 2014 la región venía experimentando un crecimiento mucho más bajo que en los años anteriores y cuando llegó la pandemia, las cosas se pusieron aún más difíciles.
La mitad de las personas en Guatemala, Honduras y El Salvador vive en condiciones de inseguridad alimentaria, dice Castaneda, del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales, ICEFI.
Y en esos mismos países, “uno de cada tres niños está fuera del sistema educativo”, plantea el economista. “Centroamérica es una de las regiones más desiguales del mundo”.
En el mundo laboral, dos de cada tres trabajadores centroamericanos están en el mercado informal, es decir, no tienen contrato ni ningún tipo de seguro social.
Una situación apremiante que, en medio de un clima de inseguridad y falta de oportunidades, sigue impulsando el flujo migratorio hacia Estados Unidos.
Además, los niveles de inversión pública, que solían aceitar los motores del crecimiento, han caído y la inversión extranjera directa está concentrada en Costa Rica y Panamá.
“Está llegando poca inversión extranjera y no están las condiciones para impulsar el crecimiento de los países centroamericanos sólo con inversión nacional”, dice Castaneda.
“Tenés modelos económicos que son excluyentes, incapaces de generar empleo de calidad”, apunta.
Las condiciones de vida se han vuelto muy precarias en el subcontinente con el aumento de la inseguridad alimentaria y el hambre en los últimos años.
El país centroamericano donde hay más hambre en la actualidad es Nicaragua, donde un 18,6% de las personas está subalimentada, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO.
A Nicaragua le siguen Guatemala y Honduras, de acuerdo a las estimaciones de la FAO para el período 2019-2021.
Y en el caso de la desnutrición infantil aguda en menores de cinco años, Nicaragua una vez más lidera la lista, superando el 2%.
Los altos niveles de corrupción en la región centroamericana tampoco ayudan a que la situación económica y social de la población mejore, argumenta Castaneda.
“En cada acto de corrupción, los recursos que podrían servir para mejorar la educación o la salud se pierden. Realmente se están robando esas oportunidades”.
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