En plena pandemia, los repartidores de delivery se hacen oír en Brasil y lanzan su primera huelga
SAN PABLO.- Los repartidores a domicilio por aplicación digital, una actividad esencial en tiempos de pandemia de coronavirus , denunciaron remuneraciones irrisorias y precarias condiciones laborales, y lanzaron hoy su primera huelga general en varias ciudades de Brasil.
Al grito de "precio justo", un millar de repartidores de empresas como Uber Eats, Rappi, Ifood o James hicieron rugir los motores de sus motocicletas en la Avenida Paulista, una de las principales arterias de San Pablo, la capital económica de Brasil, y luego se trasladaron para bloquear otras partes de la ciudad.
Varios trabajadores iban en bicicleta, el otro medio usado en las entregas, cargando a sus espaldas las grandes mochilas cuadradas con el logo de las empresas repartidoras que se volvieron icónicas en muchas ciudades del planeta.
En una gran pancarta podía leerse: "Motoboys unidos contra la precariedad".
"Hay entregas en que ganamos 1 real por kilómetro recorrido, a veces 70 centavos por kilómetro recorrido. Eso significa que uno tiene que hacer 10, 20 entregas para llegar a una cantidad de 80 o 100 reales" (entre 15 y 19 dólares aproximadamente), relató indignado José Valdo, un repartidor de 31 años que trabaja para Ifood, Rappi y Uber Eats.
"Para llegar a eso, hay que estar trabajando en la calle 12 o 14 horas", agregó.
Símbolo de la llamada "uberización" de la economía (externalización del empleo en condiciones precarias), los repartidores reclamaron un aumento del valor por kilómetro recorrido y del mínimo por entrega, más protección contra accidentes, refrigerios diarios y otras medidas para salir de la informalidad.
Aunque se volvieron esenciales durante la pandemia, los repartidores siguen siendo mayormente invisibles en el mercado laboral brasileño. Pero en tres meses, Paulo Lima, apodado "Galo", se convirtió en el rostro de su lucha al crear el Movimiento de Repartidores Antifascistas.
"Trabajar hambriento mientras llevas comida a la espalda es una tortura", dijo en una entrevista periodística Paulo. Durante el último año y medio, este residente de los suburbios de San Pablo recordó que estuvo trabajando para las principales aplicaciones de entrega transportando langostas que "nunca podría comer", oliendo los olores de los platos reservados a las clases medias y altas de San Pablo, mientras sentía el peso del hambre.
Su situación estalló el día que cumplió 31 años, el 21 de marzo. Mientras hacía una entrega en su motocicleta que todavía no terminó de pagar, se le pinchó un neumático y no pudo terminar el recorrido de su entrega. Llamó a Uber para explicar la situación y le aseguraron que no habría consecuencias. Pero al día siguiente, la aplicación lo tenía bloqueado. "Quise denunciar esta injusticia", dijo. Así fue como publicó un video que se volvió viral y lanzó una petición que ya firmaron 365.000 personas, para exigir kits de higiene contra el Covid-19 y comidas pagadas por las empresas de reparto.
Desde que hizo estas denuncias y reclamos, Paulo Lima fue bloqueado por todas las aplicaciones para las que trabajaba. Al crear el Movimiento de los Repartidores Antifascistas fue criticado incluso por algunos de sus colegas. "Me dijeron que me fuera a Cuba", bromea. Explica que algunos de sus compañeros se sintieron humillados por el hecho de que pidiera comida "porque todavía creen en el sueño que se les vendió: ser 'pequeños empresarios'".
La huelga de hoy es el primer movimiento de repartidores de esta magnitud en Brasil. "La epidemia sensibilizó a la gente que necesitaba escucharnos y vernos", dice Galo.
¿Por qué llamó a su agrupación repartidores "antifascistas"? "Porque Brasil está pasando por un momento fascista. ¡Tenemos un fascista en el poder!", enfatiza. Dice estar disgustado por la actitud del gobierno brasileño durante la pandemia, y por el presidente Jair Bolsonaro que desfila a caballo o se deja ver en motos de agua mientras el número de víctimas del coronavirus sigue aumentando.
Hoy en día, Galo se muestra hiperactivo en las redes sociales y en las calles. Participa en debates en línea, responde a entrevistas, marchas contra el gobierno. Le ofrecieron incluso involucrarse en la política, pero no está interesado. "Somos un movimiento de emancipación de los trabajadores, hacemos política de calle con los puños cerrados", dice.
Agencia AFP
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