En plena guerra, el vandalismo sacude las ciudades sirias
Bandas de mercenarios y oportunistas lucran con el vacío de poder provocado por el conflicto
ALEPPO, Siria.- Aquí en Aleppo, las consecuencias de la guerra ya son algo cotidiano: barrios bombardeados, civiles asesinados y vecinos que escaparon como refugiados. Pero el trasfondo que muchos ciudadanos sirios describen es mucho peor y los espanta: una ola delictiva no muy distinta a la que sufrió Irak durante el conflicto en ese país .
Desde Deraa, cerca de la frontera con Jordania, hasta Homs, Damasco y aquí, en la capital comercial de Siria, los combates desmantelaron prácticamente al Estado civil . Según los vecinos, los ladrones hacen presa de los débiles incluso en los barrios donde las escaramuzas son infrecuentes, y las comisarías dejaron de funcionar al huir los policías.
Los secuestros, que hasta ahora eran inusuales, están a la orden del día. Así pudo comprobarlo un hombre llamado Hur el mes pasado, que caminaba hacia su auto para volver a su casa, pero el hombre que le apoyó un revólver en la nuca tenía otros planes. "Seguí caminando", le dijo el hombre a Hur, un exitoso empresario de 40 años, mientras se acercaban a su auto. "Subí", agregó.
Hur dice que al principio pensó que lo estaban arrestando agentes del gobierno. Pero después de encapucharlo, sus tres raptores hicieron una llamada telefónica que reveló móviles más básicos.
"Le pidieron a mi familia un rescate de 15 millones de libras sirias", dijo Hur, una cifra que ronda los 200.000 dólares. "Eran delincuentes, no un grupo político. Me dijeron que me conocían y que sabían que mi familia podía pagar."
Los líderes rebeldes están intentando llenar ese vacío de poder dejado por los organismos públicos. "Patrullamos las calles para proteger nuestras áreas de ladrones y criminales", dijo Abu Mohammad, de 30 años, un combatiente rebelde del este de Aleppo.
Pero una sangrienta batalla cuerpo a cuerpo se libra por toda la ciudad y la capacidad de vigilancia de los rebeldes es limitada. Los residentes de Aleppo y otras ciudades aseguran que ahora esconden sus objetos de valor adentro de los muebles. Si se animan a salir a la calle, muchos ya no llevan dinero encima, y los vecinos y comerciantes de todo el país ponen rejas en sus propiedades para protegerse de los oportunistas armados que se infiltran entre los combatientes.
"Nadie quiere salir de su casa, porque te pueden detener o atacar", dijo Yasmin, una vecina de 50 años demasiado atemorizada para dar su nombre completo. "Caos, descontrol, miedo, es todo un caos. Y con todos esos matones en las calles, nunca se sabe quién te va a secuestrar para pedir rescate", añadió.
Hace meses que Aleppo comenzó a deslizarse hacia algo parecido a la anarquía. Los dueños de fábricas en la capital industrial del país dicen que la cosa empezó en las rutas de acceso a la ciudad, cuando delincuentes armados comenzaron a quedarse con lo que transportaban los vehículos. Uno de los principales exportadores de autos de Siria dijo recientemente que había tenido que empezar a enviar los vehículos al Líbano en barco, debido a la inseguridad de las rutas.
Secuestros
Después llegaron los informes sobre secuestros. Para fines de marzo, cuando el gobierno se jactaba de haber recuperado el control de las ciudades cercanas, en Aleppo los pedidos de rescate eran cosa de todos los días, dijo Amal Hanano, una activista siria que vive en Estados Unidos.
Por lo general, dice Hanano, los secuestradores empiezan pidiendo alrededor de 75.000 dólares, para luego de las negociaciones acordar por una quinta parte de esa cifra.
Muchos sirios culpan al gobierno del presidente Bashar al-Assad de permitir la ola de criminalidad, o incluso de alentarla. Tanto Hanano como otros activistas dicen que la ola delictiva que azota a las ciudades del país comenzó el año pasado, cuando la agitación social derivó en una guerra de guerrillas. Las batallas desalojaron a miles de habitantes y vaciaron las calles, así que romper la puerta de un comercio para robar se hizo cosa de niños.
Es como una miniatura de Irak en 2003: allí donde un gobierno represor cae de pronto, después de décadas en el poder, comienza a desatarse la violencia, el sectarismo y los saqueos.
Pero esa anarquía podría ser más sistémica.
Durante años, el gobierno de Al-Assad confió el control a las milicias privadas shabiha, a quienes les pagaba el Estado o sus seguidores ricos. Ahora que el gobierno está ahogado en lo financiero y que los empresarios huyen del país o cambian de bando, esos pagos parecen haberse detenido, lo que hace que muchos mercenarios decidan cobrarse como pueden, por lo general por medio de la violencia.
Pero los shabiha distan de ser el único problema. Los comandantes rebeldes informaron que se producen "robos a plena luz del día" en las filas de espera de las panaderías que ellos controlan, donde hay arrebatadores que se apropian de hogazas para venderlas a precio de oro en el mercado negro.
Los combatientes rebeldes también empezaron a robar autos y destrozaron el restaurante de Aleppo donde solían comer los soldados del gobierno. Algunos vecinos de la ciudad, que piden paz y desconfían de ambos bandos, dicen que tanto los rebeldes como las milicias del gobierno -o sus simpatizantes- le apuntaban a cualquier sospechoso de apoyar al bando contrario.
El castigo por ese supuesto apoyo, atribuido tan expeditamente, suele ser llevado a cabo por un grupo de hombres armados. "En Aleppo ahora rige la ley del más fuerte -dijo Hur, sentado en la lujosa casa de sus padres, en un barrio acomodado de Aleppo-. El pez grande se come al pez chico."
Traducción de Jaime Arrambide
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