En otro caso de terror low cost, EI reivindicó el ataque a hachazos en Alemania
Mientras sigue el luto por Niza, el grupo se adjudicó el salvaje ataque de un joven afgano en un tren de pasajeros
BERLÍN.- La imagen de un tren alemán con el suelo encharcado en sangre volvió a golpear ayer a una Europa estremecida por el terrorismo islamista. Apenas cuatro días después de la masacre de Niza, otro atacante solitario e inesperado proyectó también sobre Alemania la sombra del grupo Estado Islámico .
El escenario fue esta vez un tren de la ciudad bávara de Wurzburgo. Un afgano de 17 años que se encontraba en Alemania como solicitante de asilo entró en un vagón anteanoche y, sin mediar palabra, comenzó a atacar a los pasajeros con un hacha y un cuchillo al grito de "Alá es grande".
Cinco personas resultaron heridas de gravedad. Dos de ellas luchan por su vida. El agresor logró escapar, pero en la huida se cruzó con miembros de una fuerza especial de la policía que lo abatieron a tiros al ver que intentaba atacarlos a hachazos.
El incidente generó estupor en una sociedad todavía consternada por el ataque del viernes en la vecina Francia, donde un franco-tunecino arrolló a 84 personas con un camión en Niza y convirtió la jornada de ayer en una carrera por encontrar explicaciones para un tipo de violencia desconocido e imprevisible.
La policía y los investigadores describieron al atacante como "una página en blanco": desde su llegada a Alemania hace un año, no había llamado la atención de las autoridades. Tampoco de la familia de acogida con la que vivía desde hacía dos semanas. Según su entorno, el menor actuaba como un musulmán creyente, pero sin señas de radicalización.
Al revisar su habitación, sin embargo, los investigadores encontraron una bandera del EI pintada a mano y una carta de despedida en pastún, uno de los idiomas oficiales en Afganistán. El propio EI se apresuró a reivindicar ayer la agresión a través de un comunicado casi idéntico al que usó tras el ataque en Niza. Es la primera vez que el grupo se atribuye una acción en Alemania, un país que evitó hasta ahora grandes atentados islamistas como los de Madrid, Londres, Bruselas o París.
Una agencia próxima al EI difundió luego un video en el que se ve a un joven con un cuchillo y diciendo en pastún: "Soy un soldado de Estado Islámico y voy a llevar a cabo una operación santa en Alemania". El mensaje amenaza con ataques "en cada pueblo, ciudad y aeropuerto". El ministro de la Cancillería, Peter Altmeier, consideró que la filmación es real.
Aún no está claro si el joven realmente tenía contacto con EI ni si el grupo terrorista participó en la planificación del ataque. La versión oficial mantiene que por el momento no hay "ninguna prueba" de un vínculo. "Estamos analizando con cuidado cada indicio", dijo Altmeier.
El fiscal a cargo del caso, Erik Ohlenschlager, habló sin embargo de un ataque "con trasfondo político". El menor refugiado subió al tren decidido a matar para "vengarse de los infieles por lo que les hicieron a él y a sus hermanos de fe", explicó.
El ataque promete caldear aún más el debate sobre los refugiados en Alemania, un país que afronta el desafío de acoger e integrar a más de un millón de solicitantes de asilo -muchos de ellos menores no acompañados- que llegaron sólo en 2015 debido a la política de puertas abiertas de la canciller Angela Merkel .
Pero más allá del debate interno alemán, lo ocurrido en Wurzburgo confirma una de las conclusiones más dramáticas del atentado en Niza: el mundo afronta un nuevo tipo de terror low cost que difumina las fronteras entre la iniciativa individual de un perturbado y el ataque planificado de un grupo terrorista.
"EI y la guerra santa se convirtieron en refugio para personas inestables que quieren acabar dándole sentido a su vida fracasada", dijo el ex coordinador para la lucha antiterrorista del Departamento de Estado norteamericano, Daniel Benjamin, citado por Der Spiegel.
Radicalización rápida y desconectada
Tres atacantes que golpearon sin ayuda ni instrucciones de ningún grupo
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