En Medio Oriente empieza una nueva carrera por la hegemonía
La larga "noche blanca" vienesa de anteayer cerró el litigio nuclear que Irán mantenía con las grandes potencias desde hace 12 años en los que soplaron fuertes vientos de guerra y le despejó el camino a Teherán para consolidar su hegemonía regional cuando enfrente tanto a nuevos enemigos como a devaluados aliados de Occidente.
Apenas informado del acuerdo logrado en la capital austríaca, el presidente iraní, Hassan Rohani, saludó el pacto con una batería de 18 tuits. El primero de ellos es una clara declaración sobre sus intenciones en política exterior -dependiente del visto bueno de Ali Khamenei, líder supremo iraní-: "El acuerdo demuestra que un compromiso constructivo sobre el tema nuclear funciona. Cerrada esta crisis innecesaria emergen nuevos horizontes centrados en los desafíos comunes".
Encabeza la lista la eliminación de la organización sunnita Estado Islámico (EI) como actor revolucionario en Siria y en Irak, dos países que están bajo la órbita de Irán, que se arroga la protección de la etnia chiita en la región y el mundo.
"Irán va a liderar el combate contra EI en tiempos en los que Obama está en una posición que le impide poner botas norteamericanas en el terreno", escribió Ian Bremmer, director de Eurasia Group y columnista de LA NACION. "A pesar de que las sanciones económicas y el embargo mundial de armas han limitado la sofisticada potencia militar de Irán... la expansión de la influencia iraní y capacidades económicas allanarán el camino para defender su liderazgo en Medio Oriente", agregó el experto.
El grupo terrorista, que desde hace 13 meses controla amplias extensiones en Siria e Irak, vuelca su odio sobre las minorías religiosas, pero particularmente sobre los chiitas, mayoría en Irak.
Dentro de ese laberinto de fuego deambula la dictadura de Bashar al-Assad, jaqueada desde hace cuatro años por una guerra civil y asistida por su aliado Teherán. Asesores militares, milicianos libaneses chiitas de Hezbollah y miles de millones de dólares de Irán mantienen con vida la resistencia del dictador.
En otro orden, la rivalidad entre el chiita Irán y la sunnita Arabia Saudita se va a recalentar.
"Irán competirá con Arabia en el mercado petrolero y las luchas de baja intensidad van a escalar, especialmente cuando Estados Unidos y sus aliados trabajan para reducir su presencia allí", opinó Bremmer.
El ascenso de Salman al trono saudita en enero y la renovación total de la cúpula de seguridad -seguida de los ataques a los chiitas hutíes en Yemen- son la evidencia de que el reino no sólo desconfía, sino que se siente abandonado por Washington.
Tras realizar concesiones nucleares para volver a llenar sus arcas e inundar los mercados con su crudo, el gobierno iraní, en el corto plazo, estaría poco interesado en extender las relaciones con Occidente, reveló ayer The New York Times.
"Yo no apostaría a eso", les dijo a los periodistas, bajo condición de anonimato, uno de los negociadores norteamericanos más cercanos al equipo diplomático iraní. "Esto no es Cuba. Ustedes no van a ver embajadas abiertas por un largo, largo tiempo." Seguramente así sea mientras en Teherán los deseos de Rohani dependan de la voluntad de Khamenei.
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