En medio del caos, las elites se juegan su supervivencia
Maduro aún conserva su apoyo, pero los expertos advierten por las crecientes divisiones
NUEVA YORK.- ¿Cómo es que a pesar del caos y la espiral de violencia entre los manifestantes y la policía en Venezuela, sus elites políticas y militares no abandonan al presidente Nicolás Maduro ?
El país bien podría ser un candidato perfecto para eso que los académicos llaman la "fractura de la elite", que se produce cuando un número suficiente de funcionarios y dirigentes se separa del poder para forzar un cambio de liderazgo.
La violencia agudiza una crisis que lleva meses y que estuvo marcada por la escasez de alimentos, el colapso económico y los miopes intentos de Maduro por consolidar su autoridad. En las cuasi democracias como Venezuela, esas presiones suelen ser el combustible y la excusa que necesitan las elites para forzar un cambio.
"El mayor enigma de todos es que no haya pasado en los últimos dos años", dice Steven Levitsky, politólogo de la Universidad de Harvard. "Si ocurre la semana que viene, todos diremos que era inevitable."
De todos modos, ya empezaron a surgir divisiones, con críticas a Maduro por el creciente malestar y la incapacidad del gobierno para silenciarlo de parte de algunas figuras de las principales instituciones.
La fractura de la elite funciona como un juego en el que cada jugador intenta predecir lo que están por hacer los demás. Seguir fiel demasiado tiempo a un gobierno en baja entraña el riesgo de caer en la volteada. Pero la traición de romper con el gobierno sin que lo hagan otros se paga cara.
Los cambios bruscos de política pueden abrir esas fisuras y forzar a las elites a tomar una decisión. En 2015, por ejemplo, Maduro pareció evaluar la posibilidad de cancelar las elecciones legislativas, pero al final aceptó que se celebraran. "Era ir demasiado lejos", dice Levitsky. "Generaba demasiadas fricciones dentro del propio régimen."
Por eso en los períodos de crisis, cuando los gobiernos hacen giros políticos repentinos para mantenerse a flote, se potencia el riesgo de fractura entre las elites. En esa situación, quienes suelen tener la palabra final son los militares, ya que tienen el poder de quebrar el punto muerto de las elites y con frecuencia gozan de legitimidad popular para la transición.
Y en Venezuela ya son varios los que piden que las botas den un paso al frente.
Luis Ugalde, importante dirigente jesuita, dijo en febrero en un foro de discusión que el gobierno de Maduro había mostrado su "carácter dictatorial", y pidió un gobierno de transición como el que siguió al golpe militar de 1958, que luego instaló la democracia.
Esas declaraciones difícilmente alcancen para forzar un cambio, pero son un guiño a potenciales líderes de la revuelta de que contarían con por lo menos parte del apoyo de las élites.
De todos modos, el gobierno prepara sus defensas desde 2002. Ese año, en medio de grandes protestas en las calles, Hugo Chávez ordenó a los militares que restablecieran el orden. Por el contrario, los militares lo destituyeron con un golpe militar de corta vida.
Después de eso, Chávez se aseguró de sumar a los militares a las filas de sus aliados. Entre otros favores, los militares obtuvieron vastos canales de financiamiento, y algunos funcionarios locales dicen que incluso controlan la explotación de las minas de oro. Pero Maduro también sabe jugar ese juego: permitió que sus leales se beneficien de la corrupción y el financiamiento, convirtiéndolos en socios financieros comprometidos con la supervivencia del gobierno.
Antes la lealtad se pagaba con los ingresos por petróleo, pero actualmente en Venezuela el recurso más valioso es el acceso a un tipo de cambio favorable, según explica el politólogo venezolano Francisco Toro. La intervención del gobierno para mantener la cotización oficial del bolívar por encima de su valor en el mercado paralelo, hace que quien tenga las conexiones necesarias pueda amasar una pequeña fortuna de la nada.
El contrabando de remedios y alimentos también genera ingresos, incluso para los militares. Pero cuanto más se hunde la economía, más chica es la torta que se disputan las elites.
Como Venezuela también está cada vez más aislada del mundo, las elites también temen tener que enfrentar sanciones internacionales -o incluso causas penales- si se mantienen fieles a Maduro y el gobierno finalmente cayera.
Cuando aumenta la amenaza, "hasta quienes fueron comprados con favores empiezan a preocuparse", dice Levitsky.
Por eso es tan inusual que en Venezuela, sumida en el colapso económicos, no se produzcan deserciones generalizadas. Obligado a responder sobre la resiliencia de Maduro, Levitsky menciona la única fuerza más poderosa que el interés económico individual: la polarización ideológica.
Divisiones
El hiperpopulismo de Chávez tuvo éxito en dividir a tal punto a la sociedad que pasarse al otro lado, para muchos, resulta inconcebible. Y esa abnegación ideológica sigue viva y se extiende incluso a las elites.
"Desertar es más difícil cuando el que está del otro lado no es simplemente alguien con quien no concuerdo respecto de la política impositiva, sino que es un enemigo", dice Levitsky. "Pasarse a la oposición, pedir la renuncia de Maduro, sigue siendo equiparable a la traición. En ese clima, la deserción es más difícil."
Sin embargo, ese mismo fervor puede convertirse en una oportunidad para los disidentes. Los pocos integrantes de la elite venezolana que desertaron del gobierno son los que se consideran los verdaderos portadores de la causa de Chávez, y ven a Maduro como un traidor.
La semana pasada, Luisa Ortega, procuradora general de Venezuela, dijo a The Wall Street Journal que el intento de Maduro de llamar a una Constituyente era un ataque a la "Constitución de Chávez", lo que dejaba al actual presidente en el lugar de un traidor al sistema.
Pero, en definitiva, el movimiento se produce recién cuando las elites, sean jóvenes o mayores, están seguras de contar con los números para imponerse. Y cualquier controversia por lealtades ideológicas terminará volcándose a favor del statu quo.
Las reglas del juego aún favorecen a Maduro, aunque de momento el tablero parezca indicar lo contrario.
Traducción de Jaime Arrambide
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