En medio de las turbulencias mundiales, Joe Biden y Xi Jinping estarán cara a cara en San Francisco en una cumbre crítica para el mundo
Ambos líderes volverán a verse frente a frente luego de un año de tensiones crecientes entre ambos países
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WASHINGTON.- La relación entre Estados Unidos y China se ha deteriorado tanto desde la última vez que Joe Biden y Xi Jinping se vieron cara a cara que uno de los objetivos principales de la cumbre que tendrán este miércoles en San Francisco, California, será intentar restablecer las comunicaciones entre sus ejércitos. O, en las palabras del propio presidente norteamericano, “poder levantar el teléfono y hablar entre nosotros durante una crisis”.
“No estamos tratando de desvincularnos de China. Lo que estamos tratando de hacer es mejorar la relación”, dijo Biden este martes, al finalizar un discurso en la Casa Blanca sobre la crisis climática.
Biden voló luego de ese mensaje en el Air Force One a San Francisco, donde participará de la cumbre de líderes del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC, según sus siglas en inglés), y se verá este miércoles cara a cara con Xi, su primera cumbre en persona desde que se vieron hace exactamente un año, en Bali, Indonesia, durante la cumbre del G-20. Los cambios en la relación bilateral, en China, en Estados Unidos y en el resto del planeta durante los últimos 12 meses le brindan a este nuevo cara a cara de los líderes de las dos superpotencias una importancia singular ante el persistente temor a una nueva guerra mundial.
A la guerra en Ucrania y las continuas tensiones por el futuro de Taiwán y el Mar de China Meridional se sumó la guerra entre Israel y el grupo terrorista Hamas, y el episodio del “globo espía” chino derribado este año por dos F-22 en Estados Unidos. El encuentro tampoco es menor para la economía global, aún frágil tras el azote de la pandemia.
La economía de Estados Unidos parece haber eludido una recesión y muestra un saludable desempeño –la inflación bajó de nuevo, al 3,2% anual en noviembre, otro hito celebrado por la administración demócrata–, pero China se enfrenta a una inquietante desaceleración y sufre este año la mayor fuga de capitales en casi una década. Biden, que puso especial énfasis durante su presidencia en intentar ordenar el mundo, se prepara para buscar su reelección, mientras que Xi, el líder chino más poderoso desde Mao Tse-tung, obtuvo este año un tercer mandato.
Con ese telón de fondo, la Casa Blanca intentará reencauzar el vínculo y reparar algunas líneas de comunicación con Pekín dentro de la línea de “competencia responsable” fijada por Biden para conducir la relación bilateral.
El asesor de Seguridad Nacional de Biden, Jake Sullivan, dejó en claro en varias declaraciones previas a la cumbre, incluidas en una conferencia de prensa el lunes, que uno de los objetivos de la cumbre es el restablecimiento de las comunicaciones militares para intentar gestionar mejor la competencia. Una de las posibles causas del episodio del “globo espía”, se especuló en su momento, pudo ser justamente una falta de comunicación. Y también mencionó áreas de intereses compartidos, como controlar el tráfico de fentalino, calvario de la epidemia de adicción a los opioides que sufre Estados Unidos.
“Anticipamos que los líderes discutirán algunos de los elementos más fundamentales de la relación bilateral entre Estados Unidos y la República Popular China, incluida la importancia continua de fortalecer las líneas abiertas de comunicación y gestionar la competencia de manera responsable para que no se convierta en un conflicto”, enmarcó Sullivan. “La forma de lograrlo es a través de una diplomacia intensa. Así es como aclaramos percepciones erróneas y evitamos sorpresas”, completó.
Versiones del encuentro
A diferencia de lo que suele ocurrir cuando Biden se reúne con otros líderes globales, en esta ocasión no se espera que haya un comunicado conjunto. Cada gobierno ofrecerá su propia versión del encuentro, un testimonio del distanciamiento vigente. La fragmentación global que provocó la guerra en Ucrania puso a Estados Unidos y a China frente a frente.
La Casa Blanca ve con enorme preocupación la alianza entre Xi y el presidente ruso, Vladimir Putin, que le ha permitido a Moscú sostener su invasión a Ucrania. Y China culpa a Estados Unidos de alentar una nueva Guerra Fría y una suerte de ofensiva occidental contra Pekín.
La tensión geopolítica se solapa con la competencia comercial y tecnológica entre ambas potencias. La relación económica se había ido deteriorando durante años, pero terminó de implosionar en 2018, cuando el presidente Donald Trump, inició unilateralmente una guerra comercial total con China. La administración Trump acusó a China de haber violado los compromisos que asumió al unirse a la Organización Mundial de Comercio (OMC) en 2001, de abrir su vasto mercado a empresas estadounidenses y otras empresas extranjeras que querían vender sus bienes y servicios allí.
Lejos de dar un giro, cuando Biden asumió la presidencia a principios de 2021 mantuvo gran parte del andamiaje proteccionista de Trump, incluidos los aranceles a China. La tasa impositiva estadounidense sobre las importaciones chinas ahora supera el 19%, frente al 3% a principios de 2018, antes de que Trump impusiera sus aranceles. Del mismo modo, los impuestos chinos a las importaciones de productos estadounidenses ascienden hasta el 21%, desde el 8% antes de que comenzara la guerra comercial, según cálculos del Instituto Peterson de Economía Internacional.
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