En llamas: la desgarradora historia del pueblo fantasma que arde hace 60 años
Centralia fue construido sobre minas de carbón que comenzaron a incendiarse en 1962; su destrucción inspiró el videojuego y la película de terror Silent Hill
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En los años 60, el pueblo de Centralia, en el estado de Pensilvania, Estados Unidos, ya no vivía su época de esplendor. La minería de carbón, su principal actividad, había caído en desgracia por el auge del petróleo y el gas. Aun así, sus más de mil habitantes resistían en la humilde localidad. Hasta que sufrieron un fenómeno desgraciado, muy difícil de explicar y debieron marcharse de allí.
Hoy, el pequeño pueblo tiene menos de 5 habitantes, pues el carbón que le dio vida en su época de pujanza fue el mismo material que marcó su ruina. Es que, desde el año 1962, las minas carboníferas que se ramifican en el subsuelo del poblado arden sin parar.
Y ese fuego que nunca decrece bajo la superficie produjo emanaciones tóxicas, destruyó carreteras, provocó el éxodo de sus pobladores y convirtió a Centralia en un desolado y humeante pueblo fantasma.
El comienzo de todo
La tragedia comenzó de manera accidental en el mes de mayo de 1962. El inspector estatal de desechos conminó a los concejales de Centralia a que hicieran algo con un vertedero de basura que había en las inmediaciones del pueblo y que no cumplía con las reglamentaciones.
Entonces, los pobladores realizaron una práctica que ya era habitual en la zona. Llamaron a los bomberos para prender fuego el enorme basural, dejaron que ardiera durante un tiempo, y luego lo apagaron. O al menos eso creyeron.
El asunto fue que una parte de las llamas había prendido en la entrada de una mina de carbón oculta bajo los desechos. Y, aunque a simple vista no se veía, el fuego había comenzado a hacer su destructivo camino cuando entraron en combustión las galerías mineras abandonadas que se extendían bajo la superficie de Centralia.
Cuando, unos años más tarde, el municipio descubrió el fenómeno que consumía las entrañas del pueblo, ya era demasiado tarde.
Las consecuencias en la superficie
Fue a finales de los 70 cuando las consecuencias del incendio comenzaron a hacerse visibles en Centralia. El fuego provocaba levantamientos y grietas en las calles y rutas del lugar y era también una amenaza para las viviendas. Además, comenzaron a emanar gases tóxicos en diferentes lugares de la pequeña localidad de 1200 habitantes, ubicada a 250 kilómetros al oeste de Nueva York.
En 1979, el dueño de la única estación de servicio del pueblo notó que la temperatura de la nafta que salía de los surtidores era algo elevada. Cuando midió qué tan caliente era la nafta, se sorprendió al constatar que su temperatura era de unos 80 grados. Entonces, no le quedó más remedio que cerrar su negocio.
“Luego, los gases tóxicos empezaron a penetrar en el interior de las casas y las autoridades instalaron las primeras alarmas de gas”, dijo a BBC David Dekok, un periodista apasionado por la historia de Centralia, que escribió sobre el tema el libro Fuego subterráneo; la tragedia en curso del incendio de la mina de Centralia.
Cuando el fuego que prendía las galerías de carbón de antracita debajo del pueblo estaba más cerca de la superficie, el pavimento o las quebraduras que se creaban en él podían llegar a tener una temperatura de unos 480 grados.
“En algunos lugares era tan caliente que si te acercabas a unos tres metros tu cara se freía. Así era de caliente”, aseguró DeKok.
El ayuntamiento de Centralia realizó varias maniobras para detener la acción del fuego, pero todas fueron inútiles, y hasta contraproducentes. Primero, inyectaron agua en el terreno, pero todo el líquido que echaran sería insuficiente por la dimensión y la cantidad de túneles de carbón extendidos en el subsuelo. Las galerías tienen una dimensión total de aproximadamente 10 kilómetros y arde hasta a unos 1000 metros de profundidad.
Más adelante, se excavaron algunos pozos tipo “chimeneas” para monitorear el avance de las llamas, pero esto fue peor, porque el oxígeno que ingresaba a las galerías incentivaba aún más la combustión ígnea.
Aparentemente, sofocar el gigante siniestro era imposible, y la amenaza del fuego, cada vez más grande. Por ello, algunos habitantes comenzaron a emigrar del pueblo. Aunque el éxodo mayoritario y casi total se produjo luego de un incidente que marcaría para siempre el destino de Centralia.
El incidente que produjo el éxodo masivo
Fue el 14 de febrero de 1981. Ese día, un niño de 12 años llamado Todd Dombowski estaba jugando en el patio de la casa de su abuela, cuando de pronto, percibió una columna de humo que salía de un sector del jardín. Al acercarse a investigar, el suelo directamente se lo tragó.
“Vi el humo, y simplemente caí a través de él”, contaba el mismo niño en un documental sobre el pueblo de Centralia realizado por History Channel. Por fortuna, el pequeño pudo aferrarse a la raíz de un árbol que había en el pozo en el que cayó, que tenía unos 50 metros de profundidad.
Su primo lo ayudó a salir de ahí, aunque Todd tuvo que ser hospitalizado por haber inhalado gases tóxicos. Nada muy grave, por fortuna, así que pudo contar el cuento. Pero ya nadie podía hacerse el distraído con la ardiente destrucción que estaba sufriendo la comunidad. Mucho menos las autoridades.
En 1983 se realizó un plebiscito, y 2/3 de los pobladores votaron a favor de la idea de abandonar Centralia. Y así lo hicieron.
Las autoridades del gobierno de Estados Unidos destinaron una partida de unos 42 millones de dólares para comprar las casas de los pueblerinos, tirarlas abajo y reubicar a los vecinos en localidades cercanas.
Más de 1000 personas partieron de la tierra en que habían nacido y crecido, y en la que muchas familias remontaban su estadía a más de cinco generaciones. 500 viviendas fueron derribadas y el pueblo quedó casi vacío y absolutamente fantasmagórico.
Los últimos habitantes
En 1992, quedaban allí 50 personas, que se redujeron tan solo a 7, en 2013. En enero de 2017, la página oficial sobre el incendio de Centralia, informaba que la antigua residente Kathi Womer abandonaba el pueblo.
La partida de esta mujer, hija de vecinos tradicionales que murieron allí en 2001 y 2014, sin aceptar marcharse de su hogar, dejaba a Centralia con una población total, de acuerdo con la página citada, de “menos de cinco personas”.
Del lugar, que llegó a tener una escuela pública, dos escuelas católicas, siete templos diferentes, hoteles, almacenes y negocios, apenas queda una pequeña Iglesia, del culto Católico Ucraniano, que cada domingo sigue celebrando su ceremonia religiosa, a la que asisten antiguos vecinos del lugar que todavía habitan cerca de la zona.
Posiblemente, asistir a esa misa sea, más que un ritual para creyentes, un acto de resistencia, una manera de decir que el lugar no ha sido abandonado del todo.
Centralia: un imán para curiosos
Como se trata de un lugar con una historia casi fantástica, muchos son las personas que, de paso por la zona, deciden hacer una visita turística por Centralia. Pero los cientos de curiosos que cada año se aproximan a conocer el lugar se topan con carteles que advierten sobre los peligros de permanecer en el poblado.
“Advertencia - Peligro. Mina subterránea incendiada. Caminar o manejar por esta zona podría provocar serias heridas o la muerte. Hay gases tóxicos presentes en el ambiente y la tierra puede colapsar súbitamente”, dice uno de los carteles ubicados en el acceso al pueblo, con la firma del Departamento de Protección Ambiental de la comunidad de Pensilvania.
También hay placas que advierten que algunas viviendas de la zona todavía tienen habitantes, y que la iglesia ucraniana no se encuentra abandonada, que todavía es una propiedad privada, y que cualquier invasión al lugar será consecuentemente penada.
La inspiración para Silent Hill
El humo que surge de los pozos de la tierra o de las hendijas de las calles fracturadas, las viviendas derruidas, los árboles quemados desde sus raíces y el casi absoluto vacío humano de Centralia, la convierten en un paraje terrorífico.
A tal punto, que la ficción echó mano de su historia. Y lo hizo para crear el filme de horror Silent Hill, una película basada en un videojuego del mismo nombre y que tiene como escenario un pueblo fantasma, al que los protagonistas llegan 30 años después de que haya sido misteriosamente abandonado.
Hay una verdad muy triste que ronda sobre esta historia. La vida de los pocos pobladores que yacen aún en Centralia se apagará, de seguro, mucho antes que el fuego que arde bajo sus pies. Es que, según las perspectivas de los especialistas, las indómitas llamas que escuecen el subsuelo del pueblo se extinguirán definitivamente en unos 200 años.
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