En la puja por la energía rusa, Putin y los países europeos juegan con fuego
El corte del suministro a Polonia y Bulgaria confirmó la necesidad de avanzar hacia otras fuentes de energía en el bloque, que importa miles de millones de euros al año en combustible de Rusia
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PARÍS.– Para Polonia y Bulgaria, el gas ruso se terminó. Sin embargo, a pesar de la guerra en Ucrania, la Unión Europea (UE) sigue importando masivamente energías fósiles de Moscú que significan decenas de millones de dólares por día de ingresos. Unos 63.000 millones de euros de combustibles fueron exportados por Rusia desde que comenzó la invasión. El bloque, que es el principal importador, está dispuesto a terminar con esa dependencia, antes de que Vladimir Putin decida una interrupción total.
Carbón, petróleo bruto, gas natural transportado por pipelines o en forma de gas natural líquido (GNL)… esas fuentes de energía son todas emisoras de CO2 y la UE es, no obstante, el principal importador, con más del 70% del total.
“La guerra de Rusia contra Ucrania es ampliamente financiada por las exportaciones de carbón, petróleo y gas del agresor. Esos mismos recursos son la principal causa de otro peligro mundial: el cambio climático”, denuncia Anna Ackermann, especialista de la política climática y energética y cofundadora de la ONG ucraniana Center for Environmental Iniciatives-Ecoaction.
Entre los europeos, Alemania figura en el primer puesto con 9100 millones de euros de importación, seguida por Italia con 6900 millones. Dentro del bloque, Holanda (5600 millones) y Francia (3800 millones) también importaron masivamente combustibles fósiles de Rusia.
En un estudio, el Centro de investigación sobre Energía y Aire Puro (CREA), se interesó en los puertos que reciben los envíos de combustible proveniente de Rusia. Descubrió que las entregas de petróleo hacia puertos extranjeros cayeron 20% durante las tres primeras semanas de abril, en relación a enero-febrero antes de la invasión. Pero los envíos de carbón aumentaron 20%, lo mismo que para el GNL, que se duplicó a pesar de las sanciones económicas impuestas a Rusia.
“Esas sanciones fueron sin embargo socavadas por la continuación de la importación de combustibles fósiles provenientes de Rusia, en particular de parte de la UE”, deplora el CREA en su estudio. El organismo subraya también que un cuarto de las exportaciones rusas de combustible llegaron solo a seis puertos del bloque: Rotterdam (Holanda), Maasvlakte (Holanda), Trieste (Italia), Gdansk (Polonia), Zeebruges (Bélgica) y Amberes (Bélgica).
Las sanciones, sin embargo, tienen serios efectos sobre las exportaciones. El informe del CREA destaca que Rusia tiene serias dificultades para reubicar los cargamentos no aceptados por los compradores europeos y constata un fuerte aumento del número de barcos que dejan los puertos rusos sin destino fijo. Rusia está obligada, en efecto, a vender a otros países sus combustibles. Aumentó sensiblemente sus suministros de petróleo hacia la India, Egipto y otros países que “habitualmente” no reciben esas exportaciones rusas. Pero se trata de envíos que están lejos compensar la reducción de exportaciones hacia Europa, señala el estudio.
Entonces, si Putin es consciente de que el futuro de su país, y sobre todo de su guerra, dependen exclusivamente de la venta de energías fósiles, ¿por qué cerrar el grifo del gas a dos países europeos? Según el pretexto del Kremlin, esos dos países pretendían seguir pagando el gas en euros y no en rublos como lo exige Rusia desde hace semanas. La verdad es que el presidente ruso se sirve de su gas como instrumento de combate contra la UE. Su objetivo es dividir para reinar: como en el duelo entre los Horacios y los Cuiriacios de la mitología romana, intenta lanzar sus batallas contra cada pías europeo, aisladamente, uno por uno. De ahí la segunda pregunta: ¿acaso los otros 25 miembros de la UE van a dejar que golpee a Polonia y a Bulgaria? ¿O bien Europa recordará a Putin que está solo contra los 27?
El nuevo mecanismo de pago de importaciones fijado por el Kremlin consiste en exigir que los compradores paguen el gas en la divisa del contrato —97% en euros o dólares—, pero deben aceptar que esa suma sea inmediatamente convertida en rublos a través de una cuenta gemela obtenida en un banco ruso. Los operadores polacos y búlgaros no aceptaron esas reglas. Pero, ¿acaso otros operadores europeos lo hicieron? ¿Por ejemplo, los franceses Engie y Total, los alemanes RWE y Uniper, el austriaco OMV o el italiano ENI?
Para saber si alguien viola el derecho europeo, será necesaria una auditoría jurídica. Si algunos operadores cedieron al chantaje de Putin, se expondrían a importantes multas que podrían alcanzar miles de millones de euros. Esos grupos también pondrían en juego su reputación, en la medida en que podrían ser objeto de naming and shaming (nombrar y avergonzar). En todo caso, la presidenta de la Comisión Europea (UE) acaba de afirmar que las empresas europeas que acepten pagar en rublos el gas ruso, como lo exige Moscú, violan las sanciones impuestas por Europa y se exponen a un “riesgo jurídico” importante.
En todo caso, Putin no es tan necio: sabe que cortar la venta de energías fósiles a toda la UE equivale a darse un balazo en un pie. La decisión rusa de cortar el gas a Bulgaria y Polonia no significa una desmesurada cantidad: sobre los 150.000 millones de m3 anuales de gas destinado a la UE, van 10.000 millones a Polonia y 3000 millones a Bulgaria. Es decir, una pérdida de 8% de las importaciones europeas.
“Para Polonia, es perfectamente controlable, pues Varsovia había previsto poner fin a sus aprovisionamientos rusos al término del actual contrato, a fin de 2022. Para Bulgaria es un poco más complicado, pues ese país depende más de Rusia y está menos interconectado con la red europea. No obstante, teniendo en cuenta los escasos volúmenes, deberían existir soluciones que pasen por Rumania y por Grecia. Sobre todo, porque en Bulgaria el gas es esencialmente consumido para la calefacción invernal y no para producir electricidad”, analiza Anne-Sophie Alsif, jefa economista del gabinete de auditoría BDO France. “No obstante, la iniciativa rusa podría desestabilizar el gobierno búlgaro, ya sacudido por los lobbies pro-Putin”, advierte.
Según Ursula von der Leyen, ambos países deberían ser inmediatamente socorridos por “sus vecinos de la UE”. Los otros países europeos podrán, es verdad, tomar medidas simbólicas: Alemania podría comenzar inmediatamente a entregar gas a Polonia, procedente de sus reservas estratégicas. Esto enviaría un mensaje claro a Putin y aliviaría las relaciones germano-polonesas, envenenadas por esta cuestión.
De todos modos, mientras los europeos hacen auténticos esfuerzos para acelerar el fin de la dependencia energética del bloque de Rusia, las tensiones aumentan cada día más entre Moscú y los occidentales. En esas condiciones, muchos expertos no descartan una interrupción total del flujo de combustible ruso hacia la UE.
“El escenario más probable es el de una interrupción total de los flujos energéticos rusos hacia Europa. Es necesario en consecuencias actuar desde ahora como si ese embargo fuera inevitable, organizando en forma urgente políticas de economía de energía y de substitución”, afirma Thierry Rodier, fundador de Cadogan Commodities, especializado en intercambios gasíferos.
Y las consecuencias de ese eventual cierre a escala europea podrían ser durísimas para la mayoría de los países del bloque.
“En su chantaje, el Kremlin hace hablar la geografía de sus gasoductos: puede decidir aprovisionar, por ejemplo, solo a ciertos sectores de la UE. Rusia acaba de cerrar Yamal, su pipeline que pasa por Bielorrusia. Todavía queda North Stream (que pasa por el Báltico) y Brotherhood”, que pasa por Ucrania, afirma Philippe Charlez, experto en cuestiones energéticas para el Instituto Sapiensa. Y advierte: “Si Putin cerrara esos ductos, sería realmente catastrófico”.
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