En la policía, una carrera contra reloj para determinar la cifra de muertos
Un aluvión de llamadas de familiares de posibles víctimas fatales inunda sus dependencias
MONTEVIDEO.- El teléfono no deja de sonar en la Dirección General de la Lucha contra el Crimen Organizado de Uruguay.
"¿Llama por lo de los enfermeros? Sí, señor, acá tomamos las denuncias. ¿Cuándo murió su padre? De acuerdo, dígame sus datos por favor. No, por el momento no tenemos información. Cuando siga la investigación se les va a ir avisando. Hay muchas denuncias y la gente no para de llamar."
Son cientos, acaso miles, los uruguayos que llaman para consultar con la incertidumbre de si sus padres, tíos o abuelos pudieron acabar sus días a manos de los "enfermeros de la muerte", como frágiles víctimas de dosis sobrehumanas de morfina, lidocaína o una inyección de aire capaz de provocar el colapso de la circulación sanguínea y apagar una vida en un instante.
En la mesa de entradas de la dependencia policial, en una calle cercana a la rambla que enmarca la ciudad sobre el Río de la Plata, una agente de uniforme de unos 25 años atiende las llamadas, sin solución de continuidad, y completa una cartilla consignando, con la mayor prolijidad que le permiten sus veloces manos, los datos del denunciante, nombre, dirección y teléfono. A continuación, el nombre del difunto, la fecha de fallecimiento y lo más importante: el hospital donde murió.
"No, señora, por ahora sólo estamos tomando denuncias de pacientes del Maciel y de la Española", contesta la agente con diligencia y delicadeza, antes de pasar a la siguiente llamada. Ella sola se ha convertido en una suerte de centro de atención al cliente, en un call center individual que no sólo registra datos sino que debe contener, con pocas y precisas palabras, la tristeza, la perplejidad y el desconcierto que le llegan del otro lado de la línea.
Otro agente, de su misma edad y vestido de civil, se acerca al mostrador y le da una mano, atendiendo un segundo teléfono que también insiste en su reclamo desesperado desde algún remoto barrio.
"La orden es registrar las denuncias de los fallecidos en los últimos siete años", alcanzó a decir el agente en la fracción de segundo que le dieron dos llamadas de otros tantos atribulados montevideanos. Ese es el rango de tiempo que la justicia estima en que los dos enfermeros habrían estado cometiendo sus atropellos contra los pacientes a su cargo.
A juzgar por las palabras de Inés Massiotti, abogada y amiga de Ariel Acevedo -el detenido que perpetró 11 de los 16 crímenes que ejecutaron en paralelo con Marcelo Pereira-, ese tendal de desdichados familiares, esas delgadas voces que se pierden en la línea de la angustia, quizá no deberían excederse en la protesta, dado que, a fin de cuentas, su cliente actuó "para no ver sufrir a la gente", como dijo ayer a la radio El Espectador.
"Ahora, el otro es un perverso", dijo en referencia a Pereira, quien de acuerdo con Massiotti se quejaba de tener que atender a viejos que estaban "rompiendo mucho las pelotas", de tanto bañarlos y cambiarlos, y que tenían "que morir de una vez". "La idea de Ariel era otra", dijo, justificando a su defendido, aunque sin etiquetar su trastorno mental, como sí lo hizo velozmente con el otro procesado, el que no era su amigo.
"Epidemia criminal"
"La idea o el sentimiento o lo que quieras llamarle de Ariel era que no sufrieran más, en ningún momento se quejó de que los tenía que bañar, de que tenía que cuidarlos ni nada de eso. Yo sé que el hecho es el mismo, lo que digo es que la cabeza, los afectos son otros", continuó.
En otro sector de la ciudad, el representante de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en Uruguay, Eduardo Levcovitz, calificaba la acción de los enfermeros de la muerte como una "epidemia criminal". Levcovitz, experto en auditoría médica, ofreció sus saberes de especialista durante una conferencia de prensa, en la que no distinguió entre asesinos amigos y asesinos perversos. Más bien dijo que los casos de "asesinos seriales" en centros de salud "no son infrecuentes".
En ese sentido, destacó que no tanto tiempo atrás hubo homicidios semejantes en Estados Unidos, Inglaterra y España. En América latina, sin embargo, "no tengo conocimiento de que se haya dado otro caso de este nivel", aseguró.
Mientras avance la investigación, el Ministerio de Salud dispuso un equipo especial para que a medida que fluyan los nombres de las víctimas se vayan dando apoyo psicológico y asesoramiento legal a los familiares. Por el momento, a ellos sólo les quedan el dolor y las llamadas.
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