En la misa, un fervor más propio de Brasil que de Asia
Al igual que en Río, Francisco fue ovacionado por 6000 jóvenes de 27 países
DAEJEON, Corea del Sur (De una enviada especial).- "I love you! I love you!" Nadie lo hubiera apostado jamás, pero Francisco logró ayer algo inimaginable. Con esa capacidad de comunicar y de acercarse a quien tiene enfrente -sea de otra raza, color o religión-, quebró la tradicional reserva, compostura y frialdad de los asiáticos. Y en el encuentro que mantuvo con unos 6000 jóvenes de 27 países que participan de la Jornada de la Juventud Asiática, hizo una suerte de milagro.
De repente, la sensación fue la de estar en Río de Janeiro: el mismo fervor, el mismo ambiente eléctrico, cargado de emoción, pero también de recogimiento, espiritualidad, a miles de kilómetros de distancia de Brasil y con jóvenes asiáticos.
Nadie hubiera apostado que Francisco sería capaz de recrear un clima como el que se vivió en las playas de Copacabana, en julio del año pasado, durante la última Jornada Mundial de la Juventud. El escenario era Brasil y el primer papa latinoamericano jugaba de local.
Esta vez, aunque algunos surcoreanos se pusieron la camiseta de la selección, llevaban banderas argentinas o alguna bufanda de San Lorenzo, el Papa tenía dos desventajas. Por un lado, el modo de ser, muy distinto, poco expresivo y poco expansivo de los asiáticos; por otro, la barrera idiomática. Si en Río de Janeiro Francisco hablaba "portuñol", aquí tenía previsto un discurso en inglés, el segundo de esta gira. Y superó el desafío con creces.
Energizado por la recepción triunfal recibida al llegar a la inmensa carpa montada para el encuentro, el Papa comenzó a leer el discurso -aunque con cierta dificultad-, con pasión, gesticulando y tratando de no mirar el texto, sino a sus interlocutores.
Así, confirmando sus dotes de comunicador, logró entrar en sintonía con cientos de chicos llegados desde todo el continente asiático, que lo escuchaban atentamente, también a través de un traductor. Pero los terminó por conquistar cuando, fiel a su estilo de ruptura de toda formalidad, decidió dejar de leer su discurso.
"Un amigo mío me aconsejó que les hablara desde el corazón, dejando de lado el texto", dijo. "Pero mi inglés no es bueno", agregó en inglés, lo que provocó un "¡Nooo!" a coro.
Francisco anunció luego que les hablaría desde el corazón en italiano -idioma que maneja mejor- y que un sacerdote traduciría. Y pasó a interactuar con la multitud en forma espontánea.
Contestó algunas preguntas que le habían hecho antes tres jóvenes, de Camboya, Hong Kong y Corea del Sur, y entabló un diálogo lleno de fervor, en el cual hasta arengó a los jóvenes, como lo había hecho en Río de Janeiro. "¿Quieren entender cuál es su vocación? Pregúntenle a Jesús: Señor, ¿qué quieres de mí? Ahora, repítanlo tres veces, en coreano", exhortó, creando un clima incandescente.
"We love you! ¡Viva el Papa!", gritaban los jóvenes. "Are you tired? (¿Están cansados?). ¿Quieren que siga?", bromeó también más de una vez Francisco, que lanzó frases que hicieron estallar gritos de aprobación y aplausos, como "la felicidad que se compra no dura, sólo dura la felicidad del amor".
"Nadie sabe lo que nos espera en la vida, podemos hacer cosas feas, pero no se desesperen: siempre está el padre que nos espera, y si uno es muy pecador, la fiesta es aún más grande", recordó, al evocar la parábola del hijo pródigo.
La demostración de que el papa argentino logró superar y quebrar la tradicional frialdad y reserva asiáticas llegó al final. Cuando las dos chicas que habían dado su testimonio fueron a saludarlo, sucedió lo inesperado: luego de inclinar la cabeza, formalmente, y estrecharle una mano, de repente se soltaron, expresaron lo que sentían.
Como en un arrebato de locura, cada una a su turno dio un paso adelante y fue a abrazar con fuerza al Papa, una postal inimaginable en estas latitudes.
"No hay dos Coreas, hay una dividida"
DAEJEON.- "No hay dos Coreas, hay una dividida y basta. La familia está dividida, pero habla una única lengua y esa es una esperanza." Tras haber hecho un llamado a la reconciliación y la unidad de Corea del Sur y del Norte, el Papa volvió ayer sobre el tema. Lo hizo luego de que una joven surcoreana, Marina Park Giseon, al plantear la dramática división que afecta a su país, le preguntó qué pensaba de Corea del Norte. Francisco invitó a los 6000 jóvenes asiáticos a rezar en silencio por "los hermanos del Norte, para que no haya vencedores ni vencidos, sino una familia y hermanos, y por la unidad de las dos Coreas".
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