En la misa de Nochebuena, el Papa llamó a recordar que los pobres son los que más se parecen a Jesús
Presidió una de las celebraciones más importantes del año en la Basílica de San Pedro, con un aforo limitado a unos 2000 fieles, distanciados y con barbijo
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ROMA.- En la solemne misa de Nochebuena que celebró hoy en una Basílica de San Pedro con aforo limitado a unos 2000 fieles, todos con barbijo y distanciados, el papa Francisco recordó que la grandeza del Niño nacido en Belén está en su pequeñez y lanzó un fuerte llamado a tener presente que los pobres “son los que más se parecen a Jesús” y que por eso no hay que despreciarlos con la indiferencia.
“Acoger la pequeñez también significa abrazar a Jesús en los pequeños de hoy; es decir, amarlo en los últimos, servirlo en los pobres. Ellos son los que más se parecen a Jesús, que nació pobre. Es en ellos que Él quiere ser honrado”, dijo. “Que en esta noche de amor nos invada un único temor: herir el amor de Dios, herirlo despreciando a los pobres con nuestra indiferencia. Son los predilectos de Jesús, que nos recibirán un día en el cielo”, añadió. Y citó a la poetisa Emily Dickinson, que escribió: “Quien no ha encontrado el Cielo aquí abajo, dificilmente lo encontrará allá arriba”. “No perdamos de vista el Cielo, cuidemos a Jesús ahora, acariciándolo en los necesitados, porque se identificó con ellos”, exhortó.
En una misa que comenzó a las 19.30 locales (las 15.30 de la Argentina), una hora y media antes de lo normal, con mucha menos gente que en tiempos pre-Covid, pero sí presencial, en su homilía el papa Francisco pidió ir más allá de las luces y los adornos de la Navidad y contemplar al Niño. “En su pequeñez, es Dios”, explicó. “Es el desafío de Navidad: Dios se revela, pero los hombres no lo entienden. Él se hace pequeño a los ojos del mundo y nosotros seguimos buscando la grandeza según el mundo, quizá incluso en nombre suyo. Dios se abaja y nosotros queremos subir al pedestal. El Altísimo indica la humildad y nosotros pretendemos brillar. Dios va en busca de los pastores, de los invisibles; nosotros buscamos visibilidad. Jesús nace para servir y nosotros pasamos los años persiguiendo el éxito. Dios no busca fuerza y poder, pide ternura y pequeñez interior”, indicó.
En una misa en la que hubo bellísimos cantos y coros de la Capilla Sixtina, en la que reinó una clima totalmente distinto al del año pasado, cuando prácticamente no hubo fieles, sino un puñado de cardenales y obispos porque Italia estaba bajo estricto confinamiento, el Papa invitó a pedir en esta Navidad “la gracia de la pequeñez”. “Dios quiere venir en las pequeñas cosas de nuestra vida, quiere habitar las realidades cotidianas, los gestos sencillos que realizamos en casa, en la familia, en la escuela, en el trabajo. Quiere realizar, en nuestra vida ordinaria, cosas extraordinarias”, explicó. “Es un mensaje de gran esperanza: Jesús nos invita a valorar y redescubrir las pequeñas cosas de la vida. Si Él está ahí con nosotros, ¿qué nos falta? Entonces, dejemos atrás los lamentos por la grandeza que no tenemos. Renunciemos a las quejas y a las caras largas, a la ambición que deja insatisfechos”, pidió.
Ante cardenales, obispos y embajadores acreditados ante la Santa Sede, entre los cuales la embajadora argentina, María Fernanda Silva, Francisco recordó, por otro lado, que Jesús “no quiere venir sólo a las cosas pequeñas de nuestra vida, sino también a nuestra pequeñez: cuando nos sentimos débiles, frágiles, incapaces, incluso fracasados”.
“Hermana, hermano, si, como en Belén, la oscuridad de la noche te rodea, si adviertes a tu alrededor una fría indiferencia, si las heridas que llevas dentro te gritan: ‘Cuentas poco, no vales nada, nunca serás amado como anhelas’, esta noche Dios responde. Esta noche te dice: ‘Te amo tal como eres. Tu pequeñez no me asusta, tus fragilidades no me inquietan”, subrayó, enviando un mensaje de aliento.
¡No más muertes en el trabajo!
Al hacer hincapié, además, en el hecho de que cuando nació, en un pesebre, Jesús estaba rodeado de “pequeños” y pobres, como los pastores y que estaba cerca de los olvidados de las periferias, llamó a recordar que “Dios viene a colmar de dignidad la dureza del trabajo”.
“Nos recuerda qué importante es dar dignidad al hombre con el trabajo, pero también dar dignidad al trabajo del hombre, porque el hombre es señor y no esclavo del trabajo. En el día de la Vida repitamos: ¡No más muertes en el trabajo! Y esforcémonos por lograrlo”, imploró.
Finalmente, siempre girando en torno de la imagen del pesebre, subrayó que también están los magos, que peregrinan para adorar al Señor. “Miremos y comprendamos que en torno a Jesús todo vuelve a la unidad: no están sólo los últimos, los pastores, sino también los eruditos y los ricos, los magos. En Belén están juntos los pobres y los ricos; los que adoran, como los magos, y los que trabajan, como los pastores. Todo se recompone cuando en el centro está Jesús; no nuestras ideas sobre Jesús, sino Él, el Viviente”, reflexionó. “Entonces, queridos hermanos y hermanas, volvamos a Belén, volvamos a los orígenes: a lo esencial de la fe, al primer amor, a la adoración y a la caridad”, suplicó.
“Contemplemos a los magos que peregrinan y como Iglesia sinodal, en camino, vayamos a Belén, donde Dios está en el hombre y el hombre en Dios; donde el Señor está al centro y es adorado; donde los últimos ocupan el lugar más cercano a Él; donde los pastores y los magos están juntos en una fraternidad más fuerte que cualquier clasificación”, siguió. Y concluyó rezando para que “Dios nos conceda ser una Iglesia adoradora, pobre y fraterna. Esto es lo esencial. Volvamos a Belén”.
A diferencia del año pasado cuando debido a la cuarentena total, el Papa no impartió al mediodía (las 8 de la Argentina) la tradicional bendición Urbi et Orbi y el saludo navideño desde el balcón central de la Basílica de San Pedro –porque nadie podía salir de su casa-, mañana sí volverá a hacerlo desde la llamada Loggia, en forma presencial, acorde a la “nueva normalidad”.
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