En Italia ya nadie canta en los balcones y crece el temor por la economía familiar
ROMA.- Ya nadie canta en los balcones, ni aplaude, ni pone el himno en Italia. A más de tres semanas del inicio de una cuarentena anti-coronavirus jamás imaginada, con una cifra de muertos que casi alcanza las 14.000 almas y con una brutal realidad de personas que ya no tienen plata para comer, ya no hay ánimo. Frente al drama colectivo inenarrable, ese espíritu de resistencia que se manifestó al principio en flash-mobs, ese orgullo recuperado italiano, más allá de las cientos de miles de demostraciones de solidaridad y de iniciativas de voluntariado, parece haberse esfumado.
Aunque aún cuelgan banderas italianas con la leyenda #andrátuttobene (irá todo bien), ya nadie está tan seguro de eso. Desde balcones o ventanas, si ahora alguien se asoma es para insultar a ese "loco" que ven pasar trotando o a esa madre que entendió mal las confusas directrices del Ministerio del Interior y salió a tomar aire con sus chiquitos en el patio de su edificio.
"Ya a la semana del primer día que los vecinos comenzaron a cantar en los balcones, hace más de 20 días, el entusiasmo fue paulatinamente bajando y después ya no salió más nadie", cuenta a LA NACION Eva, ama de casa del barrio romano de Prati que al principio filmó y compartió en las redes sociales escenas de coraje y alegría. "Es lógico que eso haya terminado: ¿quién puede tener ganas de salir a cantar, mientras en los noticieros pasan las imágenes de los camiones militares en fila que se llevan los ferétros de la ciudad de Bérgamo, o finalmente admiten, como dice ahora el Istat (el Indec italiano), que hay tres veces más muertos de los que dice la Protección Civil? Esto es una tragedia nacional", se lamenta.
Si bien Eva no tiene problemas porque es de una familia de buen pasar, su marido, Francesco, abogado, sigue adelante con su estudio vía videoconferencia y sus dos hijos adolescentes, con la escuela, también a través de las pantallas, muchos otros italianos están desesperados. Y no es por el encierro, muy soportable si la heladera está llena, sino porque ya vaciaron todos sus bolsillos y no tienen para comer.
Aunque al principo el alerta sonó por el más empobrecido sur de Italia, donde incluso hubo hace una semana un intento de saqueo en un supermercado de Palermo –algo que enecendió la mecha del temor a una rebelión social-, con el pasar de los días aumenta el número de familias sin plata para la comida también en el resto de Italia. "El problema no es sólo del sur, mis colegas del centro y del norte también se dieron cuenta", resumió el alcalde de Palermo, Leoluca Orlando, que fue el primero en lanzar la alarma.
De norte a sur, desde Milán, la capital financiera de la península, hasta Palermo, Sicilia, los pedidos de ayuda alimentaria de parte de familias que no tienen para comer aumentaron entre el 20 y el 50%, según Cáritas. Y los alcaldes del las diversas comunas de la península claman que no son suficientes los fondos de 400 millones de euros erogados por el gobierno de Giuseppe Conte para hacer frente a los "nuevos pobres".
En Palermo, epicentro simbólico de la emergencia, en cuatro días llegaron 15.000 solicitudes de ayuda. Un "boom" que obligó a la municipalidad a suspender nuevos pedidos hasta la semana que viene, para ir analizando las que ya llegaron, contactar a las primeras familias e intentar "desactivar" la bomba social. En Milán, en tanto, el objetivo es alcanzar a cerca de 50 y 60.000 familias para darles unos 150 euros por dos meses, algo que se sumará a la distribución de paquetes de alimentos ya puesta en marcha hace unas semanas.
A este situación se sumó, además, el increíble colapso, ayer, del sitio del Inps (Instituto Nacional para la Previsión Social) donde los trabajadores autónomos deben hacer un trámite online para poder cobrar una indemnización de 600 euros para paliar la parálisis causada por el Covid-19. En un día hubo más de 400.000 solicitudes, llegaron 100 por segundo, una sobre-demanda que hizo caer el sitio y enfureció a cientos de miles de italianos que necesitan urgente esa ayuda estatal. Para defenderse de la rabia, el presidente del Inps culpó a un ataque de hackers, excusa que nadie creyó y aumentó la indiganción.
"Estuve cuatro horas intentando hacer el trámite online para dos empleados, pero no pude. Es una locura, un desastre en el desastre", se quejó en diálogo con LA NACION Sebastiano, que vive en Roma y está al frente de una pequeña empresa que fabrica perfumes artesanales. "No sé cómo vamos a salir de esto", confesó, preocupado por su futuro, pero más aún de toda esa franja sin recursos que trabaja en negro y que se quedó sin red de protección.
"Tenemos que estar ‘orgullosos de esta Italia’, como nos invita a hacer el presidente (Sergio) Mattarella. Y nunca como ahora debemos repetir ‘correcto o equivocado, es mi país’, mientras lloramos cada día centenares de muertos. Pero después de semenas de lucha contra el mal y justo en la hora más oscura en la que el primer ministro Conte anuncia la prórroga de las medidas restrictivas hasta al menos el 13 de abril, ¿podemos indicar humilde y suavemente todo lo que no está funcionando?", escribió hoy Massimo Giannini, editorialista de La Repubblica.
"Sin renegar el espíritu de unidad nacional que es necesario en este momento ¿podemos individuar los errores y los retrasos que hacen más dolorosa la guerra de hoy y más oneroso el renacimiento de mañana?", se preguntó, en un editorial en el que destacó que el coronavirus es como un "peine de la historia" que revela, de manera impiadosa, "todos los nudos nunca desatados de Italia". La nota indirectamente explicó por qué ya nadie canta en los balcones.
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