Haití, como si el sismo hubiera sido ayer
Tres años después del horror, la reconstrucción es casi imperceptible
PUERTO PRÍNCIPE.– El terremoto que sacudió a Haití, dejó 250.000 muertos y enterró al país en una miseria más profunda de la que estaba parece no haber sido hace tres años. Es como si hubiera sucedido la semana pasada o ayer mismo. Para los haitianos prácticamente nada cambió desde aquel 12 de enero, cuando la naturaleza se volvió a ensañar con el país más castigado de América. Haití fue y sigue siendo la viva imagen del caos y la desesperanza. Pese a los miles de millones de dólares que llegaron a la isla después del sismo, todavía hay 360.000 personas que viven en campos de desplazados y son muy pocos los indicios de reconstrucción.
En el bulevar Jean-Jacques Dessalines, una de las principales arterias comerciales del centro de Puerto Príncipe, la mayoría de los edificios están destruidos y se repiten en cada esquina las montañas de escombros que dejó el terremoto.
Para los miles de haitianos que intentan ganarse la vida vendiendo lo que pueden apiñados en esa calle, la vida transcurre de la misma manera que antes: con hambre, sin un trabajo formal y sin ninguna expectativa de que el país mejore.
Robert Toussaint tiene 42 años y vende en Dessalines pilas, adaptadores y cables. Se queja de que desde el terremoto nada cambió. "Antes no vendía nada y ahora tampoco. La ciudad está destruida y la gente sigue con hambre. El terremoto fue un detalle, nada cambió. Sólo nos queda rezarle a Dios", explica a LA NACION, mientras se refugia del sol agobiante de Puerto Príncipe.
En el barrio de Bel Air, también azotado por la pobreza y la inseguridad, un grupo de niños acaba de romper un caño de la calle para conseguir algo de agua. Se bañan entre la basura y los escombros junto con perros y cabras que también buscan aliviarse del calor abrasador.
Los números de Haití producen escalofríos: según la Organización Mundial de la Salud, el 80% de la población no tiene agua potable, incluyendo los hospitales públicos, y vive por debajo de la línea de pobreza.
El país tiene 10 millones de habitantes y una fuerza laboral de 4.200.000, pero sólo 200.000 personas tienen un empleo formal. Además, los constantes desastres naturales y sequías hacen que el país esté siempre al borde de la crisis alimentaria, explicó Myrtha Klugard, directora en Haití del Programa Mundial de Alimentos.
Después del terremoto, desde todos los rincones del mundo se prometieron mandar a Haití más de 7000 millones de dólares, pero el presidente haitiano, Michel Martelly, aclaró anteayer que su país sólo recibió un tercio de ese dinero. Ante las críticas por la falta de acción del gobierno y las dudas sobre el reparto de fondos para las tareas de reconstrucción, explicó que ese dinero "no fue manejado por el Tesoro público de Haití, sino por las ONG".
Tres años después del terremoto, y aun cuando no puede afirmar con exactitud cuándo terminarán las tareas de reconstrucción, Martelly se mostró muy contento por la reubicación de miles de familias que vivían en seis campos de desplazados de la capital y por el futuro comienzo de la reconstrucción de los edificios gubernamentales, ya que aún muchos de ellos son puro escombro. La fundación del actor Sean Penn, por ejemplo, terminó de limpiar los que había en el Palacio Presidencial recién a fines de noviembre pasado.
Miles de haitianos perdieron su hogar aquel 12 de enero y hoy viven en alguno de los 496 campos de desplazados que hay salpicados por todo el país. Se trata de aquellas personas que no recibieron los 500 dólares que el gobierno le dio a cada familia para poder reconstruir su casa o alquilar una nueva. Del millón y medio de desplazados que dejó el sismo, 360.000 aún viven en carpas y en medio de la miseria.
La vida es dura en el campo de desplazados más grande, más peligroso y más pobre de Haití. Las carpas del Jean Marie Vincent, vecino al populoso y paupérrimo barrio Cité Soleil, son tantas que se pierden en el horizonte. Allí viven 55.000 personas.
El miedo es una constante en los campos de desplazados y en Puerto Príncipe. Pese a la presencia de la Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (Minustah), las pandillas aterrorizan a la población y las mujeres temen ser abusadas sexualmente. Según datos de la Policía Nacional de Haití, el año pasado se registraron 650 violaciones, pero fuentes especializadas en el tema comentaron a LA NACION que son muchas más, porque las mujeres todavía no se atreven a denunciar los abusos. Por eso muchos no logran imaginarse a Haití sin la presencia de la Minustah, que, según explicó el jefe de la misión de paz, el chileno Mariano Fernández, ya comenzó a reducir su presencia en el país. "El plan es que haya para 2015 unos 16.000 policías haitianos capaces de cumplir las tareas de seguridad, porque la Minustah quiere irse de Haití, por eso es importante consolidar el estado de derecho", aseguró.
Pero la gente en la calle no está de acuerdo. "Sin la Minustah no vamos a poder ni caminar por la calle, que es lo único que nos queda, hay inseguridad de día y de noche", se queja Idobike Kayuste, un desocupado de 62 años, mientras busca algo para comer entre la basura cerca de la entrada a Cité Soleil.
Gialini, una mujer de 23 años, observa la escena con su pequeña hija en brazos. Está sucia, tiene hambre y le cuesta imaginarse un futuro mejor y de progreso para Haití. "Nunca cambia nada en este país, me apena por mi hija, pero no puedo esperar nada del futuro, sólo la muerte", susurra.
CIFRAS DE UNA NACIÓN DEVASTADA
- 250.000
Muertos causó el sismo
El terremoto dejó, además, 300.000 heridos - 360.000
Desplazados
Haitianos que viven en campos provisionales
Del editor: cómo sigue.
Temas
Otras noticias de Haití
- 1
Las declaraciones de Pepe Mujica y su mujer sobre la dictadura que provocaron polémica y llegaron hasta la Justicia en Uruguay
- 2
Cómo el caso Pelicot relanzó debates jurídicos y sociales y qué podría cambiar tras la sentencia en Francia
- 3
Un ómnibus chocó con un camión y se prendió fuego: 32 muertos
- 4
Día clave en Venezuela: Maduro extrema la represión y piensa en su nuevo mandato como punto de partida hacia un “sistema cubano”