En Andalucía, corazón del cultivo de frutillas españolas, un proyecto de regularización de las explotaciones ilegales enfrenta a agricultores, políticos y ecologistas, inquietos por el futuro del parque natural
“Esta seco... Muy seco”. De pie en medio de una extensión de dunas y de pinos, Juan Romero examina la tierra quebrada y el horizonte polvoriento. “En esta época, eso debería de estar cubierto de agua, y lleno de flamencos”, comenta, desanimado.
Miembro de la plataforma Salvemos Doñana, este jubilado lleva años luchando por la defensa de este parque del sur de España, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y que da cobijo a miles de especies de animales y plantas en sus 100.000 hectáreas de lagunas, marismas, dunas y bosques.
Cada año, más de 500.000 aves acuáticas pasan el invierno en esta reserva situada en el margen derecho del estuario del río Guadalquivir, cerca de su desembocadura en el Atlántico. Doñana es un paraíso para las aves migratorias.
Pero ese ecosistema ahora está en peligro, debido al cambio climático y a la sobrexplotación de las reservas de agua por los inmensos campos de frutillas situados más al norte.
Esto es motivo de preocupación para los ecologistas, que temen que el fenómeno se agrave como consecuencia de un proyecto de ley para aumentar los derechos de riego en la región, que está siendo promovido por el gobierno de derecha de Andalucía, con el apoyo del partido de extrema derecha Vox.
Esta iniciativa “podría llevar a regularizar hasta 1900 hectareas” de cultivos de frutos rojos, actualmente irrigados “por pozos ilegales”, denuncia Juanjo Carmona, de la ONG medioambiental Fondo Mundial para la Naturaleza. “Para Doñana, sería un desastre”.
La provincia andaluza de Huelva, donde se encuentra Doñana, es la primera región exportadora de frutos rojos de Europa. Produce 300.000 toneladas de frutillas al año, es decir, el 90% de la producción española. Este “oro rojo” emplea a entre 80.000 y 100.000 personas y genera casi el 8% del PIB regional, según la federación Freshuelva.
Los recursos hídricos “son limitados”, y se teme que las explotaciones legales se vean obligadas a reducir drásticamente su tamaño por falta de agua.
Fotos: Jorge Guerrero / AFP
Edición fotográfica: Fernanda Corbani