En fotos: así se ve París desde el aire
La experiencia de un fotógrafo que sobrevoló por más de dos horas la Ciudad de las Luces el día de la Fiesta Nacional del 14 de julio
No estaba preparado para esto. Vivo en Nantes, hace diez años que trabajo de freelancer para la AFP y me pidieron ir a París de refuerzo el 14 de julio, pero hasta una semana antes no supe que iba a hacer fotos desde un helicóptero. Ya había trabajado en esas condiciones: en competiciones de vela o sobre el Monte Saint Michel, pero jamás sobre una ciudad. Y menos sobre París.
Son las nueve de la mañana y el chofer de la AFP acaba de dejarme en la base aérea 107 de Villacoublay, al suroeste de la capital. El ambiente es efervescente, todos los helicópteros que van a desfilar en los Campos Elíseos están ahí.
Me dicen que voy a volar en un Fennec procedente de la base aérea 115 de Orange, en el sureste de Francia, junto a otro fotógrafo de Sirpa Air, el servicio de información y de relaciones públicas de la fuerza aérea. Un lujo total. El Fennec es el helicóptero que está en alerta permanente para interceptar cualquier avión de turismo que se aventure sobre la capital.
Única limitación: guardar las distancias con la tribuna presidencial
Aunque la seguridad no es una cuestión insignificante, nuestra única limitación es que nos mantengamos a más de un kilómetro de la tribuna donde se encuentran los jefes de Estado Emmanuel Macron y Donald Trump. Si hay algún problema con el aparato, hay que ir hacia el aeropuerto de Bourget, y si se trata de un problema serio, habría que aterrizar en un estadio.
Las instrucciones son bastante meticulosas en lo que se refiere a nosotros y, sobre todo, es importante que nos aseguremos de que nada de lo que llevamos pueda caer del aparato, sobre la cabeza de alguien durante el vuelo… así que, para evitar este tipo de incidente, yo llevo dos cámaras con lentes que no me hace falta cambiar: un gran angular de 24-120 mm, y un teleobjetivo de 200-500 mm para capturar los aviones del desfile.
En la base el ambiente es extraordinario, tipo «Top Gun» pero versión relajada. Nos tomamos un café observando los preparativos desde una especie de cafetería: los pilotos están vestidos de uniforme con sus gafas Ray Ban puestas porque es un día soleado y todo el mundo tiene una sonrisa, hasta los mecánicos.
Son ellos precisamente quienes se aseguran de que estemos bien atados a los arneses del aparato. Voy a trabajar con mi colega mano a mano, uno en el borde del asiento y otro en el suelo, ambos con los pies apoyados en el exterior sobre la base de aterrizaje del helicóptero.
Después del desfile aéreo, el cielo de París nos pertenece
Despegamos bastante antes que el resto porque tenemos que cubrir todo el desfile, y no solamente el aéreo. Son las 10Hs. En pocos minutos nos encontramos con el cielo de París. Acaba de comenzar un vuelo espectacular.
Primero sobrevolamos el Sagrado Corazón de Montmartre, para encuadrar el Arco de Triunfo y la Torre Eiffel cuando lleguen los aviones del desfile aéreo del 14 de julio, que precede al desfile de las tropas.
Los pilotos nos avisan cuando consiguen la mejor vista y podemos disfrutar perfectamente de la exhibición aérea, que transcurre en apenas unos minutos con la Patrulla de Francia en primer lugar, seguida por los cazas F-16 y F-22 del ejército estadounidense.
No podemos acercarnos demasiado pero, una vez que pasan, el cielo parisino nos pertenece. Preguntamos al piloto si puede ir a un par de lugares, lo consulta con la torre de control y recibe luz verde casi inmediatamente. Y así una y otra vez, sin excepción. Me alegra comprobar que él disfruta tanto como yo. Su copiloto conoce bien la capital, pero él no la había sobrevolado nunca. Como nos entendemos bien y todo parece posible, el fotógrafo de Sirpa y yo vamos pidiendo más y más cosas y todo se nos concede. Es grandioso. Podemos hacer todo: los monumentos, panorámicas y, por supuesto, el desfile militar.
Consigo inmortalizar el Arco de Triunfo, solo, en un plano largo, con un golpe de sol justo encima. Hay que decir que los pilotos me ayudan mucho, sobrevolándolo varias veces. Son muy buenos, muy precisos y, al mismo tiempo, están relajados. Se trata de un verdadero vuelo de placer.
El vuelo es un verdadero regalo visual que los pilotos aprecian igual que nosotros. La ciudad se nos abre de forma extraordinaria, con una densidad insospechada. El día anterior había estado pensando mucho en esta jornada, quería ver monumentos, por supuesto, pero también trabajar el grafismo y conseguir algo estético, siempre y cuando haya buena luz.
Creo que ninguno de nosotros siente que transcurra el tiempo, pero tras dos horas y cuarto en el aire, nos damos cuenta de que es momento de regresar.
De toda esta jornada, una de mis fotos preferidas es en tierra: en ella se ve a los pilotos revisando el aparato en la pista. Pienso que, por muy bello que sea, es el hombre el que lo hace volar. Esto es lo que más me gusta del momento, la conversación que tuvimos antes del vuelo, en el helicóptero, cuando me llamaban «Jean-Seb» y luego, de regreso a la base, cuando conversamos un rato despreocupadamente.
En realidad, es como si aún estuviera en el helicóptero. Todavía me cuesta bajar de ahí.
Textos y fotos: Jean-Sebastien Evrard / AFP
Edición Fotográfica: Alfredo Sánchez
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