La vuelta al poder de los talibanes en Kabul ha sumido el futuro de muchos afganos en la más absoluta incertidumbre y, en Europa, ha despertado el temor a una nueva ola migratoria similar a la de 2015, cuando millones de personas llegaron al Viejo Continente huyendo de los conflictos en Oriente Medio, pasando por Turquía
TURQUÍA.- Un calzoncillo, una botella de plástico y unas huellas de pasos recientes son algunos de los indicios dejados por los migrantes afganos que lograron rodear el nuevo muro que se está construyendo en la frontera entre Turquía e Irán.
La vuelta al poder de los talibanes en Kabul ha sumido el futuro de muchos afganos en la más absoluta incertidumbre y, en Europa, ha despertado el temor a una nueva ola migratoria similar a la de 2015, cuando millones de personas llegaron al Viejo Continente huyendo de los conflictos en Oriente Medio, pasando por Turquía.
Los migrantes que consiguen atravesar la frontera entre Irán, país vecino de Afganistán, y Turquía se esconden de día y caminan de noche hacia el oeste, hacia metrópolis turcas como Estambul, o, en algunos casos, hacia Europa.
Oriundo de Kandahar, en el sur de Afganistán, Mohammed Arif le pagó 600 euros a un pasador para que lo llevara a Estambul. Pero este último desapareció en la provincia de Van, en el este de Turquía.
“Hace 25 días que me lancé a la ruta”, explica el joven de 18 años. “Desandar el camino es demasiado peligroso. De todas formas, ¿a dónde iría?”, comenta.
De momento, Naciones Unidas no ha informado de ningún movimiento migratorio “de gran alcance” en las fronteras afganas y el número de afganos llegados a Europa se redujo un 40% aproximadamente en los seis primeros meses del año, según datos de la Unión Europea.
Pero las imágenes de ciudadanos afganos dejando su país, como Arif, generan preocupación entre los dirigentes tanto de Europa como de Turquía, cuyo presidente, Recep Tayyip Erdogan, ha recibido presiones para que endurezca su política migratoria por la crisis económica que atraviesa el país.
Mencionando la construcción del muro fronterizo, Erdogan prometió la semana pasada “parar completamente” las entradas ilegales a territorio turco.
En los últimos días, la construcción de ese muro, de 243 km de largo y bordeado de fosas, parece haberse acelerado.
Ya se han levantado 156 km en la frontera con Irán (que tiene más de 500 km de largo) y se están reforzando las patrullas, explicaron responsables a la agencia AFP.
Pero Arif y decenas de afganos contactados por la AFP consiguieron pasar del lado turco bordeando el muro.
Tras varios días de caminata, algunos se echaron a descansar cerca de una vía de tren en Tatvan, a 200 km al oeste de la frontera.
“Se ha acabado Afganistán”, comenta suspirando Nakivillah Ikbali, que pasó por Pakistán e Irán antes de llegar a Turquía.
“La situación va a empeorar. Tengo 19 años. Me gustaría ir a la escuela o a la mezquita, pero mi vida ha desaparecido”, agrega.
En el caso de Arman Ahmadi, de 17 años, es la segunda vez que intenta migrar. En el pasado, fue detenido en Estambul, donde trabajaba, sin papeles, como peluquero y lo expulsaron del país. Le gustaría instalarse en Turquía de forma definitiva.
“Las autoridades turcas me dicen que vuelva a Afganistán, ¡pero aquello es la guerra!”, exclama. “No quiero ir a Europa. Si Turquía acepta acogerme, es aquí donde me quiero quedar”.
Según las cifras oficiales, Turquía acoge a 120.000 refugiados afganos, y a unos 300.000 migrantes afganos en situación irregular.
Metin Corabatir, exportavoz en Turquía del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR), explica que Irán, un país situado entre Afganistán y Turquía, absorbía hasta ahora a una buena parte de los migrantes afganos.
Así, la República Islámica “acogió a dos millones de afganos durante la invasión soviética de Afganistán en 1979”, declaró Corabatir a la AFP.
Pero, a raíz de las sanciones estadounidenses vinculadas al programa nuclear iraní, la economía del país se ha visto muy golpeada.
“¿En qué medida podrá Irán ofrecer protección a los recién llegados? No lo sabemos aún”, dijo Corabatir.
No obstante, Mohammed Zamir, de 16 años, no ve ningún futuro para él sin la ayuda de un país extranjero.
“La gente no tiene otra elección. No tienen dinero ni trabajo”, asegura. “¿Qué podemos hacer allí? ¿Adónde iremos si los países vecinos no nos acogen?”.
Agencia AFP
Fotos: AP y AFP
Edición fotográfica: Fernanda Corbani