En el norte de Mali, la ley islámica se impone a fuerza de terror y armas
Las dos principales ciudades de la zona están dominadas por grupos extremistas
SÉGOU, Mali.- En el nombre de Alá y a golpe de Kalashnikov, los touareg del grupo islamista radical Ansar Dine imponen el terror en el norte de Mali. Practicar sexo fuera del matrimonio, robar, no ponerse el niqab (velo completo islámico), no acudir a la mezquita el viernes o cometer adulterio se castigan con amputaciones de manos, fuertes latigazos en público, apaleamientos hasta la muerte y lapidaciones. En su bastión de Tombuctú, convertido en el pequeño Kabul del Sahel, resucitan las violentas prácticas del difunto régimen talibán afgano.
Desde abril pasado, miles de malienses huyen de sus casas para no soportar la dura interpretación de la sharia (ley islámica) a la que someten a los habitantes de esta localidad turística situada en el desierto del Sahel.
"En septiembre presencié cómo daban latigazos a dos jóvenes que se acostaron antes de casarse", explica Sidi Kounta, un joven de 27 años, profesor de francés en el colegio de la ciudad. "Nos convocaron a todos a través de la radio privada Buctou, que utilizan para lanzar sus mensajes. Eran un chico y una chica de unos 20 años. Los cubrieron con una tela de colores y les propinaron cinco golpes a cada uno con un látigo de piel de camello mientras ellos gritaban de dolor", afirma Sidi, que tuvo que acudir a la plaza de la vieja mezquita de Sankoré para presenciar el castigo público. "Luego los obligaron a casarse", añade.
La ciudad está gobernada por Umar Hamaha, un radical con la barba pintada de rojo al estilo de los combatientes veteranos afganos, aunque los castigos corren a cargo de sus milicias armadas.
"Recuerdo el caso de Mohammed, un empleado en un hogar que robó algunas de las pertenencias de la familia para la que trabajaba. Fuimos todos a la plaza Azalai y, delante de la muchedumbre, le inyectaron un calmante y luego le cortaron la mano con un fino cuchillo. Después metieron el muñón en aceite de motor para frenar la hemorragia", explica Sidi, que ahora vive refugiado en un barrio llamado Angolais de Ségou, al sur de Tombuctú y Gao.
Esas dos ciudades están tomadas por diversos grupos islamistas radicales fuertemente armados, entre ellos Al-Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), contra los que luchan franceses y malienses.
"En mi ciudad cuando entraron, eran muy numerosos", exclama Touré Zeinam, rodeada de cuatro hijos de 35 años y natural de Goundam (sur de Tombuctú), sentada en el patio de una casa en la que está refugiada en Ségou y amamantando al más pequeño. "A las mujeres nos dijeron que teníamos que llevar un velo que nos cubriera por entero, incluida la cara menos los ojos, además de medias y guantes para que no se viera ninguna parte de nuestro cuerpo", asegura. "Pasamos mucho miedo porque entraron casa por casa buscando armas y se llevaban los vehículos y las motos. De la nuestra no se llevaron nada, pero hubo robos en la mayoría de los hogares."
La familia del joven Assana Dikko, 22 años, no tuvo tanta suerte y los radicales mataron a sus cinco vacas, su principal sustento.
Era guía turístico en Tombuctú, la ciudad de los 333 santos y atracción de miles de turistas que acudían a apreciar sus magníficos templos y pasar una exótica noche en una tienda de campaña con los touareg del desierto.
"Lo peor que he visto fue aquella mujer que se quedó embarazada de un chico con el que no estaba casado. Los taparon a los dos con una tela, los apalearon y a él lo enterraron de modo que solo sobresalía la cabeza. Lo dejaron así unas horas, pero cuando lo sacaron las heridas eran tan graves que murió", explica vestido con una camiseta del Barcelona, sentado junto al río Níger, donde deambula a menudo.
La Corte Penal Internacional (CPI) ha abierto una investigación por crímenes de guerra en esta región, por saqueos, asesinatos, amputaciones y violaciones de mujeres desde que empezó la guerra.
"Mi amiga Fati afirma que la violaron en Goundam. Yo soy su vecina y vi entrar en su casa a varios touareg armados. Salté la tapia de mi casa y me escapé por otro lado, y más tarde me contó su desgracia", asegura Assa Bengal, otra refugiada. Algunos de los combatientes del frente armado islamista son antiguos mercenarios acogidos por Muammar Khadafy, que lucharon al lado del dictador. En aquel entonces, Khadafy repartía Viagra entre sus acólitos para violar con más ímpetu a las mujeres del enemigo.
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