En el debate sobre la violencia, el lenguaje se vuelve agresivo
WASHINGTON.-En diciembre, después de la masacre en la escuela de Connecticut, cuando la Campaña Brady para la Prevención de la Violencia con Armas se propuso impulsar mayores restricciones sobre las armas de fuego, recurrió a una empresa que los ayudara a publicitar su posición. ¿El nombre de la firma? Point Blank Public Affairs (Relaciones Públicas a Quemarropa).
Cuando el vicepresidente Joe Biden prometió formular iniciativas como respuesta a la masacre, dijo que estaba "apuntando al día martes", aunque advirtió que no existían "balas de plata" que detuvieran la violencia con armas. Y cuando el presidente Barack Obama señaló que estaba considerando esas propuestas, dijo al referirse a otro tema que no iba a negociar "a punta de pistola".
No es raro que sea tan difícil terminar con la violencia armada cuando Washington no puede siquiera terminar con su lenguaje bélico.
Las frases y expresiones armamentistas en el lenguaje coloquial invaden el discurso político y el de los medios de comunicación de un modo que hasta pasa inadvertido para políticos y periodistas, y que deja al descubierto el histórico poder que han tenido las armas en la experiencia norteamericana.
Los candidatos "disparan" contra sus opositores, los legisladores "no deponen sus armas", las asociaciones civiles "apuntan" contra la legislación a la que se oponen, y los periodistas escriben que la Casa Blanca está "bajo fuego".
La naturaleza ubicua de ese lenguaje ha hecho que, en el acalorado debate de las últimas semanas, partidarios de ambos bandos debieran retractarse o al menos pensar dos veces el lenguaje a emplear, para no agregar una nueva ofensa en un momento de extrema sensibilidad.
"Es como nuestra segunda naturaleza", dijo Andrew Arulanandam, director de relaciones públicas de la Asociación Nacional del Rifle (NRA). "Hay tantas frases de ese tipo en el lenguaje aceptado que uno tiene que pensarlo dos y hasta tres veces antes de hablar", añadió.
Pero ese lenguaje también dice mucho del largo romance de los estadounidenses con las armas de fuego y de la imagen que el país tiene de sí mismo. "Todo esto se remonta a la tradición de la frontera, al individualismo a prueba de todo, a ese norteamericano que sólo con un mosquete o un revólver detuvo a los indios o expulsó a los británicos", dijo Robert Spitzer, experto en el tema de control de armas de la Universidad Estatal de Nueva York, en Cortland.
Mientras que para Spitzer es más un mito que una realidad, hasta él mismo se descubrió utilizando frases de ese tipo en un reciente discurso, en respuesta a los comentarios de Wayne LaPierre, vicepresidente de la NRA, luego de la masacre de la escuela primaria Sandy Hook. "Empecé diciendo que el discurso de LaPierre no daba en el blanco", recuerda Spitzer. "Me gustó usar la metáfora de tiro porque pienso que en el caso de LaPierre es doblemente acertada."
En ese caso, obviamente lo hizo adrede. Pero la mayoría de las veces esas frases se escapan sin ninguna ironía evidente.
"Sabemos que no existen las balas de plata", dijo Biden la semana pasada, en referencia a la solución del problema de la violencia armada. El vicepresidente sostuvo que pensaba presentarle a Obama un conjunto de propuestas que podría cambiar la situación. "Estamos apuntando a tener algo listo el día martes", afirmó.
Durante una conferencia de prensa, Obama dijo que consideraría esas propuestas. Pero al referirse a la negociación del tema fiscal, usó la terminología de las armas de fuego: "No pienso negociar con el pueblo norteamericano amenazado a punta de pistola".
Los impulsores del control de armas dicen que esos lapsus no son raros. "A nosotros también nos pasa", dijo Mark Glaze, director de Alcaldes Contra las Armas Ilegales.
"Dejé de sentirme culpable hace un tiempo, cuando uno de los sobrevivientes con los que trabajamos no sé cómo hizo para meter al menos cuatro referencias a las armas en una frase que ni siquiera se refería al tema. Desde ese día, me relajé", concluyó Glaze.
Traducción de Jaime Arrambide
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