En el corazón de Gaza: toneladas de escombros y soldados en plena cacería del grupo Hamas
Hace menos de un mes, la costa norte de la Franja de Gaza era un apacible frente marítimo salpicado de hoteles y clubes de playa. Hoy es un gigantesco campamento militar israelí
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NORTE DE GAZA.- La pared de una escuela reducida a escombros, el minarete de una mezquita a punto de caerse, el techo desfondado de una casa frente al mar, con todos los muebles expuestos a la intemperie.
Todo a lo largo de la costa norte de Gaza, podían verse las evidencias de la batalla entre Hamas, la milicia palestina que controla la Franja de Gaza, y el ejército de Israel, que desde hace nueve días viene intentando expulsar a Hamas del poder.
Ayer por la tarde, los comandantes militares de Israel llevaron a un reducido grupo de periodistas extranjeros a recorrer el norte de Gaza durante cuatro horas, para que fuésemos testigos de la magnitud de sus avances.
El 27 de octubre, miles de tropas de Israel lanzaron una incursión desde el norte a lo largo de la costa, como parte de una invasión a tres puntas destinada a derrotar a Hamas, que el mes pasado realizó un desenfrenado ataque en territorio israelí donde asesinaron a unas 1400 personas.
Nueve días después, las fuerzas de Israel han avanzado a sangre y fuego varios kilómetros hacia el sur, hasta las afueras de Ciudad de Gaza, bastión de Hamas, y lograron tomar el control del tramo norte de la ruta costera de la franja.
Hace menos de un mes, la costa norte de la Franja de Gaza era un apacible frente marítimo salpicado de hoteles y clubes de playa. Ayer, era un gigantesco campamento militar israelí.
Por la rota marchaban largas filas de vehículos y soldados de infantería que levantaban columnas de polvo en el aire. En las dunas al este de la ruta, largas hileras de tanques y blindados dominaban el paisaje hasta perderse en el horizonte.
La mayoría de las edificaciones están en ruinas, con las paredes que quedaron en pie llenas de agujeros de bala. Algunos de los edificios seguramente fueron alcanzados por las bombas de Israel durante una campaña aérea que ya terminó con la vida de más de 9000 gazatíes, según la autoridad sanitaria de Gaza, controlada por Hamas.
Los habitantes palestinos huyeron hacia el sur y le dejaron la línea costera a los soldados israelíes y a unos pocos perros y gatos perdidos.
El oficial israelí que nos acompañó durante el recorrido, el teniente coronel Iddo Ben-Anar, transmitía una imagen de calma y seguridad.
El teniente coronel dice que Hamas ya fue desalojado de la zona y expulsado de su base de operaciones, situada en la mezquita y la escuela ahora destruidos.
“Es como cazar al ratón”, dice Ben-Anar en referencia al enemigo. “Primero hay que encontrarlo: sabemos que está ahí, aunque no exactamente dónde, pero cuando lo encontras, está perdido”.
Cerca de ahí hay grupos de soldados sentados alrededor de cocinas portátiles, donde hierven maíz y zanahorias, conversan y hacen chistes. Muchos de ellos lucen bigotes prolijamente recortados, un discordante guiño a Movember, la campaña anual de recaudación de fondos durante la cual los hombres se dejan crecer el bigote en el mes de noviembre.
Todas las divisiones políticas que aquejaron a Israel durante el último año —incluida la negativa de miles de reservistas a prestar servicio en protesta contra el gobierno de Israel— se han desvanecido, dice Ben-Anar. De hecho, muchos de sus hombres son reservistas.
“Estamos juntos y unidos”, apunta el teniente coronel.
Pero todas esas bravatas quedan ahogadas por el trueno de una guerra en curso y donde no está todo dicho.
Porque mientras algunos soldados cocinan, charlan y descansan, otros tienen el arma en mano y escudriñan el horizonte en busca de enemigos. Ben-Anar dice que los combatientes de Hamas pueden emerger de un momento para otro de las bocas ocultas de una vasta red de túneles de cientos de kilómetros de largo, y emboscar a las tropas israelíes.
La balacera era constante y los proyectiles sobrevolaban nuestras cabezas.
Para ingresar en Gaza, a los periodistas nos ordenaron permanecer junto a las tropas israelíes durante toda la visita y aceptamos no fotografiar ni el interior del vehículo en el que viajábamos ni ningún punto de referencia que pudiera identificar las posiciones militares de Israel que recorrimos. De todos modos, The New York Times no permitió que el ejército israelí revisara esta cobertura antes de su publicación.
Poco después de ingresar en Gaza a través de un agujero en el muro perimetral de la franja, un proyectil de mortero impactó a metros del vehículo blindado que nos llevaba hacia el sur.
Minutos más tarde, al borde de la ruta por donde avanzaba nuestro vehículo explotó una bomba que generó una breve bola de fuego y lanzó arena hacia el cielo.
Y cuando nos acercábamos a la línea de frente, cerca nuestro cayó otra ráfaga de mortero.
Para llegar hasta la línea de frente, viajamos en un convoy de cinco tanques y dos vehículos blindados. Me tocó un vehículo blindado conocido como Eitan, que no tiene ventanillas: para ver el entorno, el conductor mira una pantalla digital que le muestra en vivo el camino que tiene por delante.
Los periodistas palestinos no han contado con esa protección: decenas de ellos han muerto en los ataques aéreos desde el comienzo de la guerra, según el Comité para la Protección de los Periodistas.
Para derrotar realmente a Hamas, Israel tendrá que capturar la totalidad de la franja, apunta el teniente coronel Ben-Anar.
A los israelíes les esperan batallas aún más sangrientas en ciudad de Gaza, donde los combatientes de Hamás están atrincherados en fortificaciones subterráneas desde donde planean múltiples emboscadas.
Según los analistas, esos combates podrían causar catastróficas pérdidas de vidas civiles, un resultado que Israel dice estar tratando de evitar.
“Hacemos todo lo posible para destruir únicamente a Hamas, sin dañar a los civiles”, explica Ben-Anat. “Antes de hacer algo lo pensamos 10 veces”.
Pero para los civiles de Ciudad de Gaza, que en las últimas semanas han sufrido una de las campañas de bombardeos más intensas del siglo XXI, el avance del ejército israelí es aterrador.
Saher Abu Adgham, un diseñador gráfico palestino de 37 años, se había pasado el día recorriendo las calles de Ciudad de Gaza en busca de leña para hervir arroz. Pero hacia el final de la tarde se recluyó en su casa por si las tropas de Israel llegaban al amparo de la noche.
“Tengo miedo de salir en medio de la noche y toparme con un tanque”, dice Abu Adgham desde Ciudad de Gaza, en entrevista telefónica.
Como las redes de telefonía móvil están básicamente fuera de servicio, otros vecinos de Ciudad de Gaza intentan evaluar el avance israelí a partir de la distancia del sonido de los disparos.
“No tenemos Internet para escuchar las noticias y saber lo que está pasando, pero lo oímos en primera persona”, dice Majdi Ahmed, un taxista de 32 años que está refugiado en un hospital de la ciudad.
“Estoy escuchando los disparos”, dice Ahmed por mensaje de voz. “Parece que están luchando en este momento”.
Por Ronen Bergman
Traducción de Jaime Arrambide
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