En crisis: la pandemia, el desempleo, la furia callejera y la tensión racial agobian a EE.UU.
La agitación social que se expande por todo el país por la muerte de un afroamericano se sumó al dramático impacto sanitario y económico del Covid-19
WASHINGTON.- Una vieja frase resonó otra vez en Estados Unidos esta semana, una de las más difíciles en la historia del país: el coronavirus ya dejó más de 100.000 muertos, millones de personas perdieron su trabajo en la puerta de otra Gran Depresión y un nuevo episodio de brutalidad policial reavivó las heridas abiertas del racismo.
"En el análisis final, un disturbio es el lenguaje de los no escuchados. ¿Y qué es lo que Estados Unidos no escuchó?" La frase la dijo Martin Luther King Jr., líder del movimiento de los derechos civiles, en un discurso en 1967, un año antes de ser asesinado, en un período de brutal agitación social.
Esa misma agitación brotó otra vez esta semana, más de medio siglo después, tras el asesinato de George Floyd, un afroamericano de 46 años, en manos de cuatro policías de Minneapolis, Minnesota. Pero esta vez explotó en un país quebrado por una pandemia –la peor crisis de salud en 100 años–, en la puerta de una nueva Gran Depresión, y bajo el liderazgo de un presidente, Donald Trump, amado y odiado sin medias tintas, que cavó en la grieta que divide a Estados Unidos.
"Nuestras vidas empiezan a terminar el día que guardamos silencio sobre lo que importa", rezaba el cartel de una adolescente afroamericana, sentada con barbijo en los jardines del Capitolio, en Washington. Una muestra del dolor y la angustia de millones, día a día. Había marchado anteayer junto a cientos más que caminaron por el centro de la ciudad hasta la Casa Blanca, y luego siguieron hasta el Congreso, en una de las protestas que se propagaron por el país luego del asesinato de Floyd.
Fueron días de furia. Las manifestaciones empezaron en Minneapolis, pero después despuntaron también en Los Ángeles, Portland, Denver, Detroit, Chicago, Atlanta, Nueva York, Phoenix, entre otras ciudades, y también en la capital, Washington. La mayoría de las manifestaciones fueron pacíficas, pero, tal como ocurrió en Minneapolis, en varias hubo vandalismo, saqueos y destrozos.
Al menos diez ciudades anunciaron toques de queda, y seis estados -Georgia, Kentucky, Wisconsin, Colorado, Ohio y Minnesota- tuvieron que recurrir a la Guardia Nacional porque sus fuerzas policiales quedaron desbordadas.
"Son los disturbios y los problemas más grandes que ha tenido Estados Unidos en muchos años. Se parece mucho a los '60, a 1968, pero en ese entonces no había pandemia", describió a LA NACION Erick Langer, profesor de historia de la Universidad Georgetown.
Langer mencionó que ahora tampoco ha habido asesinatos de líderes políticos, como ocurrió en 1968 con King y Robert Kennedy. Al igual que ese año, en este 2020 hay elecciones presidenciales.
"La historia no se repite, sino que hay facetas que sí se pueden repetir. Cada momento es diferente. Pero me parece una combinación muy peligrosa -remarca Langer-, y además tenemos un presidente muy incompetente que solo quiere dividir y ser reelecto. El problema es que no es presidente de todos, sino de su facción en el país".
Langer agrega: "Trump no está pensando en lo que está pasando ahora, sino qué va a pasar en noviembre. Al final de cuenta él debería ser presidente de todos los norteamericanos, pero no lo es. No le importa, parece. Quiere ser reelegido. Eso es un poco parecido a Nixon. Tenemos una concatenación de factores de diferentes épocas que crea un momento único. Pero cada momento es único, porque nunca se repite".
Acusación
Trump y su fiscal general, William Barr, acusaron ayer a "grupos extremistas de izquierda" por la violencia en las manifestaciones. Trump viajó a Cabo Cañaveral, en Florida, para presenciar el lanzamiento de la primera misión tripulada a cargo de SpaceX, la empresa de Elon Musk, uno de los pocos momentos triunfales que vivió el país en un año desastroso.
Para Trump, el despegue del cohete Falcon 9 fue una bocanada de oxígeno que le permitió hablar del impulso que su administración le dio a la nueva carrera espacial que tiene como objetivo el regreso a la Luna, y, después, la primera misión a Marte.
Al leer el discurso desde un teleprompter, el presidente republicano intentó emprolijar su respuesta a la última crisis, al recordar que había hablado con la familia de Floyd, y afirmar que su asesinato había sido una "grave tragedia" que llenó a los norteamericanos de "horror, rabia y pena".
"Entiendo el dolor que siente la gente", dijo Trump. "Apoyamos el derecho de manifestantes pacíficos, y los escuchamos. Pero lo que estamos viendo en las calles de nuestras ciudades no tiene nada que ver con la justicia o la paz. La memoria de George Floyd está siendo deshonrada por vándalos, saqueadores y anarquistas. La violencia y el vandalismo está liderado por Antifa y otros grupos radicales de izquierda, que están aterrorizando a inocentes", acusó.
Pero desde el interior del país surgió otra historia. El gobernador de Minnesota, el demócrata Tim Walz, dijo que la gran mayoría de las personas arrestadas en los disturbios de Minneapolis eran de otro estado y su gobierno dijo que investigaba si grupos supremacistas blancos estuvieron vinculados a los destrozos.
Las protestas, la violencia y el racismo taparon por un instante el dolor que sembró la pandemia, que ya ha dejado más de 103.600 muertes y 1.766.000 infectados de Covid-19, según la Universidad Johns Hopkins, y ha forzado a más de 40 millones de personas a solicitar seguro de desempleo porque perdieron su trabajo o fueron suspendidas, o debieron cerrar su negocio. Todos flagelos, al igual que el de la brutalidad policial, que golpean más a las minorías afroamericanas y latinas de Estados Unidos, un rasgo de lo que aquí llaman "racismo sistémico".
"Tengo mis propias ideas y reservas sobre el recurso a la protesta y lo que consiguen a largo plazo, pero creo que la rabia negra es perfectamente válida. Es válido querer protestar, querer saquear. Y cuando la gente desprecia las protestas como simple violencia está despreciando todas las complejidades que hay detrás y que llevaron a ese punto", se despachaba Graciela, negra y latina, delante del Trump Hotel de Washington, apenas a unas cuadras de la Casa Blanca.
"Lo que a los blancos y a muchos progresistas les cuesta entender es que el racismo no siempre es algo interpersonal, tiene que ver con el sistema, no tiene que ver con ser bueno o malo, sino con cómo te beneficias, cómo respondes, y si sos activamente antirracista", agregó la latina.
Frente a la Casa Blanca, en el Parque Lafayette, Bibek, un abogado de 50 años que vive en los suburbios, en Maryland, sostiene un cartel de Black Lives Matter, el movimiento contra la violencia policial racial. "Es muy frustrante. Suficiente es suficiente. Vine porque la gente de los suburbios tienen que estar con estos jóvenes", dice a LA NACION. "Es la única forma en que vamos a cambiar. Nada parece estar funcionando. Hay cada vez más de estos incidentes. Pensá en toda la violencia que nunca fue capturada antes de que hubiera teléfonos. Pensamos en nosotros mismos como un ejemplo para el mundo, pero el coronavirus y la violencia continua remarcan todos los problemas que tenemos".
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