Empezó un congreso clave del Partido Comunista Chino: qué está en juego para Xi Jinping y el futuro de la superpotencia
El presidente será consagrado para un tercer mandato de cinco años al término del cónclave, que revelará la composición del nuevo Comité Permanente del Buró Político; la reunión se desarrolla en un momento delicado por la economía, la política de Covid-cero y otros problemas
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PEKÍN.- El congreso del Partido Comunista Chino (PCCh), que será recordado por el tercer mandato de Xi Jinping, alfa y omega en la última década de la escena nacional, arrancó este domingo (en la noche del sábado de la Argentina) en un contexto delicado para la potencia asiática.
Durante su discurso inaugural, el presidente chino dijo que su país puso “en primer lugar a la población y sus vidas” en la gestión de la pandemia del Covid-19, y afirmó que China ha “protegido la seguridad y la salud al más alto nivel y conseguido destacados resultados positivos al coordinar el control y la prevención de la epidemia con el desarrollo económico y social”.
El principal evento del calendario político chino servirá también para renovar los órganos de poder, consignar fracasos y éxitos y trazar le estrategia contra la declinante economía, las tensiones con Estados Unidos y otros problemas acuciantes.
La erradicación de la pobreza, alcanzada el pasado año, debía de ser el plato fuerte, pero la guerra de Ucrania y los efectos de la política Covid-cero le robaron el foco. Un signo de la volatilidad de los tiempos es la promesa de Xi en el anterior Congreso de que China aceleraría su apertura al mundo.
El actual Congreso llega con el país cerrado por las estrictas medidas pandémicas, que han evitado los altos niveles de mortalidad de otros países más castigados, pero parecen hoy un problema sin solución: el hastío popular y sus daños a la economía las hacen insostenibles a medio plazo, pero la baja vacunación de ancianos y la precaria sanidad rural impiden jubilarlas sin provocar un drama.
Los tres editoriales encadenados esta semana por el Diario del Pueblo defendiendo la política descartan un viraje durante el Congreso.
Es previsible que el evento apuntale la “prosperidad común”, un concepto maoísta que Xi resucitó el año pasado. Alude a una sociedad con menos desigualdades sociales y con riendas a los sectores que, como las grandes tecnológicas o la educación extraescolar, se habían hiperdesarrollado.
Quedaron enterrados los compromisos liberales de darle más espacio al mercado o adelgazar las elefantiásicas empresas estatales que una década atrás se anunciaban como inminentes e imprescindibles.
“La situación internacional ha cambiado, especialmente por la guerra comercial con Estados Unidos. La lectura del partido es que un sector público fuerte es la mejor garantía para alcanzar los objetivos de crecimiento y superar las dificultades. No significa que el sector privado haya perdido su papel, pero sí es cierto que con Hu Jintao [predecesor de Xi] había una mayor expansión del mercado. También se reforzó el ámbito ideológico para facilitar las palancas económicas y se ha cercenado el camino a sectores privados que pensaban que tendrían más peso en la toma de decisiones”, señala Xulio Ríos, exdirector del Observatorio de Política China.
Teoría y práctica
La teoría señala que los más de 2300 delegados del PCCh elegirán esta semana a los 200 miembros del Comité Central, y éstos a los 25 del Politburó y los siete del Comité Permanente. La práctica sienta que todo ha sido decidido por las élites en las semanas previas en reuniones a puertas cerradas, mucho antes de que el Gran Palacio del Pueblo levante el telón.
La fecha de este Congreso, más temprana que lo acostumbrado, sugiere unas discusiones breves. Su resultado se verá en el tradicional recorrido de los miembros del nuevo Comité Permanente del Politburó en la Sala Oriental durante la clausura, el próximo sábado. Salen por una puerta, aguantan unos segundos los flashes de los fotógrafos, y se van por la otra.
Tiempo atrás, este Congreso se pensaba para jubilar a Xi, pero solo se debate quién lo acompañará en el timón del país durante el próximo lustro. La reforma constitucional que terminó con el límite de los dos mandatos le abre la puerta a renovar la Secretaría General del Partido y la jefatura de la Comisión Militar, los dos cargos más relevantes.
En la próxima Asamblea Nacional Popular, probablemente en marzo, renovará la presidencia del gobierno, un título menor que China creó en los años 80 para recompensar por sus servicios a veteranas figuras y que hoy es utilizado en reuniones con dirigentes extranjeros.
Los observadores solían atender en sus estimaciones sobre la composición del Comité Permanente a la edad: con 68 años, tocaba retirarse. La norma expulsaría a Li Zhangshu y Han Zheng pero Xi, que seguirá con 69, la dinamitó y multiplicó las variantes. Tampoco está claro que siga el primer ministro, Li Keqiang, harto con la jibarización de su cargo. Para sustituirlo suena Hu Chunhua, de la misma línea de Li, y Wang Yang, más cercano a Xi.
Vacantes
Las dos o tres jubilaciones en el Comité Permanente y las ocho del Politburó dejan un amplio margen a Xi para moldearlos, señala Anthony Saich, sinólogo de la Harvard Kennedy School.
“Sospecho que tendrá un 80% de fieles en el Comité y una clara mayoría en el Politburó. No será el 100% porque tendrá que dejar algún espacio a los que no comparten del todo su visión y pertenecen a otros grupos de la dirección. Es delicado para Xi porque la total exclusión de esos grupos los dejaría sin la posibilidad de expresar sus opiniones en los más altos niveles y provocaría una insatisfacción dañina”, añade.
Otra duda relevante es si entrará al fin en el Comité Permanente algo parecido a un heredero. Chen Min’er, secretario del partido en Chongqing, sería esa figura. Su ausencia sugeriría que Xi prevé cumplir dos mandatos quinquenales. Los acabaría con 79 años, los mismos que tiene ahora Joe Biden, y el presidente estadounidense ya emite señales tozudas de que el cargo no está para esas edades.
En los eventos políticos de la última década no han escaseado las alusiones desde Occidente a la coronación o entronización de Xi ni las comparaciones con Mao. Conviene matizar ese paralelismo. A Xi le queda muy lejos el poder omnímodo de Mao y tampoco resiste la comparación con Deng Xiaoping, el artífice de los más profundos cambios sociales y económicos en un mayor número de gente de la Historia.
“Compararlo con Mao es exagerado, hay decisiones que Xi tiene que someter a consenso con otras figuras. A pesar de los esfuerzos del partido por afianzarlo como un líder teórico, está aún muy lejos de Mao”, señala Ríos.
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