“Empezando un incendio”: EE.UU. y China entran en un terreno peligroso por Taiwán
El gigante asiático insiste en mostrar su poderío aéreo sobre la isla, que se convirtió en una nueva soga de la que tiran ambas potencias en su creciente disputa
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NUEVA YORK- El 1 de octubre, como una muestra de su poderío militar en el Día Nacional de la República Popular, China desplegó 25 cazabombarderos y aviones de guerra que volaron en formación amenazante frente a las costas del extremo sudeste de Taiwán. Y esas incursiones -decenas tras decenas-, continuaron esa noche y los días subsiguientes hasta alcanzar un récord el lunes pasado, cuando en el transcurso de un solo día las defensas aéreas de Taiwán se vieron asediadas por 56 aeronaves militares chinas.
Los aviones cazas taiwaneses apenas lograban seguirles los pasos, mientras Estados Unidos le advertía a China que su “actividad militar provocadora” socavaba “la paz y la estabilidad de la región”. Pero China no se acobardó: cuando un controlador de tráfico aéreo de combate se comunicó por radio con una aeronave china, el piloto retrucó la advertencia con un insulto contra la madre del oficial taiwanés.
Ese tipo de enfrentamientos se están intensificando y el equilibrio de poder en torno de Taiwán está cambiando radicalmente: el largo paréntesis de varias décadas sobre el futuro de Taiwán quedó atrás, y se abre un nuevo y peligroso capítulo de esa historia.
Tras resistir el reclamo de unificación del gobierno comunista chino durante más de 70 años, Taiwán es ahora la soga de la que tiran Estados Unidos y China en su creciente disputa. Y el destino de la isla puede llegar a redefinir el orden regional y hasta ser la chispa que desate una conflagración militar, deliberadamente o no.
Por primera vez el poderío militar de China vuelve viable, o incluso tentadora, la conquista de Taiwán. Estados Unidos quiere frustrar cualquier intento de invasión, pero su predominio militar en Asia ha sufrido un desgaste sostenido. De hecho, también las propias fuerzas militares de Taiwán han decaído, por más que su pueblo sea cada vez más reacio a la unificación con China.
“Taiwán ha dejado de ser un tema acotado o específico, y ha pasado a ser el escenario central -aunque no el drama central- de la competencia geopolítica entre China y Estados Unidos”, dice Evan Medeiros, miembro del Consejo de Seguridad Nacional durante el gobierno de Barack Obama.
Puede decirse que el ambicioso Xi Jinping comanda el ejército más poderoso de la historia del país. Algunos argumentan que el presidente chino, que tiene todo listo para gobernar durante un tercer mandato a partir de 2022, puede sentir el impulso de conquistar Taiwán para coronar su era en el poder.
Xi dijo el sábado en Pekín que la independencia de Taiwán constituye “una grave amenaza en ciernes para la revitalización nacional”, y agregó que China quiere una unificación pacífica, pero que nadie debe subestimar “la férrea determinación, la voluntad inclaudicable y la potente capacidad del pueblo chino para defender su soberanía nacional y su integridad territorial”.
Son pocos los que creen que la guerra es inminente o inevitable, en parte por las descomunales consecuencias económicas y diplomáticas que tendría para China. Sin embargo, y aunque las recientes incursiones aéreas sobre la autodeclarada zona de identificación aérea de Taiwán están pensadas simplemente como una presión política, y no como el preludio de una guerra, lo cierto es que el auge económico, político y militar de China hace que la preservación y la seguridad de la isla sean una cuestión de una gravedad y complejidad inusitadas.
Hasta hace poco, Estados Unidos se creía capaz de mantener a raya las ambiciones territoriales chinas, pero la histórica superioridad militar norteamericana tal vez no alcance. Durante los ejercicios de guerra organizados por el Pentágono en octubre de 2020, en una batalla simulada sobre Taiwán, el “equipo azul” estadounidense tuvo problemas para enfrentar el nuevo armamento chino.
Eso se refleja en la visible confianza con la que se mueve China actualmente, ya que muchos funcionarios, incluido Xi, están convencidos de que el poderío norteamericano está alicaído. Y el fracaso de Estados Unidos en el control de la pandemia y sus trastornos políticos internos no han hecho más que confirmar y reforzar esa visión.
Algunos asesores y exfuncionarios chinos opinan que Estados Unidos ya no tiene intención de enviar fuerzas propias si estalla una guerra en Taiwán. Y otros sugieren que si efectivamente lo hiciera, si se dan determinadas condiciones el Ejército Popular de Liberación incluso podría ganar.
“¿Estados Unidos estaría realmente dispuesto a coquetear con la muerte por la isla de Taiwán?”, se preguntaba recientemente en la televisión china el excapitán de marina Teng Jianqun.
Ese tipo de posturas, por supuesto, no hacen más que echar leña al fuego.
En Taiwán, por su parte, las provocaciones militares de China han reforzado el apoyo político a la presidenta Tsai Ing-wen, quien ha tratado de forjar lazos con países cada vez más preocupados por la deriva de China. Con la esperanza de retrasar o diluir la necesidad de una intervención militar norteamericana, el gobierno de Biden está tratado de fortalecer la capacidad defensiva de Taiwán y su posición ante la comunidad internacional.
“Las interacciones de las tres partes involucradas están atrapadas en un círculo vicioso”, escribió recientemente Jia Qingguo, profesor de relaciones internacionales en la Universidad de Pekín y asesor del gobierno chino. “Y esa dinámica viciosa de interacciones entre Taipei, Pekín y Washington se asemeja a la formación de una tormenta perfecta”.
The New York Times
Traducción de Jaime Arrambide
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