Elecciones en Perú: Pedro Castillo, el maestro que quiere reformar la Constitución y controlar los recursos naturales
Fue el candidato de izquierda más votado en la primera vuelta de las presidenciales; rechaza el aborto, la eutanasia y el matrimonio homosexual
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LIMA.- Pedro Castillo, un maestro de escuela rural que salió del anonimato hace cuatro años como líder de una huelga nacional del magisterio, irrumpió con un discurso de izquierda que caló hondo en un momento crítico.
De 51 años, Castillo tuvo el mérito de canalizar el sentimiento de indignación de una parte de Perú que conectó con su mensaje simple: “No más pobres en un país rico”.
Entre la montonera de candidatos, 18, que disputaron la primera vuelta, él era el más desconocido, aunque el más vistoso: sombrero claro, de ala ancha, camisa blanca con visos rojos y un lápiz como símbolo de batalla.
A diferencia de las viejas consignas revolucionarias que marcaron el continente –”con el pueblo y con las armas al poder”–, el docente Castillo cambió de instrumento: “Con el pueblo y con el lápiz al poder”.
Nació en Puña, un pueblo de la región norteña de Cajamarca, donde vive y trabaja como maestro de una escuela rural desde hace 24 años. Su nombre comenzó a sonar en 2017, cuando lideró una huelga nacional de docentes. Está casado y tiene tres hijos. Su esposa es evangélica, pero él católico. La mezcla de moral conservadora y demandas sociales de cambio sintonizó bien en un país donde la religión suele ser un factor electoral.
Acostumbra a citar pasajes bíblicos cuando apela a la moral para justificar su rechazo al aborto, al matrimonio homosexual y la eutanasia, entre otros ítems de la agenda progresista que lo tienen sin cuidado.
Con su sombrero blanco de copa alta típico de Cajamarca, recorrió pacientemente las regiones de Perú, incluso a caballo, para conseguir votos. “El pueblo se siente identificado con una persona que nace del mismo pueblo”, dijo cuando acudió a caballo a votar en la primera vuelta en Tacabamba (Cajamarca), el medio de transporte tradicional de esa zona rural.
La huelga nacional de 2017 se prolongó por casi 80 días, en demanda de aumento salarial y la eliminación de un cuestionado sistema de evaluación de los docentes. El paro dejó sin clases a 3,5 millones de alumnos de escuelas públicas del país y arrinconó al entonces presidente Pedro Pablo Kuczynski.
En un intento por deslegitimar la huelga, el ministro del Interior de la época, Carlos Basombrío, dijo que los líderes del magisterio estaban ligados al brazo político de la derrotada guerrilla maoísta de Sendero Luminoso.
Una reciente incursión armada de los remanentes de Sendero Luminoso, que siguen activos en los valles cocaleros, dejó 16 muertos y aumentó la tensión de la campaña electoral. Castillo, por el contrario, se proclama un orgulloso “rondero”, como se denominan los grupos de campesinos que combatían a los guerrilleros senderistas.
“No necesito disfrazarme de paisano para llevar una propuesta a mis hermanos agricultores. Soy chacarero, soy obrero, soy agricultor, soy rondero y soy maestro a mucha honra”, dijo durante una entrevista.
El año pasado anunció su candidatura representando a Perú Libre luego de que el líder de ese partido, Vladimir Cerrón, fue inhabilitado y condenado a prisión. Quienes le temen a Castillo recuerdan que Cerrón, quien se formó en Cuba, lo alimenta ideológicamente.
Castillo moderó su discurso tras la primera vuelta electoral, pero dice que las “riquezas [mineras e hidrocarburos] deben nacionalizarse, con nuevas reglas de impuestos y regalías que son muy necesarias”. También sostiene que el sector estratégico de telecomunicaciones debe estar en manos del Estado. Actualmente, lo controlan varios operadores extranjeros.
Esa moral implacable lo hizo prometer además expulsar a los extranjeros que cometan delitos, en alusión a los migrantes venezolanos que llegaron desde 2017 y que superan el millón. Al mismo tiempo, Perú Libre es uno de los pocos partidos peruanos de izquierda que defiende al régimen del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro.
Sus críticos no ahorran adjetivos a la hora de calificarlo, o más bien a la hora de descalificarlo. Sería, como decía una columna de opinión en la prensa local, “un candidato que pertenece a un submundo político ultrarradical, hiperideologizado y propenso a la violencia”.
Agencias AFP y AP
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