A dos días de las elecciones, los candidatos de izquierda y de derecha se disputan la presidencia voto a voto, con una diferencia mínima
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Antes de que se conozca al ganador o ganadora de las elecciones presidenciales en Perú, un resultado ya ha quedado claro: la marcada división del voto entre Lima y la costa norte, y otras regiones del país.
Los primeros porcentajes que la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE) anunció el mismo domingo por la noche mostraban ya de manera bastante inequívoca los lugares que se habían inclinado por la derechista Keiko Fujimori, de Fuerza Popular; y los lugares que habían preferido al izquierdista Pedro Castillo, de Perú Libre.
En términos generales, los Andes y el sur del país (de color rojo en el mapa de abajo) votaron por Castillo; Lima, la costa norte y una parte de la selva, por Fujimori.
Este reparto refleja las tendencias electorales de cada zona de Perú: el sur suele votar por candidatos “antisistema”, mientras que Lima y las regiones de la costa norte suelen votar por candidatos más “conservadores”.
¿A qué se debe esta diferencia?
Sur “antisistema”
Castillo ganó en 16 de las 24 regiones del país (de color rojo en el mapa).
En el norte y en el centro de los Andes ganó en las regiones de San Martín, Cajamarca, Amazonas, Huánuco, Pasco y Junín. Además, ganó en Áncash, región ubicada al norte de Lima. En la selva ganó en la región de Madre de Dios.
En los Andes sur, bloque que siempre suele votar de manera distinta a Lima, Castillo triunfó en Huancavelica, Arequipa, Moquegua, Tacna, Ayacucho, Apurímac, Cusco y Puno.
En Huancavelica, Ayacucho, Apurímac, Cusco y Puno ganó con más del 80% de los votos.
“El sur peruano viene votando de esa manera en los últimos 20 años. Es un voto contestatario, que estaba anunciado ahí hace 20 años, y desde antes también, pero nadie le prestó atención”, le dice a BBC Mundo Gonzalo Banda, analista político de Arequipa, región del sur de Perú.
Al describir cómo se compone este voto de los Andes sur, Banda señala que “más que un voto de izquierda es un voto que reúne varias cosas: tiene de reivindicación y de identidad, una inclinación por los candidatos con raigambre mestiza, andina”.
Sobre estos factores, Castillo, que es de Cajamarca, región andina, “es un candidato que empatiza mucho con la identidad serrana, sobre todo en la sierra rural peruana”, añade Banda, por lo que el voto por este candidato tiene “un componente identitario muy fuerte”.
Además, en el sur “hay una larga historia de dirigentes que siempre han protestado contra las élites limeñas”, de acuerdo a Banda, también conductor del podcast peruano “El sur antisistema”.
“Ahora se dice que [estas regiones] son ‘antisistema’, pero antes hacían revoluciones. Ahora en los últimos años hay movilizaciones sociales esporádicas, con reclamos frente a proyectos mineros específicos”, agrega.
Otras circunstancias que pueden haber favorecido a Castillo en el sur es que su rival, Keiko Fujimori, es una candidata “limeña” y ha estado vinculada con las crisis políticas de los últimos cinco años en Perú, ya que su partido apoyó la renuncia y destitución de dos presidentes.
“Al sur no les gustan los mandones. Hay un aire de auténtica rebeldía republicana. Cuando todo el Perú parece olvidarse [de las crisis], el sur no se olvida”, dice Banda.
En el sur (y en otras regiones de los Andes también, como Cajamarca), el voto por Castillo también tiene un componente económico, ya que este candidato ha ganado en las zonas de Perú con mayor riqueza minera, como Arequipa.
“Lo que siente la gente es que [las empresas mineras] se llevan mucho y dejan poco”, señala Banda.
“Un historiador me decía que tal vez la identidad del sur no es solo una ‘antiidentidad’. Quizá también es una identidad propositiva, en la que los recursos naturales están al servicio de la comunidad, que incluye valores andinos. Lo que pasa es que no es la identidad oficial. No es Lima, no es el progreso neoliberal de la Constitución del 93, entonces su agenda parece muy ‘reclamona’”, explica Banda.
El norte y la selva
Mientras Castillo arrasó en algunas regiones de los Andes, Fujimori ganó en ocho regiones (de color amarillo en el mapa): Lima, la capital; Ica, al sur de esta; las regiones norteñas de Tumbes, Piura, Lambayeque, La Libertad, y las regiones selváticas Ucayali y Loreto.
El voto en Lima -distinto al resto de Perú, “a favor del modelo”-, es una tendencia casi estable y podría explicarse porque “en Lima sí hay la convicción de que si bien es una ciudad difícil, es una ciudad donde hay oportunidades, donde si trabajas te va a ir bien”, dice Banda.
En el caso de las regiones del norte, el voto favorable a Keiko Fujimori se explica porque “en el norte todavía está presente la imagen de su padre, el expresidente Alberto Fujimori (1990-2000), remangándose los pantalones y anegándose hasta el cuello para ayudar a la gente en el fenómeno de El Niño (que suele afectar en mayor proporción a la costa norte)”, cuenta Banda.
“El recuerdo de Fujimori no se va”.
Otro evento que “marcó” al norte peruano y benefició a la figura de Alberto Fujimori en la zona, según el analista, fue el conflicto con Ecuador, en el que el expresidente “tuvo un protagonismo importante” ya que su gobierno firmó la paz con el país vecino en 1998.
Además de estos factores, “en el norte no hay líderes que le contesten a la élite limeña”, apunta Banda. “En cambio en el sur, sí hubo líderes que algunas veces le hicieron sudar frío a Lima”.
El voto del norte y de Ica, al sur de Lima, también se explica por factores económicos.
“Ica y el norte son zonas agroindustriales de exportación, pujantes, boyantes. Pese a que hubo protestas en 2020, sí ha habido una bonanza económica y empleo para casi toda la comunidad. La pobreza en Ica y el norte ha disminuido de manera portentosa. En cambio, la minería [en los Andes] genera mucho dinero, pero emplea poca mano de obra y pocos se enriquecen”, sostiene Banda.
La preferencia de dos regiones de la selva por Fujimori se entiende, de acuerdo a Banda, porque “en la selva también queda la memoria del fujimorismo”.
“Queda el recuerdo del padre. Fujimori llegaba a un caserío y preguntaba ‘¿qué necesitan?, ¿una planta de agua?’ y se aparecía a las dos semanas con una planta de agua”.
Ante estas explicaciones, queda la pregunta de si el próximo gobierno logrará por fin resolver estas fracturas o si esta fragmentación continuará manifestándose cada vez que los peruanos salgan a votar.
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