Elecciones en Nicaragua: entre amenazas, miedo y el llamado a un boicot, Daniel Ortega busca su tercera reelección
La oposición y la Iglesia llamaron a la abstención por la falta de transparencia y los presos político, pero el gobierno activó una maquinaria del terror; “Hay temor; nos robaron la alegría de celebrar unas elecciones libres”, dijo un párroco exiliado
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SAN JOSÉ DE COSTA RICA.- “La historia se repite hoy en esta patria”. Las palabras del sacerdote católico Uriel Vallejos volvieron a resonar ayer con fuerza en la Nicaragua que no quiere saber nada de las votaciones amañadas por el régimen sandinista. En un país “palmado”, como dicen los nicas cuando no hay ambiente de nada. Y con miedo extremo frente a unas fuerzas represivas que no han cedido su presión contra los opositores.
Los que se atreven todavía a levantar la voz son los padres católicos, un verdadero quebradero de cabeza para la pareja presidencial, que lo tiene todo preparado para festejar su seguro triunfo electoral. Como Uriel Vallejos, párroco de la iglesia Jesús de la Divina Misericordia en Sébaco, quien compara la actual tesitura con la vivida en 1974, cuando la dictadura de los Somoza organizó unas elecciones parecidas y la población las rechazó cerrando sus puertas para mostrar su descontento.
La idea es repetir hoy lo sucedido entonces con una abstención masiva: una jornada cívica de puertas cerradas frente a todo el despliegue gubernamental. Ortega y su mujer, Rosario Murillo, pretenden estirar su mandato hasta cumplir 30 años al frente del país.
El poder sandinista ha puesto en su punto de mira a los empleados públicos y a los humildes propietarios de pequeños puestos de venta de comida, que disponen de ayudas municipales, fundamentales para sobrevivir. En un documento que se filtró en las últimas horas desde la Corporación de Empresas de Servicios Especializados, su gerente general instaba a enviar por mensajería instantánea un selfie con el dedo manchado de tinta, con lo que se confirmaría que ha depositado su voto en la urna. Un ejemplo de muchos.
Amenazas y terror
La propia iglesia católica ha recogido denuncias ciudadanas. “Algunos fieles son amenazados para obligarles a manifestar lo que no desean manifestar o para hacer lo que no quieren hacer”, destacó monseñor Rolando Álvarez, obispo de Matagalpa.
Precisamente este monseñor se ha hecho cargo del obispado de Estelí tras decidir el Vaticano el reemplazo de su obispo, Juan Abelardo Mata, ante las amenazas realizadas contra su familia, un diácono y él mismo. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) otorgó el viernes medidas cautelares para Mata porque “su vida está en riesgo”.
“En Masaya todo el mundo está encerrado en sus casas. Hay temor. Nos robaron la alegría de celebrar unas elecciones libres. Han cerrado las puertas de sus casas para no ir a votar”, confirmó a LA NACION el padre Edwing Román, párroco de la Iglesia de San Miguel de Masaya, desde su exilio en EEUU.
El mismo destino que de momento ocupa monseñor Silvio José Báez, arzobispo auxiliar de Managua y uno de los símbolos de la rebelión popular de 2018. “La crueldad ha llegado a unos límites inhumanos, una crueldad que no tiene precedentes en la historia de Nicaragua”, remachó monseñor Báez.
Boicot y veedores amigos
Tanto exiliados como opositores dedicaron las últimas horas de antes de que se abrieran las urnas para explicar el motivo de su boicot. El principal es que los nicas no van a poder elegir a su candidato favorito, ya que siete precandidatos destacados en las encuestas están encarcelados desde hace meses. El número de presos políticos alcanza los 159, entre ellos una cuarentena de dirigentes opositores.
Además, tres partidos políticos (Restauración Democrática, Partido Conservador y Ciudadanos por la Libertad) fueron cancelados por un árbitro electoral que no es tal, ya que el oficialismo controla absolutamente el Consejo Superior Electoral (CSE), que sólo ha invitado a amigos de la revolución.
Entre ellos está el argentino Hipólito Irigoyen, secretario general de Populismo K, quien forma parte de los acompañantes de un proceso cerrado a los periodistas del mundo, que han intentado sin éxito acceder al país centroamericano para cubrir las elecciones. “Nosotros creemos en la libre autodeterminación de los pueblos. Para nosotros es un orgullo esta invitación”, adujo Irigoyen.
Estos acompañantes electorales, a quienes se repartió el tradicional chaleco para pasear el domingo, sustituyen a unos observadores internacionales prohibidos por el régimen. Ni la Organización de Estados Americanos (OEA) ni la Unión Europea son bienvenidas en Nicaragua.
El lema “Yo no boto mi voto” recorría ayer con velocidad las redes sociales, el territorio donde los nicaragüenses se sienten más seguros. También “Huella limpia, conciencia limpia”, que tiene que ver con la mancha de tinta que de forma obligatoria pinta el dedo gordo de quien deposita su voto en la urna.
Al otro lado de la frontera, en Costa Rica, la diáspora nicaragüense preparaba ayer una gran marcha azul y blanco hasta la Plaza de la Democracia en contra de la “farsa electoral”. Exiliados repartidos por distintas ciudades del mundo anuncian protestas parecidas.
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