Elecciones en Brasil: tras una de sus campañas más agresivas, se define entre Lula y Bolsonaro el próximo presidente
El expresidente apuesta a vencer hoy en primera vuelta al actual mandatario, que amenazó con desconocer los resultados; según las últimas encuestas, los separan 14 puntos
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SAN PABLO.- A cuatro años del histórico giro hacia la ultraderecha en Brasil, cuando el triunfo en ballottage del exmilitar Jair Bolsonaro sorprendió al mundo y abrió una etapa inédita para el mayor país de América Latina, las elecciones generales de este domingo podrían marcar un nuevo punto de quiebre. Tras una agresiva campaña, en la que dos fuerzas han concentrado las preferencias de los electores, Luiz Inacio Lula da Silva, favorito por delante del presidente y aspirante a la reelección, buscará concretar su resurrección política con una victoria a 12 años de haber dejado el poder, que parecía impensada hasta hace muy poco, cuando estuvo preso e inhabilitado a presentarse como candidato por condenas por corrupción.
Según las encuestas, que reflejan la polarización y el clima de crispación política que enfrenta Brasil, el líder del Partido de los Trabajadores (PT), de 76 años, estaría a las puertas de lograr un triunfo en primera vuelta, con un 50% de intención de votos válidos, y que de concretarse sería un golpe de efecto para Lula y un mazazo para Bolsonaro. El presidente (de 67 años, Partido Liberal), que ha repetido que descree de esas cifras y hasta puso en duda que vaya a aceptar los resultados, marcha por detrás con 36%, y buscará forzar una segunda vuelta prevista para el 30 de octubre.
Una de las mayores incertidumbres de estas elecciones, seguidas con fuerte expectativa en la región ante el posible giro político en Brasil, es sobre si Bolsonaro reconocería una eventual victoria de Lula. A semejanza de lo que hizo su mentor Donald Trump en Estados Unidos, el presidente sembró dudas sobre la fiabilidad del sistema de votación, con ataques al Tribunal Superior Electoral, y dijo que aceptará el resultado “siempre que sea limpio y transparente”. Su reacción mantiene en alerta al país, donde hay quienes temen por cómo podrían accionar los simpatizantes más radicales del líder ultraderechista si denunciara un fraude, tras una campaña marcada por un aumento de la violencia política.
En la recta final hacia los comicios, en los que 156 millones de brasileños están habilitados para participar, la estrategia de Lula ha sido apelar al “voto útil” para captar a indecisos (2%) y a electores de Simone Tebet (MDB, 6% de intención de voto) y de Ciro Gomes (PDT, 5%), además de otro puñado de candidatos. De lograrlo, aumentaría sus posibilidades de alcanzar la mitad de los votos útiles para sellar un triunfo en primera vuelta.
Brasil llega a estas elecciones tras varios años traumáticos, en los que tuvo una de las peores recesiones de su historia, escándalos de corrupción de toda índole, índices de violencia y desempleo récord, una presidenta (Dilma Rousseff) destituida por impeachment, un mandatario con la menor imagen positiva desde 1985 (Michel Temer) y el impacto feroz de la pandemia, con más de 685.000 muertos y críticas globales a la respuesta del gobierno de Bolsonaro.
“Es una elección extremadamente polarizada, con los votos muy concentrados solo en dos candidatos. En ese aspecto es un comicio parecido al de 2006, cuando Lula fue reelecto en ballottage ante Geraldo Alckmin, hoy su compañero de fórmula”, señaló a LA NACION el politólogo Alberto Carlos Almeida, experto en opinión pública brasileña, que apuntó que la economía ha sido el tema central de la campaña, muy por delante de la corrupción y la pandemia.
Lula no solo eligió al exgobernador de San Pablo, Geraldo Alckmin, cofundador del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), como su candidato a vicepresidente, sino que se acercó a figuras de centro con las que tuvo muchas diferencias, como los excandidatos Marina Silva y Henrique Meirelles, y tuvo un apoyo velado del exmandatario Fernando Henrique Cardoso. También recibió gestos del empresariado, entre ellos los titulares de las federaciones de bancos e industriales, en su afán por transmitir una imagen de moderación y certidumbre, aunque no reveló cómo desarrollaría su plan económico.
Las otras elecciones
Además de la batalla por la presidencia, se renovarán los 513 miembros de la Cámara de Diputados, un tercio de los escaños del Senado y los 27 gobernadores, con disputas como la del estado de San Pablo, el motor económico del país.
“Aunque Lula gane, no tendrá mayoría en el Congreso, lo que lo obligará a hacer alianzas con el bloque del centrão. Se topará con muchas limitaciones para implementar los cambios rápidos y profundos que promete”, advirtió a LA NACION el politólogo Mauricio Santoro, de la Universidad del Estado de Río de Janeiro (UERJ).
Tanto Lula como Bolsonaro midieron fuerzas con sendos actos ayer en San Pablo. El líder ultrad
erechista encabezó una de sus clásicas caravanas en moto y desafió las encuestas. “No hay forma de que no saquemos el 60% de los votos, como mínimo”, pronosticó. Sus seguidores también se mostraron confiados. “¡Ganamos en primera vuelta!”, le gritó de lejos Susanna Souza, vestida de policía.
Poco después, el expresidente encabezó una “macha de la victoria” en la emblemática Avenida Paulista, al calor de los militantes del PT. “Le quiero devolver la esperanza a ella”, señaló a LA NACION Laura, que llevaba en brazos a su hija de siete años.
Importancia regional
Tras una gestión de cuatro años de Bolsonaro, que aisló a Brasil de sus socios latinoamericanos y globales por su enfoque ideológico, las elecciones también serán seguidas con mucha atención por los gobiernos de la región, entre ellos el de la Argentina. Un eventual regreso de Lula acercaría al país a los líderes de izquierda y los bloques regionales, aunque los expertos no ven un escenario de fuerte integración como el de la primera década del siglo.
“No creo que cualquier intento de unión en el Mercosur resulte en algo concreto. Será solo una photo opportunity. ¿Cuáles serían las agendas? El gran nuevo actor de la región es China y trabaja en forma bilateral, como pasó con Uruguay y el avance del TLC”, señaló a LA NACION Alberto Pfeifer, del Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad de San Pablo. “Lula se acercaría a Alberto Fernández, Gustavo Petro o Gabriel Boric, pero no veo en ellos densidad externa. Creo que Lula mirará más a la Europa institucionalizada”.
Lula buscará concretar un regreso al poder que muchos creían imposible. El expresidente estuvo 580 días preso por un caso de corrupción pasiva y lavado de dinero, y fue liberado el 8 de noviembre de 2019 luego de que el Supremo Tribunal Federal (STF) derrumbara el entendimiento de que los reos debían comenzar a cumplir pena de cárcel tras una condena en segunda instancia.
El líder del PT recuperó sus derechos políticos el 9 de marzo de 2021 gracias a la anulación de sus condenas. El STF no lo declaró inocente, tal como suele presentar la izquierda, sino que lo favoreció con la revocación de los fallos debido a criterios técnico-formales en el proceso que lideró el juez Sergio Moro, luego ministro de Justicia de Bolsonaro. El expresidente había comenzado a ser investigado en 2016 en la operación Lava Jato por un presunto involucramiento en desvíos de dinero de Petrobras. Fue condenado a 9 años y seis meses de prisión en julio de 2017 por haber recibido supuestos beneficios indebidos (como el tríplex en Guarujá) a cambio de tres contratos entre la petrolera estatal y la constructora OAS entre 2006 y 2012.
Lula direccionó la estrategia de su campaña a los logros económicos y sociales de sus dos mandatos (2003-2010), cuando gobernó en medio de un boom económico en América Latina impulsado por los altos precios de las commodities. Unos 28 millones de brasileños abandonaron la pobreza gracias a los programas sociales y el país se convirtió en una de las estrellas emergentes globales. Los escándalos de corrupción en el PT, que empezaron con el mensalão en 2005 y derivaron en condenas a su cúpula, debilitaron al partido de Lula.
Bolsonaro, en cambio, recordó el desplome que tuvo la economía bajo el mandato Rousseff, los grandes escándalos de corrupción del PT y el repunte de la economía en los últimos meses. Tras la recesión de 2021 y el alza de la inflación, en los últimos meses se registraron índices de deflación, repunte económico y un desempleo en caída, con una tasa oficial de 8,9% en el trimestre concluido en agosto, su menor nivel en los últimos siete años.
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