Elecciones en Brasil: Bolsonaro dio una muestra de poder y la diferencia con Lula es reversible
El actual presidente ganó los principales estados, y en una sumatoria de posibles alianzas ideológicas, también controlará el Congreso; de ganar las elecciones podría terminar de construir un populismo democrático conservador
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SAN PABLO.- En las democracias contemporáneas, los partidos políticos se convirtieron en meros vehículos para las candidaturas, y el personalismo populista se impone sobre los contenidos programáticos. Así fue en Estados Unidos con Trump y con Obama; en Italia con Berlusconi y con Meloni; en Francia con Macron, y en Alemania con Merkel y Scholz. Los líderes débiles perecen, los fuertes se mantienen. Y en los países emergentes ese fenómeno se acentúa: Narendra Modi en la India, Widodo en Indonesia, yAkufo-Addo en Ghana.
Un patrón similar se está consolidando en Brasil, el país más grande de América Latina, una región de amiguismos inconfesados, desde el priismo mexicano al peronismo argentino. La así llamada “Nueva República” debutó en 1985 con la elección por vía indirecta de Tancredo Neves –murió antes de asumir– y de su vicepresidente, José Sarney, que cumplió el mandato. Los pilares de la Nueva República eran la elaboración y posterior implementación de la Constitución de 1988, y la vigencia de un presidencialismo de coalición. Ese sistema consolidó a un puñado de partidos –el PT, el PSDB, el MDB, el PSB– combinados en intrincadas alianzas nacionales y regionales, legislativas y ejecutivas que aportaban la gobernabilidad al mandatario de turno y se repartían el poder de gobierno a través de la ocupación clientelista del aparato estatal.
Con su ascenso por fuera de las estructuras partidarias, en 2018, Bolsonaro perforó la cúpula del presidencialismo de coalición. Con su elección, el Parlamento se reformuló, pero de manera frágil e inconexa. Para garantizarse una mínima gobernabilidad, Bolsonaro buscó apoyo en la vieja política: el llamado Centrão. Se afianzó en el poder, frenó los reclamos de juicio político y repartió las compensaciones pertinentes. Llegó a estas elecciones con una base depurada y consolidada de apoyos políticos.
El domingo, la fórmula bolsonarista logró una victoria histórica: ganó los principales estados, y en una sumatoria de posibles alianzas ideológicas, también controlará el Congreso. Solo faltaría la victoria de Bolsonaro en el ballottage imprevistamente reñido con Lula. Será una contienda de polarización extrema: la recíproca demonización personal y la credibilidad de las promesas. Tal vez la clave de la victoria esté en el nivel de rechazo, y ahí el techo de Bolsonaro parece un poco menos duro que el de Lula, que revela una potencial migración de votos de Lula hacia el presidente, particularmente en Minas y el nordeste, donde el electorado todavía no vincula con Bolsonaro los efectos de Ayuda Brasil, el plan de ayuda directa de unos 120 dólares implementado hace dos meses.
Ayer, cerca del 25% del electorado se abstuvo, votó en blanco o anuló su voto. El campo y el sur del país se quedaron con Bolsonaro; el norte y el nordeste, más humildes, con Lula. Pero en una campaña de cuatro semanas y enfocada únicamente en cargos ejecutivos, la diferencia de 5 puntos porcentuales de la primera vuelta es reversible. Y en esta elección, la marca del personalismo populista sigue vigente: Lula y Bolsonaro ya son más que sus partidos. De hecho, el PT apareció poco, y en la marcha lulista, directamente los escondieron.
Con un Congreso derechista y conservador, y gobernadores de oposición, Lula tendrá poco margen de maniobra si vuelve al poder. Desde su rol de líder simbólico de la oposición, el beligerante Bolsonaro seguramente le hará la vida imposible. En el peor de los casos, el gobierno de Lula será débil e insostenible, y en el mejor de los casos, pragmático y centrista. Se puede presentar un escenario de debilitamiento gradual que conduzca al juicio político, como sucedió con Dilma.
Bolsonaro, por su parte, tendría un Congreso a su imagen y semejanza, lo que finalmente le permitiría consolidar la principal fuerza política contemporánea de Brasil y de toda la región: el bolsonarismo, un populismo democrático conservador en las costumbres, liberal en la economía y tajante en la gestión de gobierno.
Por Alberto Pfeifer. El autor es Coordinador del Grupo de Análisis Estratégica Internacional de la Universidad de San Pablo
Traducción de Jaime Arrambide
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