Elecciones en EE.UU.: un país fracturado busca su futuro envuelto en intolerancia
WASHINGTON.- Un cartel en un jardín en un suburbio demócrata de Pittsburgh da una lista de mantras progresistas: "Las vidas negras importan. Ningún humano es ilegal. El amor es amor. Los derechos de las mujeres son derechos humanos. La ciencia es real. El agua es vida."
Un puesto ambulante en la entrada de un acto de campaña de Donald Trump en Pensilvania vende remeras, gorras y broches redondos con lemas trumpistas. "Build the Wall", dice uno, en referencia al muro con México, promesa insignia de Trump. "Todos los rifles importan", se lee. Otro mensaje resume: "Dios, Armas y Trump".
Dos países deciden su futuro divididos por una grieta cada vez más profunda, en una elección tóxica signada por la desconfianza, y una tensión y una agresividad gigantescas en el epílogo de un año nefasto. No hay grises ni medias tintas. El centro colapsó: unos y otros se acusan de querer llevar al país al abismo. Gane quien gane, la elección dejará a los Estados Unidos fracturado ante una misión que parece casi imposible: evitar que las diferencias lleven a la violencia. El centro de Washington, la capital, amaneció tapiado, alistado para una guerra. La Casa Blanca quedó otra vez enjaulada detrás de dos cordones de alambrados.
La grieta se amplió en los últimos años al punto tal que un país desconoce al otro. No se escuchan, no se entienden, y tampoco se toleran. Demócratas y republicanos dejaron de ser meros rivales: se tratan como enemigos. El encono hacia "el otro lado" se ve en pasillos del Congreso, en los medios o al hablar con votantes en los estados donde se decidirá el futuro –de Estados Unidos y el mundo–, que revelan anhelos incompatibles. De un lado, el racismo es un problema estructural; del otro, inexistente. Unos dicen "las vidas negras importan". Otros, "todas las vidas importan". Unos usan barbijo; otros, no. El gobierno tiene que dar salud, proveer igualdad, o correrse del medio y dejar que la gente viva su vida. El cambio climático pasa de ser una amenaza existencial a una exageración de la ciencia porque el clima va y viene. Las armas son una amenaza a la seguridad nacional, o un pilar de la libertad. El aborto es un crimen o un derecho. Los inmigrantes traen progreso y diversidad, o drogas y delito. Trump "dice las cosas como son", o miente con impunidad total.
Trump no inventó la grieta, pero nunca dejó de cavarla. Después de cuatro años de trumpismo, la política es más agresiva y extrema. El espacio para la cortesía y la civilidad se esfumó. Los republicanos creen que Joe Biden –un político que lleva casi medio siglo deambulando el centro ideológico– empujará al país al socialismo. "No habrá escuela, no habrá graduaciones, no habrá bodas, no habrá día de Acción de Gracias, no habrá Navidad, no habrá Pascuas, no habrá Cuatro de Julio. No habrá nada. No seremos nada", exageró Trump en su mensaje de campaña. Los demócratas creen que Trump deshilachará la democracia. "Estamos en una pelea por el alma de la nación", ha dicho Biden. A ambos lados se escucha que el otro lado se robará la elección.
Un país diverso y progresista se afincó en las grandes ciudades, mientras que otro país conservador y predominantemente blanco late en los pueblos de las zonas rurales. La distancia entre uno y otro puede ser apenas un puñado de kilómetros, pero parecen dos universos separados por años luz. Hay familias rotas, relaciones rotas, y amistades rotas. Hasta el amor se polarizó. Los perfiles de las aplicaciones de citas como Bumble o Hinge, populares en las ciudades, incluyen la orientación política como un dato más, y se ven mensajes explícitos contra el presidente como "si respaldas a Trump, ni te molestes". Una solución para trumpistas: DonaldDaters, una aplicación para que promete Make America Date Again.
Ya hace un año, un análisis del Centro Pew concluyó que las divisiones y la animosidad se habían profundizado. La mayoría de los republicanos cree que los demócratas son "inmorales" y "antipatriotas". Lo mismo del otro lado: la mitad de los demócratas ve a los republicanos como "inmorales". Una de las pocas coincidencias: en uno y otro bando creen que el otro "es demasiado extremista".
El análisis de Pew reveló que el 77% de los republicanos y el 72% de los demócratas dice que los votantes de ambos partidos "no solo están en desacuerdo sobre los planes y las políticas, sino que tampoco pueden ponerse de acuerdo sobre hechos básicos". Grieta total. Un zapping entre CNN y Fox News lleva de un país a otro a esas realidades paralelas en un abrir y cerrar de ojos.
Este ambiente terminó engendrar una campaña tóxica al final de uno de los peores años de la historia, con el país jaqueado la pandemia del coronavirus, que dejó más de 230.000 muertos y más de 20 millones de personas sin trabajo, y una ola de protestas contra el racismo, que a veces terminaron envueltas en llamas y saqueos. Fue otra campaña de demolición: más que proponer planes, Trump y Biden pasaron la mayor del tiempo criticando al otro.
El cierre dejó hechos inquietantes. En Michigan, seis miembros de una milicia de extrema derecha intentaron secuestrar a la gobernadora demócrata Gretchen Whitmer. Un video que se viralizó mostró a una caravana con banderas de Trump al viento rodeando un colectivo de campaña de Biden en Texas para intentar pararlo. "¡Amo a Texas!", tuiteó Trump. El equipo que viajaba llamó al 911 y el FBI abrió una investigación. Autos y camionetas con banderas de Trump cortaron el tráfico el fin de semana en una autopista en Nueva Jersey y bloquearon un puente. En algunos rincones del país, la gente va a votar con el temor de encontrar milicias armadas.
Un punto en el que el país si está de acuerdo es esta elección es la más importante de la historia. Uno de los dos países prevalecerá. Pero, gane quien gane, la grieta seguirá gobernando.
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