Elecciones en EE.UU.: por qué el recuento en Pensilvania se convirtió en una tormenta perfecta
NUEVA YORK.- Ya en el día después de la jornada del martes 3 de noviembre, Pensilvania se ha convertido en el centro del universo electoral de Estados Unidos, en la tormenta perfecta, con una ansiedad sin precedentes en torno al recuento de votos que podría llegar a terminar en la Corte Suprema, como sucedió con Florida en los comicios de 2000 entre George W. Bush y Al Gore. Las razones por las que Pensilvania se ha convertido en un delirio plebiscitario —que puede acabar decidiendo las elecciones de 2020— van desde el procedimiento que se estableció para el recuento de votos por correo, a los cambios en las reglas electorales establecidas el otoño pasado y también la pandemia de coronavirus.
Por supuesto, tanto el gobernador demócrata, Tom Wolfe, como el Capitolio republicano de Pensilvania son en gran medida los responsables de haber llevado al país a la pesadilla en la que se ha convertido la madrugada electoral, por su incapacidad para poner en marcha un sistema que no dejara para contar a partir del día de la elección hasta quizá más de tres millones de votos enviados por correo.
Ese cuello de botella en el escrutinio, ese caos, es el que ha aprovechado el presidente Donald Trump para reclamar que se pare todo el recuento de votos. Todos los sondeos mostraban a ese estado, con 20 votos electorales decisivos para inclinar la balanza de uno u otro lado, como uno de los más disputados de los comicios, con una ligera ventaja de Trump sobre Biden.
El estallido de la pandemia hizo suponer que muchos ciudadanos iban a optar por votar por correo, que habría un incremento muy importante en esa modalidad de sufragio. En 2016, unos 266.000 ciudadanos de Pensilvania usaron ese método. En estas elecciones de 2020 podría llegar a haber tres millones de votos que, por ley, deben de ser verificados, procesados y contados a partir del día de la elección de este martes, y hasta tres días después como máximo. Eso pospondría el resultado final hasta el viernes.
Y ahí está la clave. Por luchas partidistas, que se han convertido en legislación estatal, esos votos no han sido tabulados con antelación, y se ha prohibido expresamente que los responsables comenzaran el recuento. No ha sucedido lo mismo, por ejemplo, con Georgia, donde el desarrollo del escrutinio comenzó más de dos semanas antes de las elecciones presidenciales. Florida también permitió procesar el voto por correo tres semanas antes de los comicios. Y otros Estados dieron luz verde a que este se fuera contando según iba llegando, para añadirlo el día 3 de noviembre a los sufragios en persona y tener así resultados el día de la jornada electoral.
Pero en Pensilvania quedó claro que no se comenzaría a contar el voto por correo hasta hoy, 4 de noviembre. Por eso, la secretaria de Estado de Pensilvania, la demócrata Kathy Boockvar, advertía de que sería prematuro declarar un ganador. "Todo el mundo debería de tener paciencia", dijo Boockvar. "Nuestra prioridad es contar con precisión y de forma segura todos y cada uno de los votos que se han emitido de forma legal".
Por supuesto, la demócrata no podía imaginar la impaciencia del presidente, que de forma insistente había declarado, y lo confirmó esta madrugada del miércoles, que el resultado electoral debía de saberse el martes por la noche. Trump consideró que las papeletas que se cuenten a partir de ese momento son fraudulentas. Y aquí surge el fantasma de 2000, cuando de forma agónica no hubo ganador presidencial hasta diciembre. El resultado lo decidió la máxima autoridad judicial del país, el Tribunal Supremo. Trump ha asegurado esta madrugada desde la Casa Blanca que acudirá al Supremo para impugnar el recuento del voto por correo.
El País, SL
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