El voto se vivió como la fiesta que no pudo ser en el Mundial
Muchos se pusieron la camiseta de la selección para mostrar el malestar con el gobierno
SAN PABLO.- En San Pablo, el tránsito está más pesado que en un domingo normal y las calles están repletas de jóvenes, chicos, parejas y ancianos con bastones y sillas de ruedas. Este día de elección parece una fiesta: gran parte de los brasileños se queda cerca de los lugares de votación para conversar, intercambiar opiniones o esperar a que algún familiar termine de votar.
En los alrededores del colegio Rio Branco, en la región central de San Pablo, se mezclan las camisetas y banderas de Brasil con las remeras amarillas y azules. Una consigna que se propagó a través de las redes sociales llamaba a ir a votar con la camiseta de Brasil para "sacar el rojo del país", en una clara alusión al oficialista Partido de los Trabajadores (PT), de la presidenta Dilma Rousseff.
"Ahora es nuestra oportunidad, ¡vamos Brasil!", grita un chico de unos siete años, que viste una camiseta amarilla, colgado del brazo de su padre. El hombre empuja un cochecito al lado de su esposa y sonríe mientras exclama: "¡Es nuestra oportunidad, vamos a votar por el bien del país!".
En la puerta de las escuelas hay de todo: están los que todavía no saben a quién votar, los que comentan que se decidieron con el resultado de los últimos sondeos y los que ya sabían desde un principio en quién iban a depositar su confianza.
Mientras caminaba hacia el colegio Nuestra Señora de Sion, en el barrio de Higienópolis, la asistente académica Gisele Abril, de 52 años, cuenta a LA NACION que ella es una entre los miles de indecisos de esta elección. "No soy la única, mi familia está en la misma situación, lo que queremos es sacar a Dilma [Rousseff] del gobierno, y como hay un empate técnico entre Marina [Silva, candidata del PSB] y Aecio [Neves, candidato del PSDB] voy a decidir mi voto en el último momento", dice.
A Maurilio Pereira, un bancario de 29 años, le pasó algo parecido. "Estudié las propuestas de todos los candidatos en familia, fue difícil definir mi voto, opté por el menos malo. Quiero un cambio, terminar con la corrupción y que haya una mejor distribución de la riqueza", indica después de emitir su voto en el colegio Sion, en medio de un revuelo de flashes, periodistas y curiosos: acaba de llegar el ex presidente de Brasil y referente del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) Fernando Henrique Cardoso.
"Fui cambiando mi voto con el tiempo, a medida que veía los debates y salían las encuestas de opinión. Como soy profesora, analizo las propuestas en educación, porque este país tiene problemas serios al respecto", comenta Mariana Molinari, profesora, de 28 años, que votó en una escuela de Tucuruví, en la zona norte de San Pablo.
Joselino Oliveira es empleado de un colegio, tiene 49 años y forma parte del grupo de personas que eligieron a su candidato hace tiempo. "Desde un principio supe a quién iba a votar. No vi los debates, porque no los necesitaba para decidir mi voto; así como está, el país está bien, claro que siempre hay cosas que mejorar, pero estamos bien", dice a LA NACION después de votar en la Facultad Oswaldo Cruz, en el barrio de Barra Funda, en la zona oeste de la ciudad. Acodado en una escalera del mismo lugar de votación, el ingeniero Alvaro Dantas, de 65 años, comenta que también decidió su voto hace tiempo, pero discrepó con Joselino respecto del rumbo del país: "Acá hay cosas que tienen que cambiar. La corrupción es una fuerza muy fuerte, parece que acá siempre ganan los malos, pero esta vez tengo esperanza, por algo estoy acá, votando".
Mientras espera que su marido salga de votar, Mirela Mercadante, una abogada de 35 años, cuenta que también fue la esperanza la que la llevó a levantarse temprano este domingo. "Tenía muchas dudas y me decidí en el último debate. Voté por Aecio y tengo esperanza, me gustaría que hubiera un cambio general. Podemos tener un país mucho mejor", dice mientras levanta a su pequeño hijo en brazos.
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