El vertiginoso ascenso y la ruidosa caída de AT&T
Por Mario Diament
MIAMI.- Cuando el mundo se estaba acostumbrando por fin a la idea de que el rumbo de los negocios estaba en las megafusiones, uno de los arquetipos del capitalismo norteamericano, la gigantesca AT&T, anunció esta semana su intención de desguazarse en cuatro compañías separadas, dividiendo las operaciones de televisión por cable, servicios telefónicos, telefonía celular y finanzas.
Es una curiosa decisión de parte de una empresa que apenas dos décadas atrás batalló ferozmente la decisión del gobierno norteamericano de poner fin a su monopolio, que forzó a la compañía madre a dividirse en una serie de empresas independientes que la prensa bautizó baby Bells .
Con su voluntario desmembramiento, AT&T espera neutralizar los efectos de la contracción de su mercado de telefonía de larga distancia y la brusca caída de sus acciones, que este año perdieron un 50 por ciento de su valor. Michael Armstrong, presidente de la empresa, confía en que cuatro compañías más pequeñas recuperarán posiciones más rápido que la original.
El fin de la vieja telefonía
Las dificultades de AT&T pueden atribuirse en parte a errores de cálculo, pero son más que nada resultado de la profunda transformación de la telefonía y la emergencia de tecnologías alternativas, que han dejado el hasta entonces lucrativo mercado telefónico en un estado de precipitado empobrecimiento.
El fin del monopolio de AT&T, en 1984, abrió las puertas a una extraordinaria competencia que redujo a la mitad su control del mercado de larga distancia y forzó el descenso drástico de las tarifas telefónicas.
Hoy, una llamada telefónica dentro de los Estados Unidos cuesta menos de 10 centavos, e Internet posibilita hacer llamadas internacionales de cualquier duración sin costo.
Como advirtió el columnista Richard Waters en el Financial Times, "AT&T tiene que aprender a vivir con la idea de que su tradicional modelo comercial -vender minutos de uso en un circuito de telecomunicaciones basado en la voz humana- se está derrumbando".
Veinticinco años atrás, AT&T era el ejemplo del monopolio norteamericano. Con más de un millón de asalariados, era el mayor empleador después del gobierno norteamericano y tenía más accionistas (3 millones) que cualquier otra empresa del mundo.
La empresa, originalmente llamada Bell Telephone Company, se creó en 1877, un año después de que Alexander Graham Bell patentó el invento del teléfono. De hecho, Bell debe su lugar en la historia a un par de horas de ventaja y a un dictamen de la Corte Suprema de Justicia. El mismo 14 de febrero de 1876 en que Bell sometió su invento a la Oficina de Patentes, otro inventor, Elisha Gray, de Chicago, presentó una versión considerablemente superior.
La propiedad de la patente fue objeto de disputa legal, hasta que en 1888 la Corte Suprema falló en favor de Bell en un voto dividido 4 a 3.
La patente de Bell fue adquirida por un grupo de banqueros de Boston, que creó la Bell Company, y la invención de Gray dio lugar a la formación de la Western Union. Ambas empresas mantuvieron una disputa legal durante dos años, hasta que lograron un acuerdo extrajudicial: la Bell se quedaría con la telefonía y pagaría a la Western Union el 20% de sus ingresos por 17 años.
Perder el instinto
A lo largo de un siglo, AT&T creció amparada por su rígido monopolio y su reinado parecía indestructible. Junto con una subsidiaria, la Western Electric, los Laboratorios Bell han desarrollado algunas de las invenciones tecnológicas más revolucionarias del siglo XX, incluyendo las películas sonoras (1926), la transmisión por televisión (1927), la radioastronomía (1933), la computación digital (1938), el transistor (1947) y el rayo láser (1958).
En algún momento de la última década, el viejo gigante pareció perder el instinto y los chicos que navegaban la vertiginosa transformación tecnológica tomaron la delantera. Armstrong, que fue traído a AT&T en 1997 para reflotar la empresa, preside hoy sobre su más reciente naufragio.
Como aquellas diosas del cine mudo que no lograron encontrar la voz adecuada para el momento en que las películas se volvieron sonoras, tal vez AT&T no haya encontrado aún la voz adecuada para comunicarse en la nueva economía.