El Vaticano excomulgó al polémico arzobispo Viganò, quien desconocía la autoridad del Papa
Desde hace años, este prelado “rebelde” criticaba al pontífice en blogs ultraconservadores; y el Dicasterio para la Doctrina de la Fe lo puso en el banquillo y lo halló culpable de cisma
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ROMA.- Con una rapidez inaudita, el polémico arzobispo Carlo Maria Viganò, exnuncio en Estados Unidos conocido por sus ataques al papa Francisco, a quien llegó a tildar de “hereje”, “falso profeta” y “servidor de Satanás”, fue hallado culpable del gravísimo delito de cisma y fue excomulgado en forma automática por el Dicasterio para la Doctrina de la Fe, anunció este viernes el Vaticano.
Viganò, que saltó a la fama internacional a fines de agosto de 2018, cuando en una carta incendiaria acusó a diversos altos funcionarios de la curia romana e incluso al papa Francisco de haber encubierto los abusos de un cardenal estadounidense y hasta pidió la renuncia del Pontífice, había sido convocado el 20 de junio pasado a presentarse para defenderse en este este “proceso penal extrajudicial”. Pero Viganò, de 83 años y que en una carta manifestó que pare él era un “honor” ser imputado, nunca se presentó ni aportó una defensa, desconociendo la autoridad del Vaticano que, sin embargo, le atribuyó un defensor de oficio.
“En la fecha del 4 de julio de 2024, el Congreso del Dicasterio para la Doctrina de la Fe se ha reunido para concluir el proceso penal en contra de su eminencia monseñor Carlo Maria Viganò, acusado de delito reservado de cisma”, consignó un comunicado del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, que encabeza el cardenal argentino Víctor Manuel “Tucho” Fernández, uno de los prelados más cercanos al Pontífice.
“Son conocidas sus afirmaciones públicas de las que resulta su rechazo a reconocer y someterse al Sumo Pontífice, a la comunión con los miembros de la Iglesia a él sujetos y a la legitimidad y a la autoridad magisterial del Concilio Ecuménico Vaticano II”, agregó el comunicado, que indicó que al final del proceso penal Viganò “ha sido reconocido culpable del delito reservado de cisma”.
“El Dicasterio ha declarado la excomunión latae sententiae”, es decir, automática, según lo que prevé el canon 1364 de derecho canónico, también indicó el comunicado, que precisó que “la remoción de la censura en estos casos queda reservada a la Sede Apostólica”, algo que significa que solo el Papa podrá eventualmente decidir, en el futuro, si puede llegar a readmitir a la comunión de la Iglesia al exnuncio. El comunicado indicó, finalmente, que Viganò fue informado este viernes de la condena.
Aunque la noticia de la excomunión a una figura de los más controvertida volvió a sacudir al Vaticano, en verdad se esperaba. “Se daba por descontado”, escribió Gianguido Vecchi, vaticanista del Corriere della Sera. Ya desde hace años este prelado “rebelde”, que constantemente atacaba al Papa en sendos artículos en blogs tradicionalistas, aseguraba desconocer tanto la legitimidad del pontífice como del Concilio Vaticano II. El alto prelado se encontraba más bien aislado, seguido por tan sólo un puñado de sectores ultratradicionalistas, muy ruidosos sobre todo en Estados Unidos.
Fiel a su estilo, el arzobispo italiano reaccionó a la condena publicando en sus redes sociales el decreto de excomunión, acompañado por la siguente declaración: “lo que se me imputa como culpa por mi condena ahora está puesto en actas, confirmando la fe católica que íntegralmente profeso”. De 11 páginas, el decreto, que recopila diversos artículos públicos del exnuncio con ataques al Papa y al Concilio Vaticano II, destaca que el arzobispo actuó siempre en consciencia y que no tiene problemas de salud mental. Firmado por el cardenal Fernández, prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe y por monseñor John Kennedy, secretario de la sección disciplinar, el decreto al final advierte que, de continuar con su actitud y con la gravedad del escándalo, Viganò podrá ser castigado con otras penas, entre ellas, la dimisión del estado clerical.
Questo è il testo del decreto che mi è stato inviato via email oggi alle 13:14 ora italiana. Ciò che mi è imputato come colpa per la mia condanna è ora messo agli atti, a conferma della Fede Cattolica che integralmente professo.https://t.co/p0ITQKHL3C
— Arcivescovo Carlo Maria Viganò (@CarloMVigano) July 5, 2024
Ai miei Confratelli dico:… pic.twitter.com/F8F0rVKA4X
Cuando el mismo exnuncio, el 20 de junio pasado, había hecho saber que estaba siendo juzgado por “cisma”, en un artículo había confirmado que eran correctas las acusaciones planteadas. “No es casual que la acusación en mi contra tenga que ver con la puesta en discusión de la legitimidad de Jorge Mario Bergoglio y el rechazo del Vaticano II: el Concilio representa el cáncer ideológico, teológico, moral y litúrgico del que la ‘iglesia sinodal’ bergogliana necesita una metástasis”, había escrito. Esa frase figura, entre varias otras, como una de las pruebas de la sentencia de excomunión.
Al haber sido condenado a la excomunión, el exnuncio tendrá de ahora en más prohibido celebrar misa y los demás sacramentos; recibir sacramentos; celebrar las demás ceremonias de culto litúrgico; participar activamente en las celebraciones mencionadas; ejercitar oficios, encargos o ministerios o funciones eclesiásticas; o cumplir actos de gobierno. “El sentido de la excomunión es, de todos modos, ser una pena medicinal que invita al arrepentimiento, por lo que uno queda siempre a la espera de un retorno de la persona a la comunión”, explicó Vatican News.
En el historial del Vaticano se recuerdan la excomunión del también cismático arzobispo francés Marcel Lefebvre, fundador de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, por parte de san Juan Pablo II, en 1988, aunque luego esa pena fue levantada por su sucesor en 2009; y en 2006, del arzobispo africano, Emmanuel Milingo, que fue condenado a la misma pena por Benedicto XVI después de ordenar sin permiso a cuatro obispos casados, un veradero escándalo.
Vatileaks
Apodado “exterminador de papas”, Viganò ya se había hecho famoso en tiempos de Benedicto XVI. Fue de su mano que salieron las cartas-bomba que desencadenaron el denominado Vatileaks, el escándalo de filtración de documentos reservados del despacho de Benedicto XVI , que algunos creen que llevó al papa alemán a tirar la toalla el 11 de febrero de 2013.
Miembro de esa línea conservadora de la Iglesia Católica que desde el principio quedó descolocada con el estilo pastoral y reformista de Francisco y le declaró la guerra, Viganò se ordenó sacerdote en 1968. Doctorado en derecho civil y canónico, ingresó al servicio diplomático de la Santa Sede en 1973 y trabajó luego en las legaciones de la Santa Sede en Irak y el Reino Unido. En 1992, fue nombrado nuncio apostólico en Nigeria y arzobispo de Ulpiana por Juan Pablo II .
Al regresar al Vaticano, en 1998 ingresó en la Secretaría de Estado como delegado para las representaciones pontificias, función que mantuvo hasta que en 2009 Bendicto XVI lo designó secretario general del “governatorato” del Vaticano –ente que maneja las licitaciones, entradas y demás obras del mismo-, para que pusiera orden en sus cuentas, un virtual agujero negro.
Desde este rol, dos años más tarde Viganò aseguró haber destapado una olla de negocios y de corrupción inauditas, algo que le hizo cosechar muchos enemigos adentro de la Curia vaticana, que comenzaron a moverse para removerlo del cargo.
Fue por eso que le escribió al Papa el 27 de marzo de 2011 una carta con la que hacía un desesperado intento de echar por tierra una “conjura interna” por la que algunos trataban de borrarlo de su cargo, enviándolo fuera de Roma. “Un traslado mío provocaría desconcierto en quienes creyeron que fuera posible resanar tantas situaciones de corrupción y prevaricación”, le escribió Viganò a Benedicto. “Nunca me hubiera imaginado encontrarme frente a una situación tan desastrosa” e “inimaginable” y “conocida por todos en la Curia”, indicó el arzobispo en otra explosiva llamativa.
La facción de la curia que quería que Viganò se fuera –liderada por el entonces cardenal Tarcisio Bertone, número dos de Benedicto- prevaleció. Viganò fue designado nuncio (embajador del Vaticano) en Washington, un cargo por cierto importantísimo, pero, en este caso, inscripto en el clásico mecanismo del promoveatur ut amoveatur del Vaticano, en latín, promovido para ser removido.
Viganò, que no quería irse, sino quedarse y ser nombrado cardenal, siendo nuncio en Estados Unidos enseguida tomó partido: se puso del lado de los llamados “cultural warriors”, es decir, de los obispos más conservadores, identificados con la derecha republicana y obsesionados con el aborto y los gays.
Cuando fue electo Francisco, se plantó del lado de los adversarios a su pontificado reformista y abierto. Durante su viaje a Estados Unidos, en 2015, hasta le tendió una trampa: durante una recepción en la nunciatura organizó un encuentro –aunque fugaz- del Papa con Kim Davis, famosa líder antigay, funcionaria del Estado de Kentucky, fundamentalista protestante, que rechazaba celebrar los matrimonios homosexuales aunque fueran legales. Al salir a la luz, manipulado, ese saludo, estalló un gran revuelo. Cuando en enero de 2016 Viganó, como es norma, presentó su renuncia al cumplir los 75 años, Francisco se la aceptó casi enseguida (el 12 de abril). Aunque el exnuncio hubiera querido retirarse en una residencia en el Vaticano, su deseo no fue satisfecho, algo que aumentó su resentimiento y deseos de “vendetta”. Un alto prelado consultado por LA NACION, aunque consideró “muy merecida” la excomunión de Viganò, consideró “muy triste” ver a una figura como la de él terminar siendo declarada cismática.
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